domingo, 26 de enero de 2014

¡EN CALI NO HAY ARTISTAS!

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Cuentan que se inauguró este viernes 24 de enero el Cuarto guión museográfico del Museo La Tertulia de Cali, con el artista invitado de rigor. No les voy a decir el nombre aún de quién ocupa ahora la sala de invitados del museo y me voy a tomar un tiempo prudente para esto, por una sencilla razón, por un pequeño acto de memoria. ¿Recuerda usted los anteriores? ¿Recuerda las obras? Si los recuerda, ¿qué recuerda? ¿Entendió y se gozó las obras? ¿Encontró la relación del invitado del turno con las obras expuestas en el guión de su momento?

La verdad, al primero lo recuerdo porque lo vi. Al segundo no lo vi, pero como es amigo, recuerdo quién fue. Al tercero no lo recordaba y tengo una vaga imagen mental de su obra. Y de la actual sólo sé su nombre porque apareció en las noticias. ¿Ya los recordó? ¿Se acordó de las obras?

Bueno, la opción es meterse al buscador de internet (en mi caso google) y revisar los guiones anteriores. Seguro se va a tomar algunos minutos, de pronto una hora. Claro, si le interesa, si tiene tiempo. Yo lo hice rápidamente y encontré el nombre que me faltaba, el tercero, revisé su trayectoria y algunas imágenes de sus trabajos anteriores. Muy interesante el personaje. Con estudios en el extranjero, con participaciones en eventos internacionales, con buenos contactos en el mundo del arte global y con trabajo de docente en prestigiosas instituciones de Bogotá, actualmente. Su nombre: Nelson Vergara. (Pueden ver su información en http://elniuton.com/colombia/pages/vergara/vergara.html).

En esta cuarta entrega, la artista invitada es Leyla Cárdenas (http://www.lehila.net/), artista también del ámbito capitalino, con estudios en el exterior. El primero, si la memoria no me falla, fue Miler Lagos, otro de los del circuito de Bogotá. La excepción a la regla, o sea, artista que no está radicado o ha estudiado en Bogotá es Fabio Melecio Palacios, ganador de Luis Caballero y que fue invitado al segundo guión. (Esta fue la segunda exposición realizada por el artista en Cali, luego de su participación en El trabajo en Fundación Frontera sur).

Más allá de las calidades y bondades de los artistas invitados y sus obras, lo que llama la atención es que la mayoría son de Bogotá y, al parecer, no tienen vínculos con Cali. Al menos, yo no los conozco (ni a los artistas ni sus vínculos con la ciudad). Lo otro, hablando de los artistas “traídos” de la capital, es que sus participaciones, por las mismas condiciones de montaje del museo, no parecen ser relevantes, ni en relación con los guiones propuestos. Las obras que he visto difícilmente dialogan con las obras de la colección o con el espacio. Parecen más bien un injerto, un apéndice adosado, a un cuerpo armado a pedazos. Si bien las comparaciones dicen que son odiosas, también son necesarias para tener parámetros. Por ejemplo, dentro del programa de participación de artistas contemporáneos en el Museo del Louvre en Paris, Maurizio Cattelan ubicó un niño con un tambor (uno de sus humanoides mecánicos) en la parte externa del museo, si mal no estoy, muy cerca de El niño zambo de José de Ribera. Con esta pieza, el artista plantea una relación con una de las obras emblemáticas de la colección del museo, haciendo un señalamiento que marca las diferencias de tiempo y espacio (el niño de Cattelan estuvo a sol y sombra en la cornisa del museo por cerca de cuatro meses, lo que seguramente generó una reflexión sobre la infancia y sus peligros hoy y antes). El otro ejemplo es el artista norteamericano Fred Wilson quien interviene los museos y sus colecciones, como en Metal work 1793-1880, donde introduce en la urna de platería (la usual muestra del museo) las piezas de metal referentes a la esclavitud, en ese mismo período de tiempo y que nunca habían sido exhibidas como parte de las colecciones.

Maurizio Cattelan 2005.
(Tomado de http://www.art-ba-ba.com/main/main.art?threadId=5444&forumId=8) 

José de Ribera. El niño zambo. 1642.
(Tomado de http://cartelen.louvre.fr/cartelen/visite?srv=car_not_frame&idNotice=614&langue=fr)

Entonces, me salta la duda. A los artistas ¿por qué los han invitado? ¿Qué diálogos o qué aportes han realizado con su presencia en las salas de La Tertulia? ¿Acaso se les ha propuesto ir más allá de llenar un “hueco” con sus obras? Insisto, y más allá de las calidades de las obras y los artistas, y más bien discutiendo sobre cómo y por qué los invitan, sus participaciones se asemejan más a un relleno snobista que a una verdadera acción curatorial.

