domingo, 15 de febrero de 2015

EN TORNO AL ARTE CONTEMPORÁNEO (1)

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Ya entrado este siglo XXI, a tres lustros de su inicio, que bien parece poco lustroso, todo parece indicar que las discusiones del siglo anterior están lejos de ser superadas y retornan con cierto tufo melancólico y avinagrado, al menos en el caso de las artes. Hoy, de la mano o de la pluma o de la lengua de personajillos recalcitrantes se reviven las viejas preguntas: ¿Qué es eso del arte contemporáneo? ¿Será arte? ¿Será contemporáneo? Son preguntas que fácilmente podrían estar cumpliendo cien años, si nos vamos a los orígenes de los fenómenos artísticos a los cuales nos podríamos referir. Ya hace casi cien años, las huestes Dada estaban alistando sus barricadas y puestos de combate, en medio de una guerra absurda, como todas. O son preguntas que al menos llevan medio siglo, si nos ubicamos en las artes de la posguerra (de la Segunda Guerra), con el surgimiento de tendencias Neo Dada y otras, a lo largo y ancho del planeta.

Lo que me extraña y me perturba es que después de tanto tiempo y tantas cosas ocurridas, pasadas, discutidas, escritas y hechas, personas con educación artística o cercanas a los problemas de las imágenes, retomen estas viejas preguntas y repliquen las absurdas e ignaras argumentaciones de autores retrógrados. ¿Qué indica esto? ¿Será que falta de más información y más formación? ¿Será una muestra del desinterés y la poca capacidad crítica y de estudio? ¿Será que nos quedamos en lo superficial y superfluo y no se indaga más allá, en las fuentes de los acontecimientos y los fenómenos? O, ¿será que nuestra sociedad actual no nos permite ir más allá? O, ¿todas las anteriores y más? No sé. No sé por qué, ni qué pasa. Lo único que me atrevería a afirmar es que, antes de afirmar o refutar cualquier fenómeno, de postear hasta volver viral cualquier información, cualquier artículo, nos deberíamos tomar una tiempito y preguntarnos sobre la veracidad, la pertinencia, la calidad de lo que se replica y no caer en el automatismo del “like”, más si de una discusión profunda se trata. Esto podrías ser hasta un “mínimo ético”, sobre todo para aquellos que estamos en el campo de las artes. El problema es grave y difícil y no se debería banalizar.

Hace muchísimos años me invitaron a realizar una charla sobre mi obra (en aquella época me consideraban artista, aún…) Comencé la perorata afirmando que para que exista “arte contemporáneo” se deben cumplir dos condiciones, fundamentales, esenciales e indiscutibles: la primera condición es que, sea lo que sea, más allá de las formas y las técnicas, la cosa o el fenómeno al que nos referiremos debe ser “arte” y lo segundo es que debe ser “contemporáneo”. Mi intención, con esta respuesta tautológica, es retornar a la definición de los conceptos y evitar la presunción del conocimiento de los mismos. Si mal no estoy, la invitación y la charla fue por allá en la década de 1990. Antes de la invitación, ya había comenzado a reflexionar y estudiar sobre el asunto. Después lo he hecho un poco más. Espero poder resumir, brevemente, mis conclusiones sobre eso que se suele llamar “arte contemporáneo”.

Primera condición: Que sea arte.


Por lo general, en lo común, se manejan tres definiciones generales de arte: 1) Arte es “lo bien hecho”, referido a las técnicas, los materiales y las formas; 2) Arte es “lo que expresa”, desde el sentir del sujeto artista y más allá de las técnicas, los materiales y las formas; 3) Arte es “lo que comunica”, donde pesa más el “mensaje” y “la cultura” (“cultura” como tradición, identificación o conocimiento). Desde mi punto de vista, ninguna de las tres satisface ni es suficiente para determinar lo artístico. Lo artístico puede ser algo “bien o mal hecho”, puede o no “expresar”, puede o no “comunicar” y a pesar que cumpla alguna, varias o todas estas condiciones, una cosa o un fenómeno puede o no ser artístico. Lo anterior me lleva a proponer una cuarta definición, que es la menos común de todas y es que aquello que por lo general llamamos arte tiene un carácter “poético”, es decir, que sobrepasa o trasciende lo prosaico, lo literal, lo anecdótico y se refiere a “otra cosa”[1]. Coloquialmente, siempre acudo a “La espada del augurio” de los Tunder Cats, que permite “ver más allá de lo evidente”. Y, para mí, de eso se trata el arte, de ver más allá de lo evidente. Ese es el carácter poético.

Tomado de http://fc09.deviantart.net/fs17/f/2007/125/c/e/Espada_del_Augurio_2_by_DrAkMa.jpg

Segunda condición: Que sea contemporáneo.

