lunes, 9 de junio de 2014

REFLEXIONES VAGINALES

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

A veces me aterra como, en diferentes partes del mundo, se suceden situaciones tan similares, casi al mismo momento. Hoy, mientras en la ciudad de Cali se presentaba un pavoroso aguacero, con rayos y centellas, al mismo tiempo se suspendía, por los mismos motivos, un partido de fútbol amistoso en USA. A veces pienso, cuando las situaciones tienen tanta semejanza y en lugares tan distantes, que soy parte de un experimento como el de la película The Truman Show (si es así, no me lo hagan saber, por favor).

Pero no es el clima lo que me motiva este a realizar este comentario. Son las vaginas, que parecen haberse tomado en las últimas horas, algunos momentos o algunos espacios de nuestras redes sociales. La más publicitada de todas es la de Deborah De Robertis que la ha puesto en exhibición como eco fáctico de la famosa pintura El origen del mundo de Courbet. El video lo pueden ver (antes que lo quiten) en https://www.youtube.com/watch?v=pV_0KJb0oyU#t=22.

Performance de Deborah De Robertis, mayo 29 de 2014.

Debo confesar que vaginas he visto muchas. No es que me haya dedicado a la ginecología o que haya tenido miles de parejas femeninas. No es necesario. Para eso está el porno, en fotografía, cine y video, los table dance[1] o exposiciones, como la que realizó ya hace varios años el fotógrafo Johnnie Rasmussen en la Sociedad de Mejores Públicas, donde exhibió fotos de muchas vaginas (de allí el cambio del nombre de la sociedad a “Mujeres públicas”).

Gustave Courbet. L'origine du monde. 1866.
(Imagen tomada de Wikipedia)

El video de la acción de De Robertis inicia con un primerísimo primer plano de los ojos llorosos de la artista, con un cierto acento melodramático. La siguiente secuencia está difusa y presenta la sala donde está la obra de Courbet y las sombras de los espectadores accidentales. Luego, se puede apreciar como la señorita De Robertis entra vestida de dorado a la sala, se sienta en el piso, de espaldas a la pintura, levanta su vestido y muestra su peludo sexo al público. Pronto los guardias de sala corren hacia ella y entre gritos y brincos tratan de impedir la acción, sin éxito. Momentos después, el público desprevenido va pasando lentamente de la estupefacción a la hilaridad, para finalizar en una andanada de aplausos. Poco a poco los vigilantes de sala del museo controlan la escena y hacen salir a los visitantes de la sala. No sé cómo mademoiselle De Robertis termina su acción. El video tiene una voz en off que repite todo el tiempo un corto mensaje en francés, algo así como: Je suis l’origine du monde/Je suis une femme/ Je veux que vous me reconnaître… algo así.

La verdad el performance de De Robertis me parece banal y soso. Sería mucho más interesante similar modus operandi frente a cuadros como La muerte de Sardanápalo o Judith y Holofernes. O por qué no, con el Nacimiento de Venus de Boticelli, o alguna crucifixión (a ver qué artista se deja clavar en la cruz dentro de un museo… ¿será que estoy dando malas ideas? ¡No faltará el idiota que las copie!). Eso de “pelarse” en público ya está muy trillado. Y, en los table dance, he visto mejores coños, más limpitos y con mejores espectáculos.

Judith y Holofernes. Caravaggio. 1599. 
(Imagen tomada de Wikipedia)

Claro, acá el problema no es ese. Acá el problema es que en una institución museística y en la esfera del arte del siglo XXI (que parece del siglo XIX) todavía genere escándalo una vagina exhibida públicamente. Lo más sorprendente es que el escándalo se haya formado en una sociedad que se reconoce por sus libertades sexuales, por los activismos en pro de la libertad y el respeto por el género femenino. ¡Esto sí me aterra! ¡Máxima moralia! ¡Moral en extremo! Seguimos escondiéndonos y escondiendo lo que somos… ¿No que estamos en el siglo XXI? Pues parecemos del XIX…

Lo otro preocupante es que una “artista” mujer tenga que recurrir a métodos extremos para sobresalir en la esfera artística global. El asunto tiene qué ver con algo que leí hace muchos años, escrito por Rosa Olivares, cuando todavía andaba por los lados de la Revista Lápiz. Olivares planteaba en su artículo-ensayo, que si mal no recuerdo se titulaba algo así como Femenino/feminismo, la situación que podemos valorar como “discriminación positiva”, es decir la valoración de las artistas mujeres por tratar temas “de mujeres”. Y, ¿qué pasa con las mujeres que no tocan ese tipo de temas?, se pregunta la autora. Casi que se pone en evidencia que se aceptan a las mujeres con temas de mujeres y difícilmente son aceptadas mujeres que tocan temas “masculinos”. Por fortuna, con el paso de los años, Olivares parece haberse equivocado. Hoy tenemos maravillosas artistas que son valoradas por su inteligencia, su talento, su tesón, su trabajo, más allá de las consideraciones de género y menos por exhibir su sexo.

Me parece importante aclarar que no quiero hacer una apología a la pornografía y la prostitución. Todo lo contrario. Considero que las mujeres deben ser respetadas hasta por las mismas mujeres y que van, ellas y sus valoraciones, más allá de su sexualidad. Mejor aún, que las mujeres artistas deben ser valoradas por todas condiciones físicas, mentales y espirituales, que las tienen y de sobra. Lamentablemente, por lo general las noticias que trascienden son las vinculadas con la sexualidad, con obras como la de De Robertis o la de una artista, que he olvidado su nombre y circuló por red hace pocas semanas, porque pintaba con su menstruación. Claro, lo que escandaliza vende.

Adrián Ospina. Mural de la vagina. IPC, Cali, Colombia, 2014. 
Foto: Claudia Gaviria.


La coincidencia anunciada desde el inicio se desarrolla a muchos miles de kilómetros y en un espacio de arte menos publicitado, menos subvencionado y menos referenciado. En el Instituto Popular de Cultura de Cali (IPC) un artista para mi desconocido pinta un mural cuya única imagen es una vagina. La imagen llega por red, al igual que el otro. Sólo que esta vez no trasciende globalmente. Los asiduos al IPC se han tomado fotos interactuando con la obra. En las fotos las mujeres parecen reconocerse ellas mismas y el único hombre que aparece juega lascivamente con la imagen. No hay medios, ni escándalo, ni aplausos, ni polémicas. La obra, que está bien hecha, está allí para contemplación de todos, para el deleite de todos. Al fin y al cabo ¿el arte no es para eso?




[1] Así se dice en México y hacen parte de la vida social cotidiana. Incluso el más antiguo de México, y se me escapa el nombre, lo frecuentábamos con muchos amigos y amigas y que es de los más antiguos.