Por:
Carlos Quintero
Hace
poco vi por ese vademécum global que es el Facebook, una frase atribuida a Noam
Chomsky, que decía algo así como que “la gente no sabe lo que pasa y además ni
siquiera sabe lo que no sabe”. En fin, mi pretendida cita no es fidedigna (la
recuerdo del Facebook) pero más o menos el sentido es que los seres humanos de
a pié, normalitos como todos nosotros, desconocemos qué es lo que pasa a
nuestro alrededor y ni siquiera sabemos ni imaginamos qué tanto no sabemos.
Esto abre la puerta de las teorías del complot, tan discutidas como
(in)ciertas. ¿Será que hay fuerzas oscuras, suprahumanas o maquinarias
maquiavélicas, que están dirigiendo los destinos de la humanidad, sin que lo
sepamos o podamos hacer algo? A veces pienso que sí, muchas veces, y cada vez
con más frecuencia. Es posible que ande neurótico, paranoico y esquizofrénico,
todo al tiempo. Pero la verdad, hay momentos en que esas “fuerzas oscuras”
parecen revelarse y nos dejan atisbar por los resquicios y los pliegues de sus
pomposas cortinas, su poder inimaginable y oculto.
Para
no referirme a la política nacional e internacional, plagada de “centros
democráticos” y congresos (in)operantes que dejan sin dinero a sus gobiernos, qué
mejor que echar un vistazo a dos acontecimientos de la vida artística local,
con proyección nacional. A veces creo que las instituciones artísticas son
remedos o engendros de la vida nacional, como parece demostrarlo, por ejemplo,
el nuevo round de la ya amplia pelea entre Gloria Castro (Incolballet) y Amparo
Sinisterra viuda de Carvajal (ProArtes, Fundación Carvajal, Carvajal y Compañía
y, por qué no, Ministerio de Cultura). La pelea es de vieja data. Las buenas
lenguas viperinas alguna vez hablaron de un lío por el ballet, que se zanjó en
favor de la señora Castro, por allá en la adolescencia de las damas, hace
mucho, mucho, mucho tiempo. No sé si sea cierto o sea un chisme de esos mal
intencionados (ahí disculparán y espero que no me demanden, que tan de moda
está). La cuestión es que doña Gloria tiene a Incolballet, el instituto que
creó en el seno del Instituto Departamental de Bellas Artes y que de manera muy
hábil sacó de la institución para convertirlo en una entidad educativa autónoma
y de gran nivel. Que ha hecho su trabajo no se le puede negar. Por el otro, la
señora Sinisterra, sin mal no estoy, tiene academia propia que se llama Ana
Pavlova, también con gran trayectoria, pero sin los reconocimientos de la otra.
Más
allá de esto, lo que se pone en evidencia con el florero de la Bienal de Danza
de Cali, es la pugna de poderes de dos bandos de las artes y la cultura de Cali
y del país. A alguno de mis correos llegó hace unos días un primer bombazo, a manera
de anónimo, en dónde se solicitaba la salida de Gloria Castro de Incolballet y
el regreso de la institución al seno de Bellas Artes. A los pocos días estalló
el escándalo, con andanada de artillería articulista desde el otro lado. Los
poetas se pronunciaron en contra de la salida de doña Gloria de su querida
institución y se fueron lanza en ristre de la Ministra de Cultura, muy de la
casa de la señora Sinisterra. Exigieron y exigen revisar las decisiones y los
dineros entregados por el Ministerio de Cultura a Proartes, entidad que regenta
Amparo Sinisterra, para la realización de la Bienal de Danza de Cali. El lío va
mucho más allá. Los artículos periodísticos y demás escritos ahora parece que
hacen parte de querellas legales por difamación en contra de la ministra, lo
que ya se ha comentado en la prensa nacional.
La
verdad, y como lo indica Chomsky, no sé, ni sé qué no sé. Pero lo que se
alcanza medio a percibir es que esto parece bastante delicado y complicado. Es
un lío grande. No sólo por la bienal, Proartes, Incolballet y Bellas Artes,
sino por las estrategias, tácticas, ataques y demás que se evidencian o se
perciben en el ambiente. Como que lo que están en juego es mucho más de lo que
se dice, y en definitiva, al menos yo, no soy más que un espectador que se
divierte viendo como estas fieras se destrozan a dentelladas o se sacan los
trapos al sol. De todos modos, al final de esta pelea entre la vieja
intelectualidad y la rancia aristocracia, no sé quién gane, pero seguramente,
las artes y los artistas, como siempre, saldremos perdiendo.