Fred Wilson. Metal work 1793-1880
(Tomado de http://beautifultrouble.org/case/mining-the-museum/)


Y con la presencia de los “traídos” de la capital, también parece acentuarse un prejuicio que ha marcado al Museo La Tertulia en, al menos, los últimos tres lustros. El prejuicio parece ser que, según las autoridades de la institución, en Cali no hay artistas que puedan o, mejor aún, merezcan habitar con sus obras y sus presencias, las salas de este templo tropical. Y mientras esto pasa, los artistas de Cali recorren el país y el mundo con sus obras, recibiendo los merecidos reconocimientos del medio artístico global, en ferias, bienales y museos. Baste recordar no sólo a Oscar Muñoz, quien volvió al Museo después de mucho tiempo (y por qué no a su contemporáneo Ever Astudillo), sino también a Rosemberg Sandoval, José Horacio Martínez o Wilson Díaz, artistas ya consolidados. Y por qué no a artistas emergentes o jóvenes como Leonardo Herrera, Juan Medina, Liliana Vergara, Juan Melo, Ernesto Ordoñez, Mónica Restrepo, Adrián Gaitán, Sergio Zapata, Paul Arias, Lina Hincapié, Alex Rodríguez y muchos otros que ahora se me escapan. Estoy seguro que muchos o todos los mencionados pueden generar propuestas interesantes de interacción o diálogo con el museo y su colección. Entonces, ¿por qué no los invitan? No, al parecer y según el Museo La Tertulia, en Cali no hay artistas. ¡Hasta cuándo!

lunes, 6 de enero de 2014

POSTCOLONIALISMO EN AMERICA LATINA: ESTUDIOS DE CASO Y NOTAS AL MARGEN. (2006)

Por: CARLOS FERNANDO QUINTERO V.

(NOTA: ESTE TEXTO HA SIDO TOMADO DEL BAÚL DE LOS TEXTOS PERDIDOS Y LEVEMENTE CORREGIDO DE SU VERSIÓN ORIGINAL.)

Quisiera abordar este tema desde 3 momentos de la actividad artística: 1) La producción, 2) la promoción y difusión y 3) recepción y discusión. Además, voy a asumir la posición del observador seudo-sociológico y, al mismo tiempo, el papel de informante (chismoso) y sujeto de estudio antropológico (en pocas palabras el “indio urbano” que soy).

1. PRODUCCION.

CASO 1: PILAR M.

Pilar M. fue una joven que comenzó a estudiar artes plásticas en 1987, en el Instituto Departamental de Bellas Artes de Cali (pertenezco a esa generación de estudiantes y conviví con ella buena parte del proceso formativo). Ella tenía con una serie de inquietudes en torno a la pintura figurativa, una mezcla sui generis de hiperrealismo y surrealismo, que no me atrevo a calificar hoy. Llegó en un momento álgido, difícil, convulso y confuso. Fue en el mismo momento en que llegó Doris Salcedo como la nueva directora de la que en aquel entonces era Escuela de Artes plásticas. Salcedo llegó con nuevas ideas y proyectos, con nuevas formas de trabajo y con nuevos profesores. Se podría decir que en julio de 1987 llegó el “arte contemporáneo” a Cali. Entre las nuevas ideas y formas se planteó seguir, en medio del tropicalismo ambiental, la ruta trazada por la Bau Haus. Entre las “innovaciones” se desarrolló un gusto y una tendencia por la abstracción. En ella cayó sin paracaídas Pilar M. Es así como, tanto ella como los demás que estábamos inmersos en la institución caímos en la corriente de arte abstracto que se desarrolló en Colombia al final de la década de los 80s y el inicio de los 90s. El conflicto fue mayor en Pilar. Se negó durante casi todos sus cinco años de carrera (en Colombia el título es de “maestro en Artes Plásticas” aunque no implica el nivel de postgrado) a ser una “pintora abstracta”. Entre los intersticios del régimen filtraba sus inquietudes figurativas, con una pintura que considerábamos en aquel tiempo amanerada, kischt y desfasada. Los pequeños y cortos debates se zanjaban casi siempre con la sentencia oficial: “Eso no es arte contemporáneo”. No sé qué hubiera pasado si encuentra en su camino a alguien que le hable de algo diferente a la abstracción, sobre todo al final de la década del retorno de la pintura y de la Transvanguardia. O, por qué no, vinculada a la tradición de la pintura o de las imágenes en Colombia y en Cali. Al final se graduó de Maestra en Artes Plásticas, con una serie de pinturas abstractas. Es importante decir que en la ciudad hay una historia relacionada con las artes gráficas, el dibujo, la fotografía, el cine y la literatura, que siempre ha estado relacionada con la figuración. Sólo en aquellos cinco años (de 1987 a 1992) hubo un interés manifiesto, y desde el Instituto Departamental de Bellas Artes, por la abstracción.

CASO 2: BEATRIZ GONZALEZ.

