viernes, 7 de agosto de 2015

PRECISIONES

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

En medio de las discusiones del último mes y, sobre todo, en las publicaciones de las últimas semanas, hay dos o tres cositas que me han hecho ruido y que creo pertinente comentar, brevemente.

La primera es sobre las curadurías y las exposiciones en general, frente a los marcos legales. No soy abogado y no conozco al pie de la letra las leyes. Sé que hay expertos y que han dedicado su vida a estos asuntos y seguramente tendrán mucho y mejores cosas qué decir al respecto. Por lo tanto no iré al detalle de las mismas.

Lo que sí me hace ruido es la pretensión de desconocerlas y alentar a violarlas. En Colombia, y como parte del marco legal global, existe una Ley de Derechos de autor, conocida como la Ley 23 de 1982[1]. En el primer artículo dice:

Los autores de obras literarias, científicas y artísticas gozarán de protección para sus obras en la forma prescrita por la presente Ley y, en cuanto fuere compatible con ella, por el derecho común. También protege esta Ley a los interpretes o ejecutantes, a los productores de programas y a los organismos de radiodifusión, en sus derechos conexos a los del autor.

O sea, la autoría de una obra, de cualquier obra, es sujeto de una protección especial y está amparada y regulada por esta ley. Este amparo rige para todos los autores, interpretes y ejecutantes, incluidos no sólo los artistas plásticos y visuales, sino también los curadores (no les vamos a negar aquí el derecho a los curadores… ni más faltaba).

Lo otro, que parecerá tonto y obvio aclarar, pero que ante los dichos y los hechos parece necesario, es que toda exposición o evento artístico implica múltiples y diversas negociaciones. En el caso de las artes plásticas o visuales, se dan las de los artistas con los curadores, galeristas o directores de instituciones, estos seguramente lo harán con las instituciones, el gobierno y/o la empresa privada, también con su equipo de trabajo (productores, montajistas, guías, vigilantes, técnicos, etc). Por lo general y en nuestro medio, las primeras negociaciones se rigen por la confianza, la amistad, la cheveridad y la bacanería. Creo que se desconoce que en otros contextos y entornos, con mayores niveles de exigencia profesional, se firman contratos de exposición, de representación y de venta, según sea el caso, lo que da mayor claridad a los compromisos, derechos y deberes de los contratantes y contratistas.

No es que esto no se haga. Se hace de manera verbal o vía mail. Y claro que no es chévere, ni bacano y hasta harto, tener qué ponerse a firmar documentos para una expo. Incluso, si la exposición es una casa, se da entre verdaderos amigos y las obras y los impactos son de menor cuantía, pues ni hace falta. El problema se da cuando las relaciones no son tan de amigos, los eventos son de mayor envergadura y pretensiones y las cuantías son suficientemente grandes.

Pero, ¿qué pasa si las partes no se entienden o están en desacuerdo? ¿qué pasa si los acuerdos se rompen o no se cumplen? Pues precisamente para eso están las leyes en un estado de derecho, para dirimir los conflictos en los marcos legales y en las instancias judiciales. Eso, al menos, debería ser lo común y normal en una sociedad y una cultura regida por las leyes y las instituciones.

El desconocer las leyes de derechos, bien sea por ignorancia, negligencia o porque que se las quieran pasar por la galleta, no es un “avance”, ni mucho menos una “defensa” del campo del arte. Es exactamente todo lo contrario. Es un retroceso de centurias y milenios. O, ¿qué prefieren, que nos peleemos como en las cavernas, o que nos agarremos a puñal y espada o a plomo? El llegar a una legislación que proteja derechos de autores, e insisto que nos cubre a todos, es el producto de una lucha del gremio artístico mundial por establecer unas reglas de juego claras. Por eso, si se llega, en cualquier caso, a una instancia judicial (y no es que se desee) se hace en defensa de los derechos de los artistas o de los autores en general. Además, esto ha pasado ya muchas veces, en Colombia y en el mundo y en todas las áreas o prácticas de las artes. Casi qué diría que pasa a diario.