El
otro caso, mucho más local pero no menos divertido y fascinante, es la próxima
elección de rector(a) en el Instituto Departamental de Bellas Artes. Estas
elecciones de rector en las instituciones educativas son momentos de nervios
crispados, en donde se exacerban los ánimos y se evidencian todos los vicios de
la politiquería (inter)nacional. Debo confesar que estuve hasta último minuto
tentado a candidatearme para este honroso cargo. Ya en varias ocasiones me lo
han propuesto y me he negado. Esta vez, me lo impidió el hecho, la posibilidad,
remota por cierto, que pudiera ser elegido. Elegido y no electo. Ahora explico
por qué. Primero explico por qué no candidatearme: simple y llanamente, por
miedo a ganar. La verdad, no tengo ningún interés en asumir ese cargo. Creo que
la actual situación de la institución es insalvable, a menos que algo
extraordinario ocurra (como por ejemplo, se acabe la corrupción). Por otro
lado, contemplé la candidatura sólo para ver sufrir a mis posibles
contrincantes y sus séquitos y evidenciar sus prácticas, en primera fila y
palco de honor. En estas campañas pasa de todo y ya se comienzan a ver
situaciones insospechadas e impensables. Por ejemplo, uno de los candidatos,
después de muchísimos años, ha sido visto en una inauguración, saludando a
diestra y, sobre todo, a siniestra. Por otro lado, se está realizando sobre la
marcha y sin los mínimos protocolos del caso la “celebración” de los 80 años de
la institución (¿acaso no son 79 o 78?). Y digo sin los mínimos protocolos
porque recibí invitación verbal e informal de varios funcionarios, hace unos días,
en términos muy curiosos. Me dijeron algo así como: “A ver si te dictas una
charla o haces algo… eso es dentro de 15 días”. ¿Acaso celebrar semejante efeméride
no amerita una mayor y mejor organización? ¿No será parte de la plataforma de
campaña del actual rector?
Lo
de divertirme evidenciando este tipo de situaciones lo hice en 1998, cuando al
ser acosado laboralmente por la administración de la época, me vi obligado a
renunciar a mi nombramiento de profesor. Cómo último acto de “venganza”, me
candidatee como representante de los egresados al Consejo Directivo, sin
decirle prácticamente a nadie. Al ver mi nombre entre los aspirantes,
funcionarios de Bellas Artes, desde administrativos a vicerrectores y desde los
teléfonos institucionales, llamaron a cuántos egresados pudieron, para
solicitarles que votaran en mi contra. La cosa llegó a tal punto que llamaron a
amigos y compañeros de generación, que al saber la noticia, iniciaron una
campaña en mi favor, la cual tuve qué parar, porque si no hubiera ocurrido lo
que temíamos administrativos y yo, que hubiera ganado. Con todo, trasteo de votos
en mi contra incluidos, casi gano. ¡Qué horror!
Extraoficialmente
me enteran que hay tres candidatos para esta contienda: el actual rector
Fernando Charria, el exrector Ramón Daniel Espinosa y otro del cual no me
dieron mayores datos, ni siquiera su nombre. Incluso mis fuentes me dieron
datos de esos que no sabemos, que ni siquiera sabemos o que mejor no deberíamos
saber, de los dos primeros candidatos, y que tiene que ver con eso que el
rector es elegido y no electo. Sí, elegido porque, a pesar de la consulta
institucional, disfrazada de elecciones, quien elige al rector es el Consejo
Directivo, en cabeza del presidente o su representante o del gobernador o su
representante y donde hay muy pocas sillas para la academia (profesores y
estudiantes). Mejor dicho, mientras los miembros de la comunidad educativa
hacen y deshacen y hasta se sacan los ojos por unos votos inservibles (consulta
de opinión no es elección), la decisión final la toman otros. La cuestión no es
académica, ni artística, es politiquera. Según mis informantes, al señor
Espinosa Rodríguez lo apoyan las huestes conservadoras de Carlos Holguín Sardi
y al rector Charria dicen que lo apoya ni más ni menos que el Honorable senador
Roy Barreras. Si esto es cierto, la decisión se toma en una pugna de poderes
por fuera de la institución.
Halaga
saber que las artes y la cultura tienen tanta importancia, que se vuelven hasta
problemas de estado nación. Pero, ¿cuál será la causa real? ¿Será por los
cuantiosos presupuestos que se asignan y reparten? O, ¿será porque en
definitiva las artes y la cultura sí importan? O, ¿será que somos tan
peligrosos que nos tienen qué controlar? Quién sabe. Yo no sé. Yo no sé ni lo
que no sé.
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