Por: Carlos Fernando Quintero
Hace muy poco fui invitado a participar en la exposición en homenaje y la inauguración de la sala dedicada a las obras del maestro Carlos Rosero. La verdad, acepté sin conocerlo, por intuición. Y con la intuición me pasa que ella nunca me falla, más bien yo le fallo a ella. Para mí ha sido un encuentro y un descubrimiento placentero, agradable y edificante. Rosero como ilustrador y artista, ha estado en casi todas las casas de Colombia en las últimas décadas, sin que nosotros lo supiéramos. Aquí, a continuación el discurso que escribí para la inauguración. (Fotos cortesía del maestro Carlos Rosero).
Discurso con presencia del maestro Carlos Rosero y su esposa.
Santiago
de Cali, agosto 14 de 2014
Para
mi es un honor y un placer dirigirme a ustedes en esta ocasión tan especial,
muy especial. Quiero, antes de iniciar expresar mis más sincero agradecimiento
a las personas que me tienen acá en este momento. Primero a Álvaro Vanegas,
galerista connotado de la ciudad de Cali y Colombia, quién me contactó con el
doctor Jaime Roberto Arias, a quién también agradezco la invitación y la
confianza. Igualmente a la doctora Isabel Sáenz quién me atendió muy
amablemente desde un primer momento. Y que no falte la persona más importante
de esta noche, el maestro Carlos Rosero, nuestro artista, que engalana con sus
obras este maravilloso espacio, dedicado a la belleza y la salud, dos términos
asociados inevitablemente a las artes.
Maestro Carlos Rosero.
Para
comenzar, quiero valorar el espacio en que nos encontramos hoy. Y lo quiero
valorar porque para mi es un ejemplo que debemos promover y seguir. Dedicar un
espacio importante a la colección de obras de un artista y ofrecerlas al
público no es un gesto común en nuestra ciudad (Cali, Colombia). El esfuerzo y
la dedicación que se le ha dado a este espacio es algo que, insisto, debemos
valorar y resaltar. Es un regalo incalculable para las artes y para la gente de
Cali, que aporta en muchos niveles a la sociedad caleña. Ojalá pronto tengamos
salas similares, colecciones de arte que públicamente se exhiban y recojan la
producción de artistas, de la manera y la calidad como la que podemos apreciar
hoy.
Carlos Rosero. Colombia en la cabeza y el corazón.
Pastel y acrílico sobre papel.
Y
en esta sala podemos apreciar, desde hoy y en adelante, una buena parte de la
producción del maestro Rosero, con la dignidad que merece. Obras que son una
prueba fehaciente del arte nacional, de una vida dedicada a la imagen y a tocar
los corazones de quienes las atestiguamos de múltiples maneras. Porque el
maestro Rosero nos brindó sus obras de manera callada, casi que anónima, desde
las carátulas de los discos de la CBS por cerca de 17 años. Así, la mayor parte
de las familias colombianas, amantes de la música, tuvimos a Rosero en nuestras
casas, casi sin saberlo. ¿Quién no ha comprado alguna vez disco por su
carátula? Estoy seguro que muchos tuvimos momentos de ensoñación, nos
transportamos a otras dimensiones, construimos idilicos encuentros en la
relación de lo musical con la imagen visual. La caratula no sólo es la primera
impresión, el “gancho” que acompañó a la música. Es el complemento necesario
¿cuántas veces no escuchamos un tema musical viendo la carátula? Las imágenes
del maestro Rosero acompañaron y acompañan las veladas musicales de las últimas
décadas. Prueba y reconocimiento de su labor los premios recibidos durante su trayectoria,
como el Premio Mención Billboard y el de la CBS, como mejor carátula.
Carlos Rosero. Fantasía. Pastel y acrílico sobre papel.
Las
obras que apreciamos hoy del maestro Carlos Rosero son un homenaje a Colombia,
que no sólo nos deben agradar, sino que además nos invita a reflexionar sobre
el país y su gente. Cuando las vi por primera vez, me encantaron, me
fascinaron. El maestro Rosero tiene un manejo de la técnica como pocos, como
los mejores de la historia del arte. Se destaca la prolijidad, la pulcritud, la
dedicación y el cuidado a los más mínimos detalles. También el manejo del
color, un color armonioso, intenso en los momentos y las condiciones
necesarias. Su color es musical, rítmico, de valores precisos y sin ninguna
disonancia. Al manejo del color se une la luz, como el elemento que resalta las
imágenes y que además tiene características simbólicas, que exaltan las
figuras, pero que su vez implica el camino luminoso que utópicamente deberíamos
seguir en Colombia.
La
idea de la luz como un camino espiritual y de crecimiento es ancestral. Se
encuentra al inicio de las religiones, las civilizaciones y las ciencias. Lo
describe muy bien Platón en el Libro VII de la República, en su famoso Mito
de la caverna. Es, en últimas, el sentido de la vida. Es lo que nos debe
constituir como seres humanos, dotados de divinidad, de universo. Esto se opone
a la oscuridad, que es sinónimo de maldad, de mentira y falsedad. La luz es
equiparable a la belleza, que no es sólo el exterior sino algo que brota desde
adentro del ser.
Vista general de la sala dedicada a las obras del maestro Rosero. Clínica Quirúrgica de la Belleza. Cali, Colombia.
Así
llego a algunas obras que quisiera resaltar de esta exhibición. Como a la
imagen de esta hermosa niña que parece ser el motivo central de esta exposición
y que da el nombre de esta colección: Colombia
con la cabeza y el corazón. Porque además que la obra está magistralmente
ejecutada, el maestro Rosero ha logrado capturar esa belleza que sólo puede
nacer del alma y se expresa en la mirada. Resaltemos los ojos de esta niña, la
luz que parece salir de ellos y que nos inunda de bondad y belleza. Esta es una
obra apacible, que se convierte en un emblema de la esperanza por un futuro
mejor.
Carlos Rosero. Clase de música. Pastel y acrílico sobre papel.
Señalemos
también, que casi todos los personajes representados en estas obras son mujeres
y la mujer es símbolo de maternidad, de vida, y también de geografía,
territorio y patria. Y estas mujeres, todas sutilmente adornadas con el
tricolor nacional, se convierten en símbolo de Colombia, de cada una de las
regiones. Encontramos a Efigie, con
su sombrero de la costa atlántica, concha de jovo, mujer altiva, orgullosa que
sale de la oscuridad a la luz, como los que salen de un mal momento a tiempos
mejores. Al similar sucede con Fantasía,
con el sombrero de Jipa Boyacá, donde la mujer de espaldas se enfrenta a la
oscuridad, como permaneciendo recia ante la incertidumbre. No podían faltar los
representantes de su tierra natal, como en Vasija
de barro con sombrero de Pandereta de Nariño, retratando la inocencia, la
dulzura, la dedicación. También en Clase
de Música donde se alcanza a escuchar la sonoridad del zampoña, símbolo de
la tradición ancestral y musical, no sólo del sur de Colombia, sino del
continente.
Carlos Rosero. Vasija de barro. Pastel y acrílico sobre papel.
Las
obras del maestro Rosero invitan al goce, no como un simple placer y un
deleite, que lo generan, sino el placer del sentir espiritual y racional. Nos
ponen a pensar sobre la vida, sobre el país, distanciándonos de ese horror
cotidiano, y acercándonos a la esencia de lo que realmente somos: gente buena y
en paz.
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