Por:
Carlos Fernando Quintero Valencia
Hace
muchos años, allá por el 2000, expuse en el Centro Cultural Colombo Americano de
Medellín una serie de obras fotográficas referentes a los hechos violentos
acontecidos en Cali, meses antes. Entre estos, los atentados que afectaron a
una estación de combustible y a un concesionario de vehículos cerca del
Batallón Pichincha de mi ciudad. Parte del proyecto expositivo fue la de
realizar un trabajo similar en Medellín, y realicé la acción fotográfica con la
escultura de Fernando Botero destruida en un atentado.
Carlos F. Quintero. Proyecto Desde el jardín.
Exposición El carácter cognitivo del arte.
Centro Cultural Colombo Americano - Medellín. 2000 - 2001
Justo
un día antes de la inauguración, mientras pasábamos el rato con los otros
artistas de la exposición, el curador y director de la galería del Colombo
Americano, Juan Alberto Gaviria y otras personas del medio artístico local, en
el famoso local 5 puertas, estalló el carro bomba del Parque Lleras. Por
fortuna y creo que de milagro salimos ilesos, al menos físicamente. No así las
múltiples víctimas y damnificados del atentado atroz. Mis acompañantes, de manera
ritual y silenciosa, fueron recogiendo voluntariamente restos de los vehículos
y me los entregaban, mientras caminábamos entre los despojos y el caos.
Carlos F. Quintero. Proyecto Desde el jardín.
Exposición El carácter cognitivo del arte.
Centro Cultural Colombo Americano - Medellín. 2000 - 2001
La
coincidencia de los hechos con mis trabajos del momento no podía ser peor.
Recuerdo que la noche de la inauguración hubo llantos y sollozos frente a
algunos de mis trabajos y los restos del atentado, que ubiqué en la sala, más que
por la calidad de mis obras, por la funesta coincidencia.
Algo
similar puede estar pasando hoy, y guardando las justas desproporciones, con la
exposición Los detalles del video artista
y cineasta Avi Mograbi, en el Museo La Tertulia. En medio de la estupefacción,
repudio y dolor del mundo (al menos el occidental cristiano) por los recientes
atentados en París, la exposición de Mograbi se convierte en un evento que
invita a la contemplación de nuestra humanidad, de nuestra vida, en un retrato
de una sociedad actual marcada y determinada por los prejuicios morales, éticos
y religiosos, por cierto grado (cada vez mayor) de absurdo, por la debilidad de
nuestra existencia física, los miedos y los temores infundados y reales a los
otros y a nosotros
Si
bien las piezas de Mograbi se refieren a su país natal, Israel, sentarse frente
a ellas, así sea durante unos pocos minutos, es como sentarse frente a un
espejo que nos devuelve a nuestra propia realidad. Son como un retrato de
nosotros mismos, que nos invita a vernos en diferentes tiempos, momentos,
situaciones, espacios, actitudes y acciones. Al menos a mí, me llevaron a mirar
hacia al interior.
Claro
que yo me senté en el centro de la sala, en medio de todas las proyecciones que
simultáneamente corrían. Confieso que al principio la experiencia fue chocante.
La multiplicidad de voces, sonidos, escenas, personajes, parecen atropellarse y
apabullan. Luego, después de un momento, todo el caos parece ordenarse y
coincidir, como en una especie de sinfonía o concierto. Las historias se entrelazan,
los diálogos autónomos se complementan, las situaciones en cruzan, en una
armonía que se construye de manera aleatoria y en la mente de cada espectador
(imagino). Y recomiendo sentarse al centro, para que la experiencia sea la del enviroment y no la del cine.
Dura
coincidencia. Cruel realidad. Los
detalles de Avi Mograbi se conectan desde las pequeñas historias con la catástrofe
mundial, que más allá de París, y sin olvidarla, afectan muchas regiones del
mundo, incluida Colombia… Lo demás... sin nombre...
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