Domingo por la noche. En menos de 72 horas he
visitado las ferias de arte de la capital de la república: Odeón, ArtBo,
Sincronía y la Feria del Millón. Calculo haber visto cerca de tres o cuatro mil
obras de más de un millar de artistas, de diferentes partes de Colombia y del
mundo. Y la conclusión preliminar, rápida, en caliente, es que el nivel es muy
pobre en términos generales, que se están exhibiendo y comercializando objetos
decorativos que tienen mayores profundidades y propuestas. Cosas a veces no
sólo superfluas, banales, ligeras, anodinas, sino, además, en algunos casos
pobres de calidad y hasta mal hechas. Claro, en términos generales y con algunas
excepciones, que salvaron en el mejor de
los casos el costo de las excesivamente caras boletas (caras no por el precio,
sino por el pobre y deprimente espectáculo que implicaron).
Claro, es obvio que una feria de arte es un
espacio de comercialización de lo artístico, que no necesariamente responde a
los criterios académicos y estéticos. Los criterios tienen qué ver más con las
fluctuaciones de los mercados del arte global y local, con los gustos
veleidosos de los públicos, los intereses de negocios de los galeristas y
dealers y la especulación de algunos coleccionistas. Por tal motivo, más que
ver “arte”, lo que importa es ver “cómo se comporta” el medio y el mercado del
arte. El balance artístico parece ser muy pobre y deficiente. El balance
económico parece ser importante, aunque creo que no al nivel de años anteriores
(todos estos juicios están basados en la percepción y son a priori. Después,
imagino, se publicarán los resultados y ya se podrán evaluar los alcances de
los eventos).
Mejor dicho, las propuestas artísticas
parecen ir mal, y los negocios parecen ir bien, aunque no tan bien. En cuanto a
las primeras, en todas las ferias hay obras derivativas, casi plagios, que no
tienen ni rigor ni compromisos serios ni investigativos, ni éticos, ni
sociales, ni políticos. Como que la mayor parte de lo exhibido parece plegado
al gusto burgués ramplón. Las obras no ofrecen ni siquiera una resistencia
técnica, ni siquiera proponen una tensión en la imagen. Son obras fáciles y
superficiales, sin ningún reto, propias de un arte aburrido y decorativo.
Muy pocas cosas se salvan. Por citar un
ejemplo, el espacio de Referencia de ArtBo, donde curiosamente se exhiben
piezas de artistas de décadas anteriores y que sí plantean retos desde la
producción de la obras, hasta en lo temático, muchas de ellas implicando el
riesgo vital de los artistas. Se salvan los artistas ya conocidos y amplia trayectoria,
que hacen parte de las muestras de las galerías nacionales y una que otra
internacional. Se salva un video en Sincronía
y algunas piezas de una artista de Bucaramanga en Odeón. Se salva Juan Melo en la muestra de arte tecnológico Textura (y otra artista que no recuerdo
ahora su nombre)… Y una cosa que otra más, y no más.
En los siguientes artículos, se comentarán las ferias y los artistas descatados…
Lo que salvó el viaje a Bogotá, no lo quiero
decir, primero porque va a sonar a tendencioso, acomodado y falto de criterio y
postura crítica. Pero qué se puede hacer. Las cosas son como son, y si no, que
vayan, vean, comente y critiquen. Lo que colmó con creces la expectativa, es la
exposición de artistas de Popayán, titulada Cauca: pacífico e indómito, gestión realizada por el artista y docente Guillermo Marín, de común acuerdo y hombro a hombro con los artistas Fernando
Pareja, Leydi Chávez, Alex Rodríguez y Sandra Navia. Esta exposición reúne obras de
egresados y estudiantes de la carrera de Artes Plásticas de la Universidad del
Cauca. La exposición estará abierta hasta este lunes 27 de octubre, aunque ya
hay el rumor que se va a dejar unos días más. Se puede visitar en la Diagonal
25bis (o 24bis) # 20-76, en el edificio más moderno de la cuadra. Vale la pena
verla.
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