Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
En ese día aciago (el de mi primera visita a
la nueva exhibición de la colección de La Tertulia), y cualquier otro día que
he visitado las salas, me he sentido disgustado, indignado y hasta ofendido, al
llegar al hall del ascensor del tercer piso. Incluso, cuando por algún motivo
tengo que ir, trato de pasar rápidamente, sin mirar a los lados, por no entrar
en un estado de enojo, muy cercano a la rabia, a la ira, a la furia.
No sé por qué, qué mente inocente o
perturbada, ha tenido la oscura idea de condenar una de las obras emblemáticas
y fundamentales del museo, a una esquina que corresponde más al tarro de la
basura. La verdad ¡no entiendo! ¿Será acaso que los que hicieron el guión
curatorial o la propuesta museográfica desconocen por completo la historia del
museo y su colección? O, ¿será que algún daño les hizo la artista o se siente
ofendidos por sus obras? Sigo sin entender.
Me refiero a la obra Flor, de Felisa Bursztyn, obra que originalmente se encontraba en
el acceso exterior del museo y que dio la bienvenida a los visitantes de todos
los tiempos, junto con la obra de Edgar Negret[1].
En Cali, ¡todos los que
íbamos a La Tertulia de los buenos tiempos las recordamos con cariño y
veneración! Tengo entendido que estas obras fueron hechas para
el museo y encargadas a los artistas.
En el caso que ahora me ocupa y preocupa,
Felisa Bursztyn fue y es una de las artistas colombianas más reconocidas de la
segunda mitad del siglo XX[2], en parte por ser una de
las primeras artistas en trabajar materiales de desecho, metálicos en su caso,
y movimiento en sus esculturas, casi a la par o al mismo tiempo que artistas
como Jean Tinguely o los Póvera italianos desarrollaban propuestas similares.
Por eso es inexplicable el mal trato, la
pésima ubicación, el desconocimiento de una obra y una artista de la talla y la
importancia de Flor y Felisa Bursztyn. En las fotos que siguen se ve no sólo lo
mal ubicada que está la obra, sino cómo la silla del guía de exposiciones, que está justo en la pared del frente y que la ocupa por completo, tiene
una mejor y digna posición. ¡Una bofetada a la historia, al museo, a Cali! ¡Una
bofetada al sentido común y la inteligencia!
Claro, se dirá que por seguridad y
preservación de la obra esta se colocó en el interior. Pero la seguridad y preservación
de una obra no es sólo meterla en cualquier rincón, sin ningún tipo de contexto
y orientación. La preservación y cuidado de una obra tiene que ver, sobre todo,
con las lecturas y apreciaciones que genera. Y estoy seguro, que hay muchos
mejores sitios en el museo para ponerla.
[1] La foto del Museo La tertulia, con el
emplazamiento original y tradicional de la pieza en cuestión, está tomada de http://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Museo_La_Tertulia.jpg.
[2] Se puede evidenciar su importancia al
ser entrevistada en 1976 por Gloria Valencia de Castaño, “primera dama” de la
televisión colombian. http://www.youtube.com/watch?v=arx6kUjm8vg.
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