domingo, 26 de octubre de 2014

MAREMAGNUN ARTÍSTICO EN BOGOTÁ (1)

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Domingo por la noche. En menos de 72 horas he visitado las ferias de arte de la capital de la república: Odeón, ArtBo, Sincronía y la Feria del Millón. Calculo haber visto cerca de tres o cuatro mil obras de más de un millar de artistas, de diferentes partes de Colombia y del mundo. Y la conclusión preliminar, rápida, en caliente, es que el nivel es muy pobre en términos generales, que se están exhibiendo y comercializando objetos decorativos que tienen mayores profundidades y propuestas. Cosas a veces no sólo superfluas, banales, ligeras, anodinas, sino, además, en algunos casos pobres de calidad y hasta mal hechas. Claro, en términos generales y con algunas excepciones, que salvaron en el mejor  de los casos el costo de las excesivamente caras boletas (caras no por el precio, sino por el pobre y deprimente espectáculo que implicaron).

Claro, es obvio que una feria de arte es un espacio de comercialización de lo artístico, que no necesariamente responde a los criterios académicos y estéticos. Los criterios tienen qué ver más con las fluctuaciones de los mercados del arte global y local, con los gustos veleidosos de los públicos, los intereses de negocios de los galeristas y dealers y la especulación de algunos coleccionistas. Por tal motivo, más que ver “arte”, lo que importa es ver “cómo se comporta” el medio y el mercado del arte. El balance artístico parece ser muy pobre y deficiente. El balance económico parece ser importante, aunque creo que no al nivel de años anteriores (todos estos juicios están basados en la percepción y son a priori. Después, imagino, se publicarán los resultados y ya se podrán evaluar los alcances de los eventos).

Mejor dicho, las propuestas artísticas parecen ir mal, y los negocios parecen ir bien, aunque no tan bien. En cuanto a las primeras, en todas las ferias hay obras derivativas, casi plagios, que no tienen ni rigor ni compromisos serios ni investigativos, ni éticos, ni sociales, ni políticos. Como que la mayor parte de lo exhibido parece plegado al gusto burgués ramplón. Las obras no ofrecen ni siquiera una resistencia técnica, ni siquiera proponen una tensión en la imagen. Son obras fáciles y superficiales, sin ningún reto, propias de un arte aburrido y decorativo.

Muy pocas cosas se salvan. Por citar un ejemplo, el espacio de Referencia de ArtBo, donde curiosamente se exhiben piezas de artistas de décadas anteriores y que sí plantean retos desde la producción de la obras, hasta en lo temático, muchas de ellas implicando el riesgo vital de los artistas. Se salvan los artistas ya conocidos y amplia trayectoria, que hacen parte de las muestras de las galerías nacionales y una que otra internacional. Se salva un video en Sincronía y algunas piezas de una artista de Bucaramanga en Odeón. Se salva Juan Melo en la muestra de arte tecnológico Textura (y otra artista que no recuerdo ahora su nombre)… Y una cosa que otra más, y no más.

En los siguientes artículos, se comentarán las ferias y los artistas descatados…


Lo que salvó el viaje a Bogotá, no lo quiero decir, primero porque va a sonar a tendencioso, acomodado y falto de criterio y postura crítica. Pero qué se puede hacer. Las cosas son como son, y si no, que vayan, vean, comente y critiquen. Lo que colmó con creces la expectativa, es la exposición de artistas de Popayán, titulada Cauca: pacífico e indómito, gestión realizada por el artista y docente Guillermo Marín, de común acuerdo y hombro a hombro con los artistas Fernando Pareja, Leydi Chávez, Alex Rodríguez y Sandra Navia. Esta exposición reúne obras de egresados y estudiantes de la carrera de Artes Plásticas de la Universidad del Cauca. La exposición estará abierta hasta este lunes 27 de octubre, aunque ya hay el rumor que se va a dejar unos días más. Se puede visitar en la Diagonal 25bis (o 24bis) # 20-76, en el edificio más moderno de la cuadra. Vale la pena verla.

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