Si una figura ha marcado las últimas generaciones de artistas de los últimos años del siglo XX en Colombia, esa es Beatriz González (el otro sería, casi sin duda, Antonio Caro). Su trabajo como artista ha sido el mejor ejemplo de alguien comprometido con el arte y con una posición política, en una amalgama indisoluble y casi perfecta. Víctima ella misma de persecuciones y actos violentos (no tan violentos, relativamente, como podría suceder en un país como Colombia), me atrevería a decir que repudia con mayor fervor las referencias de algunos críticos a las pretendidas derivaciones del pop en su trabajo. En una conferencia que daba la artista sobre su obra, argumentaba no ser una artista Pop, como muchos dicen, por la sencilla razón de no haber nacido en una sociedad de consumo como la norteamericana.

De los trabajos presentados por la artista para la exposición Ante América, Carolina Ponce de León dice:

Al contrario de otros momentos en los que diversificaba al máximo las soluciones plásticas –a cada imagen, un soporte distinto-, Beatriz González se ha concentrado a partir de los ochenta en realizar pinturas dentro de una concepción formal ortodoxa. Sus imágenes recientes tienen un carácter emblemático que combina diversos registros: adornos como la “Cicciolina” (silueta femenina que adorna frecuentemente, junto con el Sagrado Corazón y el Ché, los “altares” improvisados y eclécticos de buses y camiones), ídolos populares o escenas de la violencia paramilitar[1].

(Cuando hablan de la conyuntural conmemoración del “encuentro de culturas”, sería pertinente también asociar este momento con la implementación de las políticas neoliberales en los diferentes países del continente. Creo que es en este ambiente en que se generan las primeras discusiones sobre el postcolonialismo).

El tríptico El altar (1990) es un ejemplo de la síntesis semántica que persiguen las nuevas imágenes de Beatriz González. Ahí integra, en primer plano, referencias cargadas de significación cultural, como el arquero de fútbol René Higuita y el conejo de Playboy. Detrás de esta estructura triangular, religiosa, ocurre una escena dramática en medio de la confusión espacial. El todo está enmarcado por dos frisos, en los laterales superior e inferior, que representan una tranquila escena de indígenas. Esta forma constructiva tiene un nexo con la disposición simbólica del arte religioso medieval; incluso, el motivo central, un cuerpo yaciente, establece una extraña analogía con imágenes como la del descendimiento de la cruz[2].

CASO 3: JOSE ALEJANDRO RESTREPO.

En su trabajo, José Alejandro Restrepo asume una postura crítica frente a la historia, las taxonomías y la visión del otro, apropiándose de una serie de elementos de diferente orden, para luego yuxtaponerlos. Paulo Herkenhoff, en el texto del catálogo de la exposición antológica del artista, señala este proceso de la siguiente manera:

En sus notas, José Alejandro Restrepo define su estrategia para presentificar el presente-historia a partir de la plasticidad microsocial:

A. Maniobras que implican: a) asimilar contradicciones sin salida; b) desmantelar discursos e ideologías; c) hacer resaltar paradojas (y potencializarlas), y d) develar y ocultar (poner trampas, tender mantos).

B. Estrategias de (re)constitución de la trama de la historia, a partir de la reconstrucción de otras narrativas, según: 1) el material de estudio (archivos y arqueología); 2) objetos y videos encontrados o buscados, y 3) técnicas propias más de pescador que de cazador (Doisneau).

C. Combinación asistémica de (anti)métodos: objetos parciales; recorridos interrumpidos; asociaciones inesperadas; cortes sincrónicos y asociaciones diacrónicas (transhistorias): conexiones y reconexiones (otra espiral en la espiral mítica); “abrir abismos en los lugares comunes” (Kart Kraus); en algunos lugares comunes tales como banana republic, el buen salvaje, representaciones idílicas o monstruosas, etc[3].

CONCLUSIÓN: Tres posibilidades de producir: El sometimiento por la fuerza, la hibridación y la apropiación.

2. PROMOCION Y DIFUSION.

CASO 1. INVITACION A UN ARTISTA A REPRESENTAR A COLOMBIA EN LA BIENAL DE VENECIA.

Durante los años 90s corrió el rumor que un artista de cierta importancia en la década fue comisionado por el gobierno colombiano a representar al país en la Bienal de Venecia, con el argumento, según al parecer decía la carta de invitación, que era el único posible representante ya que contaba con el hipotético apoyo económico para sufragar los gastos que requería la participación en el evento.

CASO 2. EXPOSICION DE VIDEOS EN PARIS.

El año pasado (2005) fui invitado a realizar tres muestras de video en una pequeña sala en París. En la segunda de estas muestras, dejada casi por entero mi cuestionable criterio, tomé la perversa y peligrosa decisión de presentar algunos videos de dudosa calidad técnica, realizados con medios precarios y que se salían de los parámetros de “calidad”. Como resultado de esta decisión, dos jóvenes artistas nacidos en Colombia, pero educados y residentes en París, se acercaron para cuestionarme la “calidad” de la muestra, porque los videos no tenían los supuestos requerimientos técnicos para un “contexto internacional”. Los demás asistentes, provenientes de diferentes entornos culturales, bien sea por pudor, temor, ignorancia, falta de ganas o quién sabe qué motivos, no hicieron ningún comentario, al menos no negativo.