La definición de contemporáneo refiere al tiempo presente, como en el instante o como en un presente continuo. Así, lo contemporáneo refiere a lo de hoy, a este momento, a esta época. Pero ¿cómo funciona esto en las artes? En términos generales, lo contemporáneo en las artes se asocia con la primera definición propuesta antes, es decir, con lo “bien hecho”, con las técnicas, los materiales y las formas. Así, muchas veces se considera contemporáneo aquello “bien hecho” en técnicas como la instalación, el performance, el objeto, el video (hay qué anotar que muchas veces lo “bien hecho” contemporáneo puede ser lo “mal hecho” tradicional). Y puede tener algo de razón, ya que las técnicas actuales plantean problemas imaginativos igualmente actuales, respondiendo a una sensibilidad o un sentir de esta época. Sin embargo, tampoco me parece suficiente, ya que la instalación, el performance, el objeto y hasta el video, tienen una larguísima historia y presencia en las artes, mucho antes de estas épocas. Por citar un rápido ejemplo, los altares y retablos de las iglesias barrocas (y sólo para hablar del Barroco) ¿acaso no eran instalaciones? Los Autos de fe ¿acaso no pueden considerarse performances o happening?s (si mal no estoy de allí derivan muchos de los artistas del performance de la historia reciente) ¿Acaso las procesiones no pueden ser entendidas “motion picture” o imágenes en movimiento, como el cine o el video? Y, ¿acaso los objetos-arte no pueden ser reliquias, como las de los santos? Con todo irrespeto, quien piense que la utilización de un medio artístico y tecnológico actual lo hace “artista contemporáneo” o está cañando (entre engañando y burlándose) o no tiene consciencia histórica ni crítica.

Nuevamente, con irrespeto, lo contemporáneo es poco menos que un sofisma, al menos planteado desde las técnicas, los materiales y las formas. Incluso me atrevería a decir que un planteamiento desde ese punto de vista es retrógrado y absurdo. Devuelve la discusión al menos cuatro siglos, a los orígenes del término “bellas artes”[2]. Y yo quisiera entender y proponer la contemporaneidad desde otra dimensión y desde otro espacio. Ese espacio es el del pensamiento, que se relaciona pero no se determina por un hacer. Y, entonces, ¿cómo, cuándo y dónde lo contemporáneo?

Nuestra mirada y concepción del mundo ha cambiado radical y sustancialmente en el último siglo y medio, a partir de los aportes de grandes pensadores, de los cuáles destacaré cuatro, como ejemplares: Karl Marx, Charles Darwin, Sigmund Freud y Albert Einstein. Aclaro e insisto en que no son los únicos. Hay muchísimos más, entre hombres y mujeres. Los pongo como ejemplo, ya que fueron fundamentales en el origen de los problemas de la “contemporaneidad”, es decir, de la mirada, el sentir, el pensamiento de esta época. A partir de sus aportes al pensamiento en general cambió, o debería haber cambiado, nuestra concepción de humanidad, de sociedad, de cultura, de pensamiento, de realidad y verdad. Y en síntesis, sin ganas de hacer gala y alarde de mi ignorancia, su gran aporte es pasar de la certeza divina a la incertidumbre humana. Esta, la contemporaneidad del pensamiento, de lo incierto humano, convertida en propuestas poéticas, es la que me interesa y la que les propongo, para comenzar a hablar de “arte contemporáneo”.

Desde esta concepción, lo contemporáneo en las artes está ligado al pensamiento y el sentir. Así, un artista contemporáneo debería tener o estar vinculado a planteamientos teóricos y miradas críticas sobre la realidad actual, y a partir de estos realizar sus propuestas artísticas, siendo técnicas, materiales y formas, medios y fines que propongan o susciten la mirada del espectador, que a su vez aporta a la construcción de la obra desde la discusión. Y desde la discusión, que también es el discurso sobre las obras, es que estas se completan y actualizan. Lo que sucede cuando se ve y se discute hoy, a través del pensamiento y el sentir de esta época, una obra de este tiempo o del pasado, es que las primeras se terminan de construir y las segundas se actualizan o “contemporanizan” (mejor ejemplo, la Gioconda, que cada uno de sus “nuevos” discursos, de sus nuevas lecturas, modifican el sentir y el significado de la obra, dando más de qué hablar y así sucesivamente). De esta manera, todo el arte que se discute hoy, es contemporáneo, más allá de que hoy se haya hecho, con “técnicas actuales”. Y, más allá de las técnicas, materiales y formas de la tradición, el arte es arte por su carácter poético, por esa capacidad de suscitar esa otra mirada, esa otra significación, esa otra lectura, esa constante y continua discusión.


Tomado de http://www.argenteam.net/resources/images/7564b4e1c45aa8405b3731ea0c0cdc5c.jpg




[1] Mi encuentro con “lo poético” de las artes se dio en primer lugar desde El arco y la lira de Octavio Paz y luego en La poética de Aristóteles. Recomendaría ver también Metáfora viva de Paul Ricoeur.
[2] Charles Batteux. Les Beaux-Arts réduits à un même principe. 1746.

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