Por: Carlos Quintero
Debo decir con alegría y muy falsa modestia,
que desdelakverna.blogspot.com se
disparó en visitas, en las últimas 72 horas, gracias al artículo El fenómeno Oscar Murillo: ¿Racismo y
ultramamertismo? Incluso ya genera algún debate en la red. Por ahí, hasta
comentarios se han hecho. Más allá de autoelogiarme y regocijarme por ser o
haberme convertido en “el fenómeno del fenómeno” (si fuera así, se lo debería
única y exclusivamente a Oscar Murillo), me gustaría más bien generar algunas
reflexiones sobre lo que ha pasado y algunos comentarios o más bien, las
maneras y formas de comentar.
Una de las cosas que más me aterra es
convertirme en institución, o sea en volverme cierta figura de poder. Me parece
una situación bastante peligrosa. Eso me preocupó con Ojotravieso (fue una de las causas de su cierre temprano) y me
sigue preocupando hoy. Por eso, quisiera para empezar, explicar por qué desdelakverna, porque parece que se
necesita cierta aclaración. Lo primero es que desdelakverna surge hace poco menos de un mes, en respuesta a una
serie de comentarios que me implicaban en algunos anónimos que circularon por
Cali (cosa que no es cierta, valga la aclaración). En ese momento releía el
famoso Mito de la caverna con mis
estudiantes de UniCauca en Popayán y se me ocurrió el nombre, no sólo por la
coincidencia, sino también porque marca una interesante posición. Hablar desdelaKverna es hablar desde la
ignorancia, enfrentado a sombras y fantasmas, con el interés de aprehender y
conocer más, compartiendo lo que se va construyendo. Muy distante de mi temor
de ser “el que sabe o tiene la verdad”. Así, no pretendo ser quien “tiene la
razón” o el que “dice la última la palabra”, sino más bien alguien dispuesto a
debatir y construir discutiendo, presentando conceptos y argumentos, arriesgando
hasta el error.
Mi temor tiene que ver con que, cuando uno se
vuelve figura de poder o institución, no hay quien lo debata, quien le
contradiga. Es una posición terrible, de absoluta soledad. Lo curioso es que
algunos comentarios, sobre todo emitidos desde la capital (curiosamente) son de
personas que toman una posición de poder y que antes de los argumentos,
descalifican (es parte de la estrategia, que implica el sometimiento del otro
por el enojo, la burla o la descalificación). La verdad, considero que los
debates académicos no son que peleas de gallos finos. Aquí no vale la cresta
levantada, la mirada agresiva, el aleteo furioso o la espuela grande. Aquí lo
que vale son, reitero, los conceptos y los argumentos. Lamentablemente,
pareciera ser que esto último es de lo que menos hay.
Recuerdo que por esta razón comencé a
escribir sobre arte y dejé de leer mucho de lo que los demás escriben. No
encuentro en los debates muchas ideas, muchos conceptos y muchos argumentos.
Por lo general, los debates se llenan de citas literarias o filosóficas (otra
manera de someter al otro; sacar un gallo más grande), además de los
descalificativos personales y prejuiciados. Por
eso, cuando suceden ese tipo de comentarios, prefiero no contestar, porque el
debate se invalida por la pugna de poder. Ponerse en posición de poder implica
ser el poseedor de la verdad, lo que me parece una posición al menos dudosa y,
por qué no, tendiente a un “dogmatismo académico”. O sea, no el que más grita,
descalifica, ataca o cita libros, es el que más tiene la razón.
Y por esto también, escribir El fenómeno Oscar Murillo… Debo aclarar,
y (me) cito “hasta dónde he leído, que no ha
sido mucho” los comentarios sobre Murillo no encuentro miradas críticas sobre
su obra, sino más bien sobre si está sobre estimado o sobre valorado, al vender
a precios exorbitantes. Bueno, el problema de mi pequeño artículo no es sobre
Murillo y su obra, es más bien sobre la manera en que algunas personas critican
o quieren ser críticos. Me explico. Al afirmar no haber leído todo y referirme
a la ausencia de comentarios sobre su obra, de inmediato excluyo de lo
siguiente a quienes han generado ese tipo de reflexiones críticas. Con todo
respeto y en buen costeño “esa vaina no es con ustedes”. La verdad, de lo poco
que he leído, no he visto ese tipo de comentarios, pero me pondré en la tarea
de buscarlos y leerlos.
Por otro lado, los que sólo
cuestionan el hecho que vende y que está posiblemente sobrevalorado, caen en
una situación que verdaderamente me preocupa, y es la de los prejuicios
(¿racismo o ultramamertismo?). Al no referirse a su obra, parece implicarse al
menos una de tres situaciones: 1) no las han visto; 2) no tienen conceptos y
argumentos para criticarlas (o las dos) 3) se dejan llevar por lo que los demás
dicen y no toman posición crítica. En el primer caso, ¿se podrá criticar sin
haber tenido la experiencia de ver o apreciar las obras en vivo y en directo?
¡San W. Benjamin, sálvanos! En el segundo caso, la carencia de ideas, conceptos
o argumentos ¿será que permiten discernir sobre las obras y emitir juicios? Dejarse
llevar por la ola, sólo nos convierte en surfistas. Desde mi kvernosa,
kvernaria o kvernícola posición, creo que ni lo uno, ni lo otro (ni las dos, ni
las tres). Mejor dicho, cuando critican desde dónde critican, desde la
experiencia, los conceptos y los argumentos o desde los prejuicios. Por eso no
he escrito una palabra sobre Murillo y su obra, porque aún no he tenido la
oportunidad de pararme frente a una de ellas y no me parece acertado que me
refiera a imágenes mediáticas, impresas o virtuales. Cuando tenga la
experiencia, de pronto, algo diré.
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