CASO 3. LUIS CAMNITZER: EL ACCESO A LA CORRIENTE PRINCIPAL.

La discusión sobre la lucha de los diferentes grupos étnicos o nacionales, y las anécdotas sobre sus éxitos o fracasos al intentar el acceso, no son suficientes para ilustrar el asunto. Mas bien constituyen una distracción al respecto del tema central. Lo que merece la atención son los elementos comunes a la experiencia de todos: por ejemplo, el colonialismo como una fuerza que incide sobre las colonias tanto internas como externas; los valores promovidos por las instituciones educacionales que separan a las gentes de su respectiva identidad; los procesos con que el mercado crea fetiches a partir del éxito individual, considerado por encima del proceso de construcción de la cultura. Estos son los asuntos sustantivos. Es a través de estos elementos que el mercado se convierte en una herramienta de la homogeneidad, y que el término “corriente principal” se convierte en un eufemismo de sus propias acciones[4].

CONCLUSIÓN: La difusión y promoción está entonces mediada por una serie de factores externos que implican criterios diferentes a los artísticos, a la posibilidad de asimilación o de inclusión dentro de ciertos parámetros o standares internacionales y del mercado (como el criterio de calidad que discute también Nelly Richard) y por sistemas de reconocimiento artístico y cultural.

3. RECEPCION Y DISCUSION.

CASO 1. LO COLONIAL.

Marta Traba, en la Historia abierta del arte colombiano realiza una particular comparación entre el pintor neogranadino Gregorio Vázquez de Arce y Ceballos y el español Diego de Velásquez, por la simple razón de haber vivido en la misma época, de la siguiente manera:

Por eso la equiparación de Vázquez con los artistas mayores del continente europeo es un completo disparate; no sólo porque no consigue plantear ninguna creación estética, sino porque no apunta a las metas de los pintores. Cuando se dice que Vázquez es un gran colorista, por ejemplo, se está hablando de la mayor o menor eficacia lograda por un tono o una relación cromática; es decir, de nuevo se confunde arte con oficio. Porque colorista es un hombre como Velásquez, que toma un color y le exige el máximo poder expresivo, gracias a recorridos, pinceladas, imposiciones, reiteraciones, hasta que lo obliga a asumir la responsabilidad significante de lo que se está representando. O sea que recibimos el mundo formal, ético y espiritual que nos propone, a través del color y gracias al color. Jamás podríamos sentir tal poder en el color de Vázquez.[5]

CASO 2. LO POSCOLONIAL: EL PENSAMIENTO CORRECTO.

En el prefacio de la Historia del arte latinoamericano del siglo XX, Edward J. Sullivan, dice:

En 1992 la editorial Phaidon me propuso escribir una historia del arte latinoamericano del siglo XX. Si bien decliné su oferta, en su lugar les persuadí de que me permitieran coordinar un volumen escrito por historiadores del arte latinoamericanos. Estaba convencido de que, pese a la organización de numerosas exposiciones y a la importante investigación realizada por los críticos europeos y norteamericanos en el campo del arte latinoamericano contemporáneo, la voz de América Latina no se había oído siempre con la debida intensidad en los países de habla inglesa…

Quiero dejar bien claro que ha sido escrito desde una perspectiva exclusivamente latinoamericana, y que los autores han intentado cubrir un amplio campo de estudio en sus respectivos ensayos…

La estructura narrativa de los presentes textos, que constituyen una panorámica de la actividad artística latinoamericana en el siglo XX, no se diferencia sustancialmente de los patrones establecidos en cualquier otro estudio sobre arte occidental. Los lectores hallarán en ellos muchas cualidades y casi el mismo número de defectos.

CASO 3. ANTE AMERICA.

En la presentación de Ante América, los curadores afirman:

Aunque la organización inicial aprovecha las conmemoraciones del quinto centenario de la llegada de los españoles, se afirma polémicamente en una perspectiva latinoamericana y sus fines van más allá de aquella circunstancia, al plantearse un conocimiento crítico del arte en el continente y sus respuestas a una situación compleja, que las categorías postcolonial y postmoderno sólo definen limitadamente.[6]

Las exposiciones y los encuentros de Ante América quisieran ser un espacio de acción cultural latinoamericana y a la vez contribuir al disfrute, el conocimiento y la difusión del arte continental en la propia América Latina y en Estados Unidos, con una proyección integradora y de acá para allá, para establecer un diálogo de sur a norte.[7]

CONCLUSIÓN: Frente a lo colonial, un postcolonialismo moralizado o el descentramiento para llegar al centro.

AL FINAL: Cuando tomaba un café con un amigo artista, me confesó angustiado que quería ser un “artista internacional”



[1] Carolina Ponce de León. Ante América. P. 105.
[2] Ibid. P. 106.
[3] Paulo Herkenkhoff. Transhistorias: Historia y mito en la obra de José Alejandro Restrepo. p. 46.
[4] Luis Camnitzer. Acceso a la corriente principal. Ps. 88-89.
[5] Marta Traba. Historia abierta del arte colombiano. Cali: Ediciones Museo de Arte Moderno La Tertulia, s.f. p. 19.
[6] Ante América. P. 10.
[7] Ibid. P. 11.

martes, 31 de diciembre de 2013

¡CIAO 2013! ¡BIENVENIDO 2014!