Lo otro que me hace ruido es la advertencia, casi que en tono de amenaza, a los artistas por sus posibles reclamos a los organizadores de los eventos. En palabras coloquiales se ha dicho y escrito, más o menos, que los artistas que hagan uso de su libre derecho de reclamo o que “arme problema”, no volverá a ser tenido en cuenta y “dañará su carrera”. Realmente, da hasta risa. Es desconocer, no sé si por ignorancia o por conveniencia (o las dos), la historia del arte de, al menos, el último siglo y medio. ¿Qué sería del Impresionismo sin el Salón de los rechazados? ¿Qué sería de Picasso y Dalí sin los escándalos asociados a sus obras y sus exposiciones? ¿Qué sería de Duchamp y el “arte contemporáneo” sin el escándalo (¿pre-meditado?) de La fuente? ¿Qué sería de Warhol, Beuys, Acconcci,… en fin…? ¡Por favor! Esto como pretender asustar niñitos con el Coco. Incluso, me atrevería a decir que la operación es exactamente al contrario. Es decir, los artistas que hoy tenemos como los top del arte y de la historia del arte, son aquellos que por encima de todas las circunstancias han defendido su trabajo y han establecido posturas críticas frente a las instituciones. Y, mejor aún, luego de estos “escándalos” sus carreras han “despegado” con más fuerza, ya que se visibilizan más (y la crítica, buena o mala, juega un papel importante en esto). En cambio, los sumisos o sometidos, terminan condenados al peor castigo y al peor infierno para los artistas: El olvido.


[1] Ley 23 de 1982. Se puede consultar en http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=3431. Esta ley ha sido modificada por otras leyes y decretos posteriores, pero en esencia, el espíritu de la misma se mantiene.

lunes, 3 de agosto de 2015

STRIPTEASE

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Luego de la publicación de ¡Deje así! (si mal no estoy, el primer texto crítico sobre el 15 Salón Regional Zona Pacífico) y Entonces ¿qué vamos a hacer? he sido sujeto de conjeturas y afirmaciones casi a diario, en una especie de “matoneo” virtual sistemático, ya que se me menciona en muchos comentarios de redes sociales y textos y que involucran los ámbitos personales, dejando de lado, muy convenientemente, el centro de la discusión y la reflexión, o sea la calidad de las exposiciones del salón y la responsabilidad de los curadores y organizadores del evento. Incluso se ha intentado revivir viejas rencillas para que terminemos distrayéndonos en otros menesteres y olvidemos el inicio de todo esto. Lo positivo del asunto es que mi “raiting” ha subido exponencialmente y me han convertido en una especie de “figura pública” nacional, como una especie de adalid o caballero armado que defiende “causas justas”. No esperaba semejante resultado y no quisiera asumir tal responsabilidad.

Me parece paradójico y contradictorio que los autores de la publicación del libro de Ojotravieso en el marco del 14 Salón Regional y que propiciaron un concurso de crítica a su salón, del cual participé como autor de los textos del libro y como jurado del concurso, hoy se rasgan las vestiduras porque se critica esta nueva versión. Pensé, ilusamente, que se entendía la importancia de la crítica, buena, deficiente o mala, en la construcción del tejido social de las artes, ya que más allá de los resultados artísticos del presente 15 Salón Regional, este va a pasar a la historia como uno de los más comentados y criticados. Será, seguramente, materia de estudio y análisis en el futuro, como parte aguas en el acontecer artístico nacional.

José Horacio Martínez. Sobre las implicaciones de la soberbia. 1997.



Por todo lo anterior, considero que debo aclarar mi posición en todo este asunto. Lo primero es que, desde 1998, llevo una actividad de escribir sobre arte de manera relativamente constante y en contra de un sistema que me parece dudoso y discutible. Iniciamos con Ojotravieso criticando la exposición El traje mágico del emperador (creo que así se llamaba), con un texto titulado El rey desnudo. Durante casi dos años y con el seudónimo de Jonás Ballenero Arponero comenté sobre lo que consideré pertinente y necesario para comentar. Valga la pena anotar que, hasta donde sabemos, Ojotravieso fue la segunda plataforma de crítica en internet del país, después de Columnadearena y la primera del suroccidente colombiano. Es obvio que después de casi 17 años de comentarios y preguntas “impertinentes” mi número de “amiguis” en las instituciones sea bastante reducido, por no decir que nulo.

Cuando en el 2014 se lanzó la convocatoria para suplir el cargo de Curador del Museo La Tertulia en Cali algunos amigos y conocidos me invitaron a participar en la misma. Incluso me informaron que, por su propia iniciativa, en algunas reuniones sociales habían planteado mi nombre a personas cercanas al museo. Para ni siquiera participar en la convocatoria tuve en cuenta muchos aspectos:

