Por: Carlos Quintero
Turista: Pescador, ¿por qué llevas una olla
con cangrejos tapada y otra, también con cangrejos destapada?
Pescador: Porque la tapada tiene cangrejos
orientales, así, cuando uno va saliendo los otros lo van empujando y apenas
llega al borde, con sus tenazas saca al resto; mientras que los otros son
colombianos, así cuando uno va saliendo, los otros lo jalan y no lo dejan salir…
Esta pequeña y simple historia parece recrear
muchas de las situaciones que se viven en Colombia y muy posiblemente explique
en parte el fenómeno en torno al éxito comercial de Óscar Murillo, joven artista
colombiano, con un gran éxito comercial en Reino Unido, y con una andanada de
críticas y comentarios negativos en las redes sociales, en los medios de
comunicación y en las páginas de crítica de su país natal. Ha llegado a tal
punto la situación, que vale la pena indagar sobre el asunto y plantear alguna
reflexión.
¿Y si Murillo fuera futbolista?
Todo parece indicar que uno de los grandes
problemas que tiene Murillo, al menos frente a sus detractores, es que gana su
dinero con el arte, pero, ¿qué pasaría si fuera futbolista? ¿qué tal que
Murillo se ganara 100 libras mensuales jugando para el Manchester (cualquiera
de los dos) o para el Chelsea? Lo primero, es que el medio del arte no diría
nada, no se pronunciaría al respecto, ya que eso “no le incumbe”. Lo segundo es
que, como cualquier Falcao, James, Rincón o Tino, la prensa en general lo
estaría aplaudiendo a rabiar, diciendo muy seguramente que es el nuevo Pelé o
Maradona y que con él nos ganaríamos el mundial de fútbol y, por qué no, la
entrada al cielo.
De aquí se derivan para mí dos dudas
reflexivas. La primera es que “es normal” que un afrodescendiente triunfe en
Europa siendo futbolista, pero “no es normal” que lo haga en las artes, así
este éxito sea económico. Entonces, pareciera ser que los afrodescendientes
están supeditados a ser sólo futbolistas (porque para el ciclismo, los
campesinos indígenas y uno que otro paisa) y no es probable que sean artistas.
La otra duda es sobre la estimación o sobre
estimación económica de las obras de Murillo. Sobre todo por los lados de
esferapublica.org se han manifestado (sus comentaristas) sobre el asunto, casi
que rasgándose las vestiduras, como si de sus billeteras o cuentas bancarias se
tratara. Claro, vale la pena reiterar, como muchos lo han afirmado, que el
éxito económico no es equiparable al éxito artístico o estético, que son
esferas diferentes y casi incomparables, como podría ser el deporte y arte. Sin
embargo, hasta dónde he leído, que no ha sido mucho, ni todo, más allá de esta
afirmación no he encontrado una crítica directa al trabajo de Murillo, ni para bien, ni para
mal. Lo que encuentro es el lugar común, la descalificación del personaje,
tildándolo incluso de copia de Basquiat, pero nada sobre sus obras. Entonces
¿qué se cuestiona? Pareciera que la procedencia humilde y la raza del artista,
o mejor dicho, que no se llama Paneso, Urrutia, Casas o quién sabe qué apellido
de abolengo y tradición. Mejor, que “no es normal” que un negro de La Paila,
Valle, Colombia sea artista y triunfe en las Europas.
Por otro lado, parece ser que es un problema
que el señor venda. Desde esta kverna puedo inferir que, como parte del currículum
oculto de las artes, todavía se percibe cierto tufillo a ultramamertismo,
disfrazado de “pedagogía” y “popular”[1]. Alguna vez escuché la
siguiente definición de mamerto: pseudo pensador de izquierda que tiene opinión
de jueves a martes, porque el miércoles sale el Periódico Voz Proletaria…
Bueno, el ultramamertismo intensifica lo pseudo… Para el ultramamerto del arte palabras
y expresiones como “vender”, “arte comercial”, “trabajar” sobre todo si es para
“la venta” o “para una galería” es lo peor, de lo peor. El artista que caiga en
estas situaciones, cae en el peor de los infiernos: en el infierno del comercio
del arte. Por el contrario, el artista que se muera en el olvido, de hambre, en
la calle, ese si entrará al cielo de las artes, sobre todo si, después de
muerto, lo “rescata” del olvido un ultramamerto, que a su vez se enriquecerá
del cadáver y sus reliquias, bien sea vendiéndolas o explotándolas en
publicaciones y conferencias. Bueno, todo esto, tan complejo, parece subyacer
bajo los comentarios en contra de las ventas de las obras de Murillo. Lo que se
le endilga de malo es que vende y vende bien, a precios inaccesibles para el
común de los mortales.
Con Óscar Murillo, amanecerá y veremos. Aún
es muy joven y tiene mucho camino por recorrer. Ojalá y todo lo que está
pasando a su alrededor, sea o no una especulación comercial del arte, las
críticas afortunadas o desafortunadas, las pueda canalizar para desarrollar su
trabajo como artista y se consolide, con el paso de los años, como la promesa
que hoy vemos.
[1] Sobre lo “pedagógico” y lo “popular”
de las artes, lo único que diré es que cada vez me suena más como cuento mesiánico-católico…
¿Qué mejor arte pedagógico y popular que el asociado a la multinacional más
exitosa de la historia que es la iglesia católica?
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