A TODOS LOS AMIGOS Y AMIGAS, CONOCIDOS Y CONOCIDAS, SEGUIDORES Y DETRACTORES, A LOS QUE NOS HAN ACOMPAÑADO EN LAS COSAS BUENAS Y EN LAS COSAS MALAS, MIS MEJORES DESEOS PARA EL AÑO 2014, QUE LOS VIENTOS DE CAMBIO POSITIVO PARA LAS ARTES SIGAN SOPLANDO CON FUERZAS HURACANADAS.

UN GRAN ABRAZO PARA TODOS Y TODAS.

viernes, 20 de diciembre de 2013

5.000 VISITAS EN DESDE LA KVERNA!!! GRACIAS, MUCHAS GRACIAS!!!

HOLA TODOS,

DESDE LA KVERNA HA LLEGADO A 5.000 VISITAS. SI, DESDE EL 28 DE AGOSTO A ESTE 20 DE DICIEMBRE, HAN ENTRADO 5.000 VECES AL BLOG. MUCHAS GRACIAS A TODOS POR SU ACEPTACIÓN Y PARTICIPACIÓN.

ESPERO ME SIGAN ACOMPAÑANDO, DISCUTIENDO Y DISFRUTANDO.

UN GRAN ABRAZO,

CARLOS FERNANDO QUINTERO VALENCIA

Joseph Mallord William Turner, Staffa, Fingall's Cave, 1831-1832

lunes, 16 de diciembre de 2013

DIEGO POMBO Y EL NEO-ROMANTICISMO TROPICAL

Por: Carlos Quintero

Hace más o menos tres siglos, la humanidad comenzó un proceso de cambio de paradigma que aún no se cumple en su totalidad. Este cambio implica la transmutación del modelo social, político, económico, ambiental y cultural, del cual las artes han sido testigos y cómplices. Como todos los fenómenos de la historia, el inicio de este proceso es casi imposible de ubicar o de señalar con exactitud. Un antecedente puede ser el Renacimiento, con el retorno al antropocentrismo, o el advenimiento de las academias modernas, por los lados del reinado de Luis XIV, o el surgimiento del libre pensamiento y la enciclopedia en la época de la Ilustración, o todas las anteriores y otras que olvido. También, a estas causas se pueden unir el mercantilismo producto de la nueva concepción y comunicación del mundo después de Colón y la industrialización.

Las primeras consecuencias de estas hipotéticas causas fueron las revoluciones del siglo XVIII y del XIX, así como las grandes guerras del siglo XX, desde la Independencia de los Estados Unidos, la primera Revolución Francesa, los procesos de Independencia en América latina, la Revolución mexicana de 1910 (aún espero la otra), las dos Guerras mundiales, Corea, Viet Nam, la Guerra de los Balcanes, los constantes y continuos conflictos de África, la Independencia de la India, Irak, hasta el 11 de septiembre. Los conflictos bélicos marcan los momentos culminantes de los cambios políticos, sociales y económicos. Entre estos cambios está el regreso al estado republicano, o sea a un estado basado en tres poderes, que ha ido desplazando los regímenes totalitarios monárquicos, y al mismo tiempo este proceso marca el nacimiento de los actuales estados nacionales. El proceso aún no termina.

Las artes han registrado o han acompañado este proceso de tres o más siglos. Así, Renacimiento, Rococó, Neoclásico y, de manera especial, el Romanticismo, se pueden asociar directamente al proceso antes mencionado. De esta manera, la actual exposición de Diego Pombo en Casa Proartes, adquiere un sentido inusitado y una pertinencia inaudita, ya que, en medio de los actuales procesos de paz, las primaveras capitalinas que se asemejan a las tradicionales pugnas decimonónicas entre el clero (la actual Procuraduría) y el pensamiento libre (el alcalde Progresista), se convierte en fuente de reflexión ante las situaciones que parecen dar continuidad a la conformación del estado nación que con la fe del carbonero llamamos Colombia.

Diego Pombo.

Sandro Botticelli. Marte y Venus. 1483.



Así parece evidenciarse con muchas de las obras de la exposición, con sólo la presencia protagónica de Simón Bolívar, héroe romántico por excelencia. También en el hecho que muchas de las obras son citas de piezas importantes y sobresalientes de autores ubicados en los períodos antes mencionados. De esta manera, Pombo nos presenta sus versiones de Marte y Venus, aparentemente tomada de Botticelli o de la Isla de la muerte de Arnold Böcklin, entre otras citas a la historia del arte universal. En Pombo, estas obras sufren una significativa transformación. Por un lado, se da un fenómeno de “tropicalización”, es decir de traducción en términos de las culturas nuestras, evidenciadas en los colores fuertes y planos y la aparición de elementos iconográficos que rompen con la “lógica” de la representación occidental y genera un quiebre humorístico y crítico. A esto lo podemos llamar Neo-Romanticismo Tropical.