a)    Los términos de la convocatoria: asumir una responsabilidad como la de curador del Museo La Tertulia debería ser valorada y remunerada de mayor y mejor manera, ya que este cargo implica no sólo la responsabilidad frente al museo y sus colecciones, como aspectos sociales, políticos, económicos y culturales.
b)    La difícil situación administrativa y financiera del museo. He visto como el museo demora sus pagos al personal que labora en él, por la difícil situación que atraviesa o atravesaba. Esto me lo comentó uno de los excuradores y fue lo que motivó su salida.
c)    Mi situación laboral del momento: La vinculación que aún mantengo con la Universidad del Cauca en Popayán, donde además tengo proyectos académicos e institucionales, que no pensaba ni pienso dejar de lado.
d)     Las relaciones “difíciles”, por mi actividad crítica, con el medio artístico local y nacional. También, me parece importante continuar con esta actividad, que la considero como un “deber civil”. Considero importante que alguien diga algo o hable, por fuera del sistema y las instituciones (esta fue una de las consideraciones de mayor peso para desistir de la convocatoria).
e)    Mi posición de outsider dentro de la traza urbana y cultural de Cali: considero que se deben replantear las relaciones de las artes y sus instituciones en la ciudad. Por eso creamos Frontera sur en 2008.
f)     Mi comodidad: Siendo un simple profesor de arte y un comentarista de la escena artística  mi situación es muy “cómoda” y “tranquila”. Esto se perdería asumiendo como “curador” del museo (esto también pesó mucho en mi decisión final).

Todo lo anterior no sólo no ha cambiado, sino que además de ha afianzado. Por todas estas razones, no me interesa ni quiero participar en los procesos internos del Museo La Tertulia. Mucho menos quisiera ser curador del museo, ni director, ni administrador, ni portero, ni jardinero, ni rondero, ni docente, ni nada parecido. Es falso que tenga una agenda oculta o que participe en conspiraciones para dar un “golpe de estado” museal y mucho menos con personas que ni me hablo y que han sido objeto de mis críticas (por eso no nos hablamos). No pienso, al menos por el momento, abandonar mi “cómoda” y “tranquila” posición como simple profesor universitario, comentarista o crítico, visitante a exposiciones y turista cultural, por ningún cargo ni público, ni privado. ¡Quédense tranquilos!

Por otro lado, nunca he participado en Convocatorias del Ministerio de Cultura y no pienso hacerlo, al menos en un futuro cercano y con las actuales condiciones de participación y convocatoria. Esto porque no me parece coherente o lógico que por un lado esté cuestionando y por el otro esté participando. Cuando he leído y revisado las convocatorias me parecen insuficientes en recursos y tiempos, así que que no responden a mis expectativas profesionales. Lo que sí he hecho es participar como conferencista invitado o tallerista, en dos o tres proyectos apoyados por el ministerio, aunque siempre manteniendo mi posición crítica y haciendo uso de mi libre derecho al trabajo. Aclaro que las personas que me han invitado no eran mis amigos, ni familiares, ni nada parecido. Incluso me ha sorprendido mucho que me hayan invitado (últimamente me invitan mucho a dictar charlas y conferencias… Solicitudes vía inbox…)

Además, me sale mejor financiar de mi bolsillo y con mis horas libres de trabajo los procesos o proyectos que he realizado o realizaré. No me da pena ni se me quiebran las uñas por limpiar una sala o poner una puntilla, menos me espanta escribir un texto u organizar una exposición o un evento. Lo que he hecho, hago y haré lo hago por puro placer y gozo, por el interés de dar a mi comunidad cosas que considero importantes y con el ánimo de aportar. Desde mi experiencia personal y profesional, puedo dar fe que se pueden hacer proyectos expositivos (así sean pequeños y modestos) sin los recursos del estado ni de la empresa privada. Para convencerme de esto y poder plantearlo, fue fundamental haber cursado la Especialización en Gerencia para las Artes, en 1997.

Y ya que estamos en estas, debo anunciarle a los amables lectores que no soy perfecto ni infalible, así hace ya unos muy buenos años me haya creído Dios (ya se me pasó, por fortuna). Como toda persona que “corre riesgos” me he equivocado más de una vez y siempre he dado la cara y asumido mis errores hasta las últimas consecuencias, lo cual considero que no sólo es lo primero que se debe hacer, sino que además lleva a la pronta solución de la falla. Incluso tengo una frase que repito constantemente entre mi círculo de amigos y colegas: “Echando a perder se aprende”. Por fortuna, cuando me he equivocado o he metido las patas, he contado con el apoyo de personas expertas y sabias que me han ayudado a salir adelante, y con equipos experimentados y capaces, prestos a resolver la situación, de manera rápida, eficaz y efectiva. Asumir y asesorarse y acompañarse bien, también hace parte de la experiencia y el conocimiento adquirido por años.

