Por: Carlos Fernando Quintero V.
Si algo aprendí con la historia del arte es
el valor de las obras, los documentos de los artistas y de los museos. A veces
no somos tan conscientes de esto. Pero cada pedazo papel, cada dibujo, cada
lienzo, cada escultura, cuentan al momento de hablar de historia, así sea para
revisar la vida de un artista, la comunidad y el entorno social en el cual
vivió o las ideas y tendencias de un momento histórico. Es por esto que el robo
de arte debería ser considerado, más que un problema de orden legal, social,
civil o penal, como un crimen de lesa humanidad. Mejor dicho, al robarse una
obra de arte no se está robando simplemente un bien, una cosa, un utensilio,
una decoración. Cuando se roba una obra de arte o un objeto que perteneció a un
artista, se está robando un pedazo de historia, no sólo de esa persona, sino de
toda una comunidad, de toda una sociedad.
Por lo anterior, el robo de las obras y
bienes de la casa museo del maestro Efraím Martínez Zambrano, pintor de
principios del siglo XX de Popayán (Colombia), es uno de los peores sucesos de
este tipo sucedido en Colombia, ya que no sólo se robaron todo lo que pudieron,
según sus propietarias y herederas del maestro, sino que además han privado a
la comunidad en general de un patrimonio invaluable, de un acervo histórico
único e incomparable. Esta situación es peor que el robo del grabado de Picasso
del Museo Negret, también repudiable.
Ya han pasado casi dos semanas y del caso se
sabe poco. Ojalá pronto se encuentren los culpables y, sobre todo, las obras,
los documentos y demás bienes sustraídos del museo. También, ojalá, el caso no
caiga en el olvido y permita que las obras y el museo del maestro tomen,
nuevamente, la relevancia que merecen.
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