Diego Pombo.

Arnold Böcklin. La isla de los muertos. 1886.


Las citas aparecen en otras obras, más cercanas a nuestras tierras. Así aparece una obra que hace referencia a Currulao en Buenaventura, de Dolcey Vergara, primera obra y primer vallecaucano a quienes se otorgó el Primer Premio del Salón Nacional de Artistas. En esta obra de Diego Pombo se destaca la presencia del maestro Hugo Candelario González, en la marimba, entre otros personajes (en muchas de las obras también aparecen Jovita y "Guerra", los locos emblemáticos de la Cali de las últimas décadas del siglo XX, interactuando con los personajes históricos y sociales). Esta obra marca otra serie en donde personajes de la vida nacional y local aparecen en escena, como si se tratara de una continua y constante representación. Así, Pombo parece evidenciar una condición ficcional de la realidad política, social y económica de nuestro acontecer diario, casi que a la manera de los mejores exponentes del Rococó francés (por ejemplo, Watteau y Fragonard), que con sus obras de poses exageradas y ambientaciones ilusorias, parecen criticar la teatralización de la corte francesa de los luises.

Diego Pombo

Dolcey Vergara. Currulao en Buenaventura. 1946.


La exposición de Diego Pombo se propone así como una versión humorística y crítica del complejo acontecer nacional y local. Con las obras del arte mundial nos genera reflexiones sobre la guerra (Marte descansando y Venus dispuesta) y la muerte (el viaje en globo a la isla). También, sobre la ficción de lo real y lo real de lo ficticio, al ubicar sus escenas en entornos teatralizados y festivos. Con todo, la actual exposición se propone como una mirada a la situación actual y al posible futuro, con la esperanza, con los cuadros de Pombo, que el Pos-Conflicto sea un carnaval.

Nota: Las imágenes de Botticelli y Arnold Böcklin son tomas de www.wikipedia.org, la de Dolcey Vergara de banrepcultural.org y las de Diego Pombo son de mi autoría fotográfica.

lunes, 9 de diciembre de 2013

ESPACIOS, TIEMPOS Y DINÁMICAS DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CALI: SALDO EN ROJO…

Por: Carlos Fernando Quintero V.

Hace alrededor de cuarenta años, el panorama artístico de Cali y Colombia, parecía absolutamente envidiable, incluso para cualquier país del primer mundo. Entre más o menos 1968 y 1976, lo que llamamos hoy el sistema de las artes en Colombia funcionaba con una cantidad enorme de eventos artísticos que permitía cubrir las necesidades de muchos de los artistas de la ciudad (Cali), la región (Sur Occidente de Colombia) y el país.

Para mostrar lo anterior, hagamos un breve y pequeño recuento de los eventos artísticos, tipo salones o bienales, que sucedieron en ese período histórico. Debo, antes de comenzar, hacer una salvedad o advertencia. En lo que llevo indagado, no hay un documento o un libro que recoja la historia de los eventos realizados en Cali, como salones de arte y bienales (si existe, les rogaría el favor me hagan llegar esa información). Incluso, no se habla mucho de estos eventos y la información está fragmentada o “desaparecida”, así que es posible que me falten datos. Algo similar sucede a nivel nacional (la falta de datos concretos y, sobre todo, mi ignorancia), aunque tengo entendido que por los lados de Medellín y Bogotá hay mayores datos y documentos. Esta situación es bastante curiosa ya que el sistema de las artes en Colombia basa su crecimiento e importancia en estos eventos artísticos.

Bueno, sin más preámbulos, echémosle una mirada a estos eventos. En cuanto a las Bienales de arte, en Medellín y Cali se realizaron, en su orden, la Bienal de Arte de Coltejer[1] y la Bienal Panamericana o Iberoamericana de Artes Gráficas[2]. La primera tuvo tres versiones (1968, 1970 y 1972). La segunda tuvo cinco versiones, aunque en períodos mayores a los dos años de lapso para ser “bienales” (1971, 1973, 1976, 1981 y 1986). Hasta donde tengo entendido, estas bienales eran internacionales, o sea, con participación de artistas, curadores, críticos y públicos extranjeros. Esto permitió un posicionamiento de muchos de nuestros artistas en el ámbito internacional, especialmente en el circuito latinoamericano y de Estados Unidos. Los resultados aún se ven. El caso más evidente y sobresaliente, aunque no el único, es Oscar Muñoz, que participó en muchas de las versiones de la Bienal de Artes Gráficas de Cali, al inicio de su carrera artística.[3]

Paralelo a estos eventos (inter)nacionales, se realizó el Salón Nacional de Artistas, que fue la vitrina natural de los artistas del país y, como lo planteó Marta Traba, era el “termómetro” de las artes del país. A mí me tocaron los salones de los años de 1980. Si bien siempre generaban polémicas, su apertura y diversidad daban cuenta de las múltiples posibilidades de las artes del país, además de ser la oportunidad de ver las obras de recientes de artistas nacionales importantes, lo que no sucede con facilidad.[4]

Si este era el panorama de las artes en cuanto a eventos nacionales e internacionales, en las regiones se daban otra cantidad de eventos menores que permitían la visibilización de proyectos locales y regionales. Recuerdo desde mi memoria los Salones de Arte Joven de Santafé de Bogotá, si mal no estoy derivados de los Salones Atenas de los años 70. Igualmente, el Salón de Arte Joven Arturo y Rebeca Rabinovich, que se realizó en Medellín desde la década de 1980 y tuvo más de diez versiones[5].