José Horacio Martínez. La sonrisa de mis enemigos. 1996

Espero haber dado suficiente claridad a los cuestionamientos infundados, a las suspicacias, suposiciones y demás versiones que intentan abordar todos estos asuntos desde lo personal. Ahora pasemos a lo que se dice que dije…

Releyendo una y otra vez los artículos ¡Deje así! y Entonces ¿qué vamos a hacer? publicados en mi blog Desde la Kverna, no encuentro la parte en donde hablo mal de la curaduría del 15 Salón Regional. Incluso diría que hablo bien, cuando en el primero digo: “La escogencia de las piezas y autores, los que conozco, me parece acertada. Sus obras o procesos artísticos tienen condiciones tanto técnicas como conceptuales para hacer parte de este evento”. Incluso tuve especial cuidado en esta parte del texto porque no quería afectar negativamente a los artistas seleccionados (conozco y aprecio a casi todos; otros no los conozco), ni a los curadores. Confieso que con uno de ellos trabajamos juntos en un largo proyecto hace ya muchos años (creo que fue su primer trabajo en el medio de las artes) y siempre me ha parecido una excelente persona, sensible, humilde y honesto, con la que se puede dialogar. Así que no tengo ninguna rencilla personal con los curadores. Sólo señalé unas fallas en las exposiciones, las cuales creo que se han intentado corregir en más de una ocasión, desde el inicio de la exposición.

Lo que cuestioné fue “la pésima museografía y el dudoso montaje” y el daño de obras de los artistas. No puedo hablar de la curaduría porque desconozco los textos curatoriales que acompañan las exposiciones, así como los guiones curatoriales y museográficos. Respecto a la museografía, esta no se trata sólo de imprimir y colgar bien el pendón de la exposición o poner en una hojita las fichas técnicas. La labor del museógrafo es mucho más compleja e implica el diseño de la exposición en general en cuanto a su presentación, lo que además comprende las áreas y condiciones de circulación del público, sobre todo el que tiene condiciones diferentes de desplazamiento, pensando en la seguridad de todos los espectadores y las obras[1]. O sea, desde un principio señalé que el problema fundamental era de montaje y museografía, y no hablé de la curaduría.

La cuestión aquí es que una falla de montaje y de museografía, ¿por qué no se resolvió a las pocas horas de haber sido señalada? ¿Por qué se ha dado todo este intercambio de mensajes, textos, ataques y demás, entre miembros del campo artístico, primero local y ahora, parece, nacional? ¿No será que con “un disculpe usted, ya arreglamos el asunto” hubiera bastado y nos hubiéramos evitado esta tormenta? Aquí es donde se ve la inexperiencia. Porque, desde la experiencia, una cosa “menor” como una falla de montaje se resuelve rápidamente y en casa, sin tanto aspaviento, ni tanta alharaca, ni tanto ataque. Mejor dicho, con una comunicación de los curadores-productores, dando la cara desde un principio y actuando diligentemente (o sea, comprando e instalando los treinta mil pesos de cinta de demarcación y arreglando las vitrinas) esto se hubiera resuelto. Los curadores siguen ausentes, incomunicados y como que todo no acaba de resolverse.

Lo otro que señalé es el daño de las obras, pero de esto ya deberán encargarse los artistas y los curadores…

Una de las cosas que más me ha sorprendido en todo esto, después de tantos años de criticar y criticar casi que sobre lo mismo (porque los problemas y los postulados expositivos parecen ser los mismos) es que por primera vez se han levantado voces de gran parte los sectores y grupos, primero de la ciudad y luego, aparentemente, de Colombia. Incluso, creo que primero hubo cuestionamientos a los 15 Regionales desde la Zona oriente y parece que algo similar sucede en la Costa Atlántica (lo digo por un pequeño comentario que algo dice al respecto). El nivel de cuestionamientos, en cuanto a la cantidad, la variedad de autores y los niveles de apasionamientos, parece indicar un descontento generalizado frente a las actuales políticas y convocatorias ministeriales. ¡Como que la olla a presión se estalló! Ante la avalancha de cuestionamientos, que parecen venir desde diferentes regiones y sectores, me atrevería a proponer un gran debate nacional sobre la situación del sector de las artes plásticas y visuales en Colombia, en un terreno neutral y sin la presencia de agentes gubernamentales, mejor dicho, un debate de la academia.

¡Striptease! ¡Esto ha sido como una empelotada de aquellas del débil sistema de las artes del país! Y con todas las “cositas” expuestas, creo que hay mucho más por ver. Mejor dicho, lo que ha sucedido y está sucediendo con el 15 Salón regional Zona Pacífico, ha ido más allá de una exposición mal montada o mal curada. Lo que parece ponerse en evidencia son las fallas en el sistema de las artes plásticas del país, que implican, sobre todo, cómo se asignan, se distribuyen y ejecutan los recursos públicos de las artes plásticas y visuales. Esto debería ser materia de análisis en futuras investigaciones.




[1] Para acercarse al tema se puede ver el libro Cómo administrar un museo: Manual práctico, en especial el capítulo Presentaciones, obras expuestas y exposiciones de la arquitecta y museóloga mexicana Yani Herreman. http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001478/147854s.pdf