Por: Carlos Fernando Quintero V.
Hace ya unos buenos años, discutiendo con un
distante amigo historiador del arte en México, sobre el panorama de las artes
en Colombia, no se me ocurrió mejor simil que las formas de la violencia para
hablar de los artistas de las últimas décadas. La situación de las víctimas de
los actores violentos se parece demasiado a la de los artistas colombianos. Por
ejemplo, tenemos generaciones de artistas “desaparecidos”, grupos de artistas “desplazados”
o “desterrados” y poblaciones enteras de artistas “masacrados”. Claro, no en un
sentido literal, si no, por fortuna, alegórico o metafórico. Y de las
situaciones mencionadas parece que no se salva nadie, o muy pocos afortunados.
Hasta el mismo Fernando Botero, el artista más publicitado y promocionado del
país, habría sido víctima de “desaparición” (ya lo es aparentemente del “destierro”)
de no ser por sus ampulosas donaciones de obras y espacios en Medellín y Bogotá
(¿y no serán estas las impulsoras primigenias de los fenómenos artísticos
actuales en las dos ciudades?).
La cuestión fundamental es que hay un fenómeno
de desconocimiento y olvido programados, que parece se ejerce desde las mismas
instituciones encargadas del patrimonio y la memoria, que tienen un afán ultra
modernista por todo aquello “novedoso”, así esa novedad sea la repetición de
formas y actos que se desconocen y se olvidaron. Así, la mayor parte de los
artistas colombianos, están olvidados o perdidos, no importando su nivel de
reconocimiento en vida o las calidades de las obras que dejaron.
Uno de los miles de ejemplos es Hernando
Tejada. El maestro pereirano que vivió casi toda su vida en Cali, que se
convirtió en una de las figuras emblemáticas del arte de la ciudad, al punto
que su famoso gato es símbolo de Cali, como La Ermita o Cristo Rey, a su muerte,
fue “desterrado” y menos preciado, casi hasta el olvido. Lo puedo decir con
propiedad. Hace pocos meses tuve la desafortunada oportunidad de visitar su hoy
ruinosa casa, llena de objetos, obras, fotografías, murales y artefactos
realizados por el maestro y sus amigos, dejados en el olvido y el abandono.
Dolido por el abandono, contacté a los encargados del legado y con tristeza me
contaron que nadie en Cali, ni las instituciones gubernamentales, ni la empresa
privada, ni la academia, ni nadie, de todas las personas con las que hablaron,
quiso hacerse cargo de esa casa, sin dudas, patrimonio cultural y artístico de
Cali y el Valle. Es más, ni siquiera quisieron sus obras, seguro siguiendo los
mismos vetustos principios que valoran “lo novedoso” (es lo único que no
cuestionan, el viejo principio de “lo nuevo”). Así, el Legado artístico de
Hernando Tejada se fue para Medellín, dónde le dieron (según me cuentan, porque
no he ido a verlo) un espacio digno. Lo mismo, hasta donde me contaron, sucedió
con su hermana Lucy. Lo mismo con tantos artistas que hoy desconocemos y que no
sabremos nunca de ellos ni de sus obras.
Por eso celebro con tristeza y con rabia la
próxima exposición de Hernando Tejada en el Museo La Tertulia. Ojalá y sea el
inicio de un “proceso de paz” en las artes de la ciudad y el país, que brinde
justo y digno reconocimiento a los artistas de todos los tiempos y todas las
tendencias. Sin ellos no estaríamos aquí… ¡Justicia y reparación!
La exposición se inaugurará el próximo lunes 15 de diciembre, a las 5pm...
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