Carlos Quintero. El jaguar y sus pintas. 1995.
Salón Regional de Artistas.

En el caso de Cali, además de la Bienal de Artes gráficas y el Festival de Arte que se realizó desde los años de 1960 y dónde había un espacio importante para las exposiciones de arte, se realizaron los salones de arte que tuvieron una importancia a nivel local y regional. Uno de estos fue el de la Sociedad de Mejoras públicas de Cali, que tuvo quince versiones entre los años de 1984 y hasta 1998. Otro salón importante fue el Salón de Octubre, en torno a la Cámara de Comercio de Cali. Este también inició en 1984 y, hasta su séptima versión en 2005, funcionó de manera autónoma. Luego, por razones que no conozco, fue fusionado con el otro escenario importante local y regional, el Salón Regional de Artistas.

Carlos Quintero. Tigre con piel de oveja. 1996. 
Presentada en el Salón de la Sociedad de Mejoras públicas.

Con todo lo anterior, creo que es evidente que, entre las décadas de 1960 y 1990, las artes plásticas en Colombia tenían escenarios suficientes para los artistas y los públicos de las artes. El sistema de las artes, si bien no se pensaba o se había contemplado en su momento como tal, tenía un funcionamiento dinámico, que iba desde lo local y regional, a lo nacional e internacional. Hoy todo ese panorama suena muy idílico y bucólico, aunque faltaría una revisión más juiciosa e intensa de los eventos mencionados.

Entonces, ¿qué pasó con el sistema de las artes en Colombia? ¿Por qué y cómo se cerraron los espacios de las artes plásticas? ¿Qué impactos tiene para el sector de las artes, tanto para los artistas, como para el público y la economía del país, esta disminución o desaparición de los espacios?

Lo curioso del fenómeno de desaparición de espacios tiene que ver con la aparición del Ministerio de Cultura y el establecimiento del Sistema Nacional de las Artes, como política del mismo. Con el paso de los años, lo que parece o lo que se evidencia es que el Sistema gubernamental, no sé si de manera peligrosa o perversa, coadyuvó al detrimento y a la pauperización del sector de las artes nacionales, concentrando los recursos y las actividades artísticas locales, regionales y nacionales. Lo que ha sucedido, con esta concentración, es el control de la difusión y promoción de las artes, lo que, por antonomasia, termina en un control de la producción artística. Mejor dicho, antes los artistas, de diferentes tendencias y formaciones tenían los espacios para presentar a los diferentes públicos sus obras. Hoy, aparentemente, sólo lo que se avala desde la oficina de artes del Ministerio tiene la visibilidad y, al no ser visibles muchas producciones artísticas “diferentes” e incluso contrarias a las políticas gubernamentales, o sea, al no ser observadas, criticadas, coleccionadas o consumidas por sus públicos, los artistas pierden reconocimiento social y económico, quedándoles muy difícil seguir con su trabajo.

Carlos Quintero. Cortinas rojas. 1994.
IV Bienal de Arte de Bogotá.

Desde esta kverna, la situación se percibe como lamentable y triste. Incomprensible que se aplauda la inter(nacionalización) del 43 salón, por ejemplo, que rompe con la idea de “sistema de la artes” (la cadena que conectaba salones regionales con el nacional), cuando en Colombia, en este país y antes del Ministerio de Cultura, existió un sistema dinámico y articulado, más allá de lo gubernamental nacional. Entonces, ¿será necesario revisar a fondo este “sistema de las artes”? ¿Será posible regresar, al menos de manera parcial y con ajustes, a la situación de las artes de hace 40, 30, 20 años?




[1] En https://www.museodeantioquia.co/exposicion/68-70-72-bienales-de-arte-de-coltejer/ se puede encontrar información sobre las bienales de Coltejer se pueden encontrar
[2] Sobre las bienales de artes gráficas de Cali hay muy poco escrito. En Tres sucesos nos acercan de María Teresa Guerrero encontramos mención de las diferentes versiones. Esta se puede consultar en http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/mariate/tres.htm
[3] Frente a las bienales de arte, recomiendo la lectura de La producción simbólica de Néstor García Canclini, donde analiza el caso de la bienal de arte en Argentina, contemporánea a las colombianas. Allí plantea el auge de las bienales atadas a las políticas económicas de USA y la llegada de multinacionales a los países latinoamericanos.
[4] En http://universes-in-universe.org/esp/bien/sna_colombia/salon_nacional_colombia_historia se puede ver una reseña sobre los salones nacional en Colombia.
[5] Insisto que estos datos salen de mi precaria memoria, así que pueden ser otras fechas o más y menos versiones.

lunes, 2 de diciembre de 2013

ESPACIOS, TIEMPOS Y DINÁMICAS DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CALI: BLOC NO ES EL PROBLEMA.

