POR:
CARLOS FERNANDO QUINTERO VALENCIA.
Entre el 18 y el 22 de octubre tuve el honor y el privilegio de participar en el XXXIX Coloquio Internacional de Historia del Arte de la UNAM, realizado en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Aquí publico, en tres entregas, la ponencia que leí en el marco de este evento. Debo aclarar que el texto final es mucho más extenso y contiene mayor información y desarrollo. Dicho texto seguramente se publicará en las memorias del coloquio, próximamente. Ahí les dejo la inquietud...
MUAC. UNAM
Tomado de http://noticias.arq.com.mx/Detalles/15249.html#.VjewYNIvddg
PRESENTACIÓN.
La presente reflexión
sobre los procesos del arte contemporáneo y su relación con la política surge
de la participación de Colombia en ARCO Madrid 2015. Por primera vez un país es
invitado a la feria de arte española. La participación es apoyada como nunca
por el gobierno nacional colombiano. Todas las entidades nacionales, encargadas
o cercanas a los temas artísticos y culturales, así como al comercio exterior,
las relaciones internacionales y las políticas sociales unieron esfuerzos y
voluntades para el apoyo y la participación en el evento. Si bien aplaudí y
aplaudo el apoyo y el despliegue realizado por el gobierno nacional, su
singularidad y opulencia han sido tales que igual me generó ciertas sospechas y
no menos preguntas. ¿Por qué el gobierno de un país como Colombia, que nunca ha
destinado mayores recursos a la cultura y a las artes, le apuesta en grande al
posicionamiento del arte contemporáneo nacional en una feria de arte europea? ¿Qué
tipo de programas artísticos le interesan al gobierno nacional colombiano para
que genere tal despliegue? Este inusitado apoyo ¿responderá a intereses públicos
y privados ocultos y oscuros? ¿Tendrá relación con políticas externas, internacionales
o globales?
Mi sospecha aumentó por
una circunstancia fortuita. Una periodista cultural de la ciudad de Cali,
Colombia, lugar en donde vivo, me solicitó una lista de los cinco hitos del
arte contemporáneo colombiano que “nos llevaron a ARCO Madrid” (si mal no
recuerdo, así me preguntó la periodista). Al revisar esta lista, que se amplió
y modificó con la participación de otras personas vinculadas con el medio del
arte local y nacional, y que fue publicada en el periódico, me quedó una
sensación extraña, algo así como entre la revelación y la decepción. Lo que
pude percibir es que hay brechas y cambios sustanciales o esenciales entre los
primeros intentos de “arte contemporáneo” en las décadas de 1960 y 1970, frente
a lo que sucedió en la década de 1990 y el fenómeno actual, o sea, más o menos
desde el año 2000, hasta el día de hoy. Ante esta primera observación, que
podría considerarse incluso muy obvia, la cuestión es revisar los factores que
propiciaron estos cambios y que seguramente son diversos y complejos, internos
y externos, propios y ajenos al campo del arte. La pregunta que atraviesa mi
inquietud, sobre todo ante el fenómeno de ARCO Madrid 2015 y otras circunstancias
del arte colombiano actual y de las dos décadas anteriores, es si los procesos
del arte contemporáneo, en los tres momentos mencionados, tienen qué ver con un
devenir autónomo del campo del arte o son producto de la globalización
económica, política y cultural.
A manera de antecedente
quisiera señalar, especialmente, el trabajo de la investigadora británica
Frances Stonor Saunder, La CIA y la
guerra fría cultural, donde se plantea la imposición de un tipo de arte, la
abstracción de la posguerra en Norteamérica, en el medio artístico mundial.
Esto se podría extender al ámbito latinoamericano y a los artistas que entre
las décadas de 1950 y 1970 “internacionalizaron” el lenguaje artístico de sus
respectivos países, frente a las tendencias nacionalistas y regionales de las
primeras vanguardias en América latina. Lo que en apariencia sucedió con esta ola
en cada país, de maneras y circunstancias diferentes, es que los movimientos artísticos
de características nacionales y regionales, cayeron en “desgracia crítica”,
valorándose más lo “internacional” y la “vanguardia”, lo que parece concordar con
el afán modernizador de los estados. Casi se podría afirmar que para poder ser
reconocidos como países en vías de desarrollo o desarrollados, se debía tener
un artista o un movimiento artístico de carácter internacional, distanciando o
dejando de lado a aquellos artistas que trabajaron a partir de los valores
tradicionales del arte local y nacional.
Se incluyen como parte
del programa o de la política modernizadora la fundación de museos de arte
moderno y la realización de las primeras bienales de arte en el continente, una
de las cuales, la de Buenos Aires, fue comentada por Néstor García Canclini en
uno de sus trabajos tempranos: La
producción simbólica: Teoría y Método en la sociología del arte. La
situación con las primeras bienales, patrocinadas en su mayoría por empresas
multinacionales de la esfera norteamericana, es que promovieron sólo cierto
tipo de prácticas a las cuales muchos artistas se adscribieron, de manera más o
menos voluntaria o consciente. Al parecer, y siguiendo el mencionado trabajo de
García Canclini, cuando se alcanzaron las metas empresariales, es decir el
posicionamiento de las respectivas marcas en los ámbitos local y nacional, el
apoyo a los eventos y los artistas desapareció, lo que llevó al cierre de los
espacios de promoción y difusión y a la consiguiente “bancarrota” de muchos de
los artistas que apostaron por las prácticas patrocinadas. De esto puedo dar fe
con la Bienal Iberoamericana de Artes Gráficas de Cali, que promovió las
técnicas gráficas en la ciudad, realizándose la última en 1986.
La sospecha y las
preguntas iniciales se basan en estos antecedentes, más o menos cercanos al
devenir del arte contemporáneo en Colombia y, por qué no, de América latina y
el planeta. Lo que se evidencia es que, en las décadas anteriores, hay una
clara y fuerte injerencia de la política nacional, regional e internacional en
el devenir de las artes. Existe un indudable interés estatal y de la empresa
privada (nacional y multinacional) en promover y difundir cierto tipo de arte,
en detrimento de otras prácticas artísticas, estas últimas casi siempre
asociadas a lo popular, lo local y lo nacional. ¿Será que el “arte
contemporáneo” es producto del natural devenir del campo del arte en la región?
O, más bien, ¿será producto o producido por los estados en época del
neoliberalismo y la globalización? Y, de ser esto así, ¿cómo afecta la
dimensión política la investigación sobre lo artístico?
Sigue...
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