Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
En las últimas semanas se ha vuelto a poner
en primera plana la crisis de las instituciones culturales del Departamento del
Valle del Cauca, la Biblioteca Departamental, INCIVA, Incolballet y el
Instituto Departamental de Bellas Artes (IDBA). Para esta reflexión me referiré
exclusivamente al caso de Bellas Artes, ya que siendo egresado y exprofesor,
conozco un poco la situación de la institución, al menos en los últimos 25
años. La situación de las otras instituciones la desconozco, así que mal haría
en referirme a ellas. Tampoco se debe tomar como espejo de las otras instituciones lo que se dice en este artículo (dividido en dos parte por su extensión). Imagino que cada una tendrá sus propios procesos y circunstancias. Ya corresponderá a otros, si es del caso, un análisis
sobre ellas.
Tristemente, la situación de crisis, las marchas,
las asambleas, las amenazas de cierre y demás situaciones afines, se han vuelto
costumbre en el IDBA. Cada cierto tiempo, en lapsos de dos, tres, cuatro o
cinco años, se presentan situaciones similares, sin que, en apariencia, se den
soluciones de fondo y definitivas. Por lo general, lo que sucede es que se dan
mini reformas, se mueven algunos funcionarios, se reciben los recursos para
asegurar el funcionamiento por cierto tiempo y ya. Como que la idea, de un
lado (las directivas institucionales), es mantener el statu quo y del otro (la gobernación en este caso), no quedar mal. Todo “se resuelve”
con pañitos de agua tibia, con algún iboprofeno financiero, algún mejoral
administrativo.
Lo que percibo desde esta kverna es que no
hay una reflexión ni un análisis de fondo sobre la real y actual situación del
instituto, hacia adentro y hacia la comunidad. Y mi percepción se basa en que
los argumentos que se esgrimen en su defensa siempre terminan en su “importancia
histórica”, o sea, se recurre a un pasado idílico y medio fantasioso, y no veo
que se hable de su actual importancia para la comunidad caleña y vallecaucana.
La idea de este escrito, es aportar ideas que permitan un análisis un
poco más profundo y real y que posibilite la discusión y, por qué no, un
mejoramiento y un cambio real y de fondo, que resuelva de una vez por todas, la
precaria situación.
Según los informes de prensa, el IDBA recibió
de la Gobernación del Valle del Cauca, la suma de 3.500 millones de pesos, que
corresponden al funcionamiento del primer semestre del 2014. Sin embargo, estos
no son los únicos ingresos de la institución. Si mal no estoy, se deben recibir
aportes de las estampillas departamentales y se deben generar recursos propios
(por concepto de matrículas y servicios prestados, además de la administración
de programas y proyectos municipales, departamentales y nacionales). Por lo
general, sumados todos estos rubros, los ingresos del IDBA deberían alcanzar un
poco más de los 10 mil millones de pesos (aunque tengo entendido que se han
alcanzado hasta 12 mil 500 millones en vigencias anteriores).
La principal vocación del instituto es la
educación artística, seguida de la promoción y la investigación. Desde hace más
de dos décadas, es una institución de nivel superior. Por lo tanto, los
estudiantes, en su mayoría, son de este nivel de formación. Así, por otro lado, y en referencia a la educación superior en Colombia, se ha hablado que el
costo o, más bien, la inversión que hace el estado colombiano por estudiante es
de 3,5 millones de pesos al año, cifra absurda y ridícula por lo baja. Digamos,
y el ideal sería, que esta inversión sea, al menos, de 5 millones. Esto no quiere decir
que se le den los 5 millones al estudiante, ni mucho menos, sino que sumados
los costos o los gastos de la educación en Colombia y dividido por el número de
estudiantes, lo ideal sería que en cada estudiante gastara esos 5 ideales
millones.
Ahora bien, si el presupuesto del IDBA es de
12 mil millones de pesos al año, ¿cuántos estudiantes debería atender? La
operación es sencilla. Se divide 10 mil millones por 5 millones (12000/5
quitándole los seis ceros de los millones) y el resultado es… 2400 estudiantes.
Esto en el ideal de los 5 millones. Y en la paupérrima realidad de 3,5 millones
por estudiante (12000/3,5) serían cerca de 3430 estudiantes. ¿Tiene tantos
estudiantes el IDBA? La respuesta es no. Creo que a duras penas alcanza a tener mil estudiantes en
todos sus programas, lo que implica un balance bastante deficitario de gestión. Es obvio que el costo, gasto o inversión, como se quiera llamar, es mucho más alto. Pero ¿cuál sería el costo por estudiante en el IDBA si fueran
mil y recibiera 12 mil millones? Operación sencilla: 12.000’000.000/1000=12’000.000
de pesos, más del doble del ideal y casi el cuádruple de la triste realidad.
Hay que entender que esos 12 millones no se le
entregan a cada estudiante, sino que se suma y se divide para cubrir los costos
de instalaciones, equipos, personal administrativo, profesores, recursos para
la docencia, investigación, promoción y proyección institucional, seguridad,
aseo, gastos fijos y demás costos. Claro, se puede decir, y con cierta razón, que
la educación artística es costosa, por sus “condiciones especiales”, porque “debe
ser personalizada” en el caso de la música, por lo costos de producción y de
espacios “adecuados” y “los equipos y recursos especializados y de óptima
calidad” que se deben utilizar. Claro, eso seguro es cierto, en el ideal. Pero
lo que se cuenta es que esto no sucede en la institución. Es más, que dista
mucho de esto.
Por otro lado viene el impacto real a la comunidad caleña y vallecaucana. Atender a mil estudiantes, frente a una población de 2 y medio de personas (Cali) y al rededor de 5 millones (Departamento del Valle) nos habla de un impacto irrisorio, casi llegando a cero (0). La institución hace rato no promueve nuevos programas, ni genera dinámicas que impliquen cubrir más población o generar proyectos de mayor impacto, como lo hizo hace una 4 o 5 décadas, cuando lideraba los Festivales de Arte o participaba más activamente en el devenir cultural y artístico de la ciudad y el país. Ahora, los reconocimientos del IDBA se limitan a los logros aislados e individuales, muy importantes eso sí, de algunos profesores o estudiantes, que, en muchos casos, contra viento y marea, realizan de manera heroica su trabajo.
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