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

En los últimos tres años, sin falla y sin falta, cuando salen los resultados de la convocatoria BLOC (Becas Locales de Creación de Cali) y cuando se realizan las respectivas exposiciones, llegan a mis correos, se comenta por Facebook e, incluso, llegan a casa los dolientes y quejosos. La situación es normal y no es para alarmarse. Siempre ha sucedido y sucederá. Es parte de nuestra natural condición animal y humana. Lo mismo sucedía cuando se realizaban los salones de arte con premios. Nunca había un consenso sobre los premiados. Incluso, para el pasado Salón (Inter)Nacional de Artistas, muchas fueron las quejas y las demandas, encabezadas por prestigiosos actores del medio artístico nacional, antes beneficiarios del evento. Por eso, casi me atrevería a decir que el volumen de críticas y cuestionamientos, antes que alarmar, debería convertirse en un indicio positivo, que determinaría que los proyectos o los programas tienen impacto y relevancia. Si no fuera así, nadie diría nada.

La diferencia este año ha sido que las manifestaciones de descontento y rechazo se han hecho públicas y evidentes, lo que parece indicar que algo está pasando, al menos en cuanto a la actitud de los actores del medio de las artes en Cali. Creo que se está llegando a una situación hartazgo, que superaría con creces la situación de descontento e inconformidad general, por las faltas y carencias del medio local. Desde hace unos años se presentan cada vez más iniciativas privadas, pequeños espacios y eventos se han dado en la ciudad, sobre todo gestados por jóvenes artistas. Esto pone en evidencia que muchos son los actores actuales y cada vez parecen menos los espacios y recursos destinados a las artes. Igualmente parece indicar que hay serios vacíos en cuanto a las calidades y cualidades de los actores culturales, sobre todo en cuanto a los encargados de las entidades gubernamentales (o sea, Secretarías de Cultura). Y mucho falta desde la academia, que se ha limitado a replicar un modelo de formación artística (que ya huele a caduco), sin pensar ni proponer en la formación de cuadros directivos para las artes, que potencien y dinamicen el medio artístico local.

Lo fácil es echarle la culpa al BLOC y a sus organizadores. Sí, creo que hay cosas por revisar y ajustar, como sucede con cualquier proyecto o programa (nada y nadie es perfecto). Sin embargo, el programa y sus eventos responden a las expectativas e intereses de un sector de las artes plásticas y visuales de la ciudad. Y el problema parece ser este, que es el único programa con estas características, en un medio cada vez más deprimido e ignorado. Es muy difícil que un solo programa abarque en su diversidad, multiplicidad y complejidad, todos los fenómenos artísticos locales. Lo anterior, seguramente, sucede en cualquier medio artístico dinámico y activo. Faltaría entonces mayor apoyo a las artes locales, involucrando los diferentes sectores y las diferentes prácticas. En definitiva, al final de todo, no estamos hablando de arte sino de derechos ciudadanos.

Obras de Juan Melo y Precarius tecnologicus. Casa Proartes. BLOC, 2013.


Y si vamos a hablar de arte, ya entrados en el siglo XXI, debemos ir más allá del mainstream o la corriente principal y comenzar a valorar y apoyar a sectores que, bien sea por desconocimiento, negligencia o algún(os) terrible(s) acto(s) de discriminación (racial, social, sexual, de género, económica o política, o todas las anteriores y más). Lo que también se parece cuestionar, en el fondo de las discusiones, tendría que ver con cambios de modelos de las artes, de cómo, quién, por qué se producen las obras y cómo, dónde, cuándo, a quién y por qué se difunden estas obras. Porque todo parece indicar que ya no estamos en un modelo centrado y único, sino más bien en un modelo abierto y diverso. Sería como pasar de un medio que piensa en el juicio estético, como eje principal de sus valoraciones, a un medio que hable de prácticas y fenómenos culturales y artísticos, donde el juicio sea una parte y no el centro de la reflexión.


En síntesis, las quejas sobre el BLOC parecen más sobre la situación local de las artes, que sobre el mismo programa y sus eventos. Por eso, más allá de cuestionar o criticar al BLOC y las actuales exposiciones, se debería revisar el modelo y el sistema de las artes en Cali y ver si responde o no (estoy casi seguro de lo segundo) a las condiciones y expectativas del sector en general. Una de las vías, es haciendo una revisión crítica del pasado de las artes locales (y por extensión nacionales y, por qué no, globales) en cuanto a la cantidad y calidad de espacios y tiempos para las artes plásticas y las posibles o potenciales relaciones con el público. Esta revisión se propondrá, al menos de manera parcial, en los artículos siguientes en Desde la Kverna.