Hace más o menos tres siglos,
la humanidad comenzó un proceso de cambio de paradigma que aún no se cumple en
su totalidad. Este cambio implica la transmutación del modelo social, político,
económico, ambiental y cultural, del cual las artes han sido testigos y
cómplices. Como todos los fenómenos de la historia, el inicio de este proceso
es casi imposible de ubicar o de señalar con exactitud. Un antecedente puede
ser el Renacimiento, con el retorno al antropocentrismo, o el advenimiento de
las academias modernas, por los lados del reinado de Luis XIV, o el surgimiento
del libre pensamiento y la enciclopedia en la época de la Ilustración, o todas
las anteriores y otras que olvido. También, a estas causas se pueden unir el
mercantilismo producto de la nueva concepción y comunicación del mundo después
de Colón y la industrialización.
Las primeras consecuencias de
estas hipotéticas causas fueron las revoluciones del siglo XVIII y del XIX, así
como las grandes guerras del siglo XX, desde la Independencia de los Estados
Unidos, la primera Revolución Francesa, los procesos de Independencia en
América latina, la Revolución mexicana de 1910 (aún espero la otra), las dos
Guerras mundiales, Corea, Viet Nam, la Guerra de los Balcanes, los constantes y
continuos conflictos de África, la Independencia de la India, Irak, hasta el 11
de septiembre. Los conflictos bélicos marcan los momentos culminantes de los
cambios políticos, sociales y económicos. Entre estos cambios está el regreso
al estado republicano, o sea a un estado basado en tres poderes, que ha ido
desplazando los regímenes totalitarios monárquicos, y al mismo tiempo este
proceso marca el nacimiento de los actuales estados nacionales. El proceso aún no
termina.
Las artes han registrado o han
acompañado este proceso de tres o más siglos. Así, Renacimiento, Rococó,
Neoclásico y, de manera especial, el Romanticismo, se pueden asociar
directamente al proceso antes mencionado. De esta manera, la actual exposición
de Diego Pombo en Casa Proartes, adquiere un sentido inusitado y una
pertinencia inaudita, ya que, en medio de los actuales procesos de paz, las
primaveras capitalinas que se asemejan a las tradicionales pugnas decimonónicas
entre el clero (la actual Procuraduría) y el pensamiento libre (el alcalde
Progresista), se convierte en fuente de reflexión ante las situaciones que
parecen dar continuidad a la conformación del estado nación que con la fe del
carbonero llamamos Colombia.
Diego Pombo.
Sandro Botticelli. Marte y Venus. 1483.
Así parece evidenciarse con
muchas de las obras de la exposición, con sólo la presencia protagónica de
Simón Bolívar, héroe romántico por excelencia. También en el hecho que muchas
de las obras son citas de piezas importantes y sobresalientes de autores
ubicados en los períodos antes mencionados. De esta manera, Pombo nos presenta
sus versiones de Marte y Venus,
aparentemente tomada de Botticelli o de la Isla
de la muerte de Arnold Böcklin, entre otras citas a la historia del arte
universal. En Pombo, estas obras sufren una significativa transformación. Por
un lado, se da un fenómeno de “tropicalización”, es decir de traducción en
términos de las culturas nuestras, evidenciadas en los colores fuertes y planos
y la aparición de elementos iconográficos que rompen con la “lógica” de la
representación occidental y genera un quiebre humorístico y crítico. A esto lo
podemos llamar Neo-Romanticismo Tropical.
Diego Pombo.
Arnold Böcklin. La isla de los muertos. 1886.
Las citas aparecen en otras
obras, más cercanas a nuestras tierras. Así aparece una obra que hace
referencia a Currulao en Buenaventura,
de Dolcey Vergara, primera obra y primer vallecaucano a quienes se otorgó el
Primer Premio del Salón Nacional de Artistas. En esta obra de Diego Pombo se
destaca la presencia del maestro Hugo Candelario González, en la marimba, entre
otros personajes (en muchas de las obras también aparecen Jovita y "Guerra", los locos emblemáticos de la Cali de las últimas décadas del siglo XX, interactuando con los personajes históricos y sociales). Esta obra marca otra serie en donde personajes de la vida
nacional y local aparecen en escena, como si se tratara de una continua y
constante representación. Así, Pombo parece evidenciar una condición ficcional
de la realidad política, social y económica de nuestro acontecer diario, casi
que a la manera de los mejores exponentes del Rococó francés (por ejemplo, Watteau
y Fragonard), que con sus obras de poses exageradas y ambientaciones ilusorias,
parecen criticar la teatralización de la corte francesa de los luises.
Diego Pombo
Dolcey Vergara. Currulao en Buenaventura. 1946.
La exposición de Diego Pombo se
propone así como una versión humorística y crítica del complejo acontecer
nacional y local. Con las obras del arte mundial nos genera reflexiones sobre
la guerra (Marte descansando y Venus dispuesta) y la muerte (el viaje en globo
a la isla). También, sobre la ficción de lo real y lo real de lo ficticio, al
ubicar sus escenas en entornos teatralizados y festivos. Con todo, la actual
exposición se propone como una mirada a la situación actual y al posible
futuro, con la esperanza, con los cuadros de Pombo, que el Pos-Conflicto sea un
carnaval.
Nota: Las imágenes de Botticelli y Arnold Böcklin son tomas de www.wikipedia.org, la de Dolcey Vergara de banrepcultural.org y las de Diego Pombo son de mi autoría fotográfica.
Nota: Las imágenes de Botticelli y Arnold Böcklin son tomas de www.wikipedia.org, la de Dolcey Vergara de banrepcultural.org y las de Diego Pombo son de mi autoría fotográfica.
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