lunes, 26 de agosto de 2013

ESTO ES CRÍTICA

Por: Carlos Quintero

De un tiempo para acá, se ha reactivado en la ciudad de Cali el interés por la crítica de arte, con la aparición de El Pulpo, La letra pequeña y Elhenocontraproducente. La aparación de estos nuevos aparatos de opinión coincidió con la publicación de los escritos del colectivo Ojotravieso, por parte de la curaduría Desde el malestar, casi como una necesidad caprichosa de Juan Sebastián Ramírez. Si bien he aplaudido estos espacios nuevos, muy necesarios para el arte de la ciudad (incluso alguna vez ofrecí apoyo a uno de ellos), como un preocupante y confuso fenómeno paralelo, en los últimos meses, han venido circulando en red una serie de escritos que hacen referencia y atacan personalmente a miembros de la comunidad artística local, en especial a Juan Sebastián Ramírez, Sally Mizrahi y Oscar Muñoz. Incluso, y me lo han preguntado directamente o lo han insinuado en algún comentario perdido, se ha pensado que quien escribe ha sido autor de algunos de los primeros (los nuevos espacios críticos) y, sobre todo de los segundos (los panfletos).

Debo decir que me siento muy halagado por parte de todos los que han pensado o piensan que estos escritos son de mi autoría. Muy halagado porque después de tanto tiempo en el prestigioso anonimato, aún se acuerda de mí, aunque sea para intentar desprestigiarme. La verdad, me tiene sin cuidado aquello del prestigio o del desprestigio. He trasegado tanto por los dos, que ya no me importan. Tampoco quiero defenderme o aclarar nada. Lo que sí considero, desde mi inconmensurable ego (este que me ha llevado a ser comparado con un porteño más) es que definitivamente les hago mucha falta y necesitan de mí. Advertí que el ego es inconmensurable. Por este motivo he decidido salir de mi delicioso ostracismo, para, nuevamente, pluma en ristre, atacar los molinos de papel y viento de las artes locales, nacionales y, si alcanza el presupuesto, las internacionales (se aceptan donaciones y dádivas, en cheques o en billetes).

Mi primera labor es distinguir y orientar los fenómenos escritos mencionados con anterioridad. Permítanme regresarme a mi origen en estas lides. Lo primero fue el Periódico mural D Goya 2, que realizamos con dos insignes compañeros de Bellas entre 1987 y 1988: Armin Trogger y César Arturo Castillo. Allí empezamos una actividad crítica dentro de la institución, que estuvo acompañada de varias polémicas internas. Si bien todo era muy incipiente, recuerdo que nos divertimos mucho y algún aporte se hizo a la construcción de varios procesos, como el Cine Club y el primer Salón de Estudiantes.

Al final de la década de 1990 aparece Ojotravieso. Si bien el inicio fue sin ninguna pretensión, antes de la aparición de OT, habíamos leído la crítica de arte nacional del momento. Sí, porque en ese momento aparecían artículos de crítica de arte en los periódicos nacionales y locales. Así, semanalmente, se publicaban textos de Eduardo Serrano, Ana María Escallón, Carolina Ponce de León, José Roca y Camilo Sierra. José Roca había ya iniciado su portal Columnaarena. La verdad, es que el inicio de OT se da más porque no nos gustaban o no estábamos de acuerdo con muchas cosas que estaban pasando. Por ejemplo, y creo que lo más importante, era la concentración de poder en un mismo personaje, caso que se daba especialmente con Ponce de León y, luego, José Roca, a nivel nacional, caso Miguel González, en el ámbito local. La cuestión principal era (y es) ¿cómo puede la misma persona ser a la vez el gestor o funcionario público, el curador y el crítico? ¿qué clase de crítica se puede realizar cuando todo cae en la misma persona? Veíamos en aquel momento que la crítica era como una perrita dócil y mueca, que se dedicaba a menearle la cola a cuanta exposición se hacía impunemente. La detonante fue El traje del emperador.

Ahora bien, en ese momento entendíamos cual era labor de la crítica. Lo entendí desde D Goya 2 y la entiendo ahora, como una labor que aporta al medio de las artes estableciendo parámetros de reflexión y análisis casi en el momento en que se realizan (diferente a la historia del arte o a la teoría del arte, que generalmente llegan mucho después o mucho antes). Mejor dicho, la crítica debería ofrecer una serie de cuestionamientos en el plano de la ideas, los conceptos, en relación con las prácticas artísticas, la estructura del medio y el funcionamiento del campo del arte. Esto la llevaría más allá de las meras opiniones u ocurrencias y, sobre todo, de los ataques aleves contra las personas y las instituciones. Creo que en esto se cuidó al máximo OT y por eso su efectividad como medio crítico.

También, entiendo la crítica como un género literario, sobre todo siguiendo a dos de mis fuentes primordiales: Robert Hughes y Octavio Paz. Esto implica que no basta con tener las ideas, los conceptos o los argumentos, sino que además hay que saber o al menos intentar hacerlos llegar de una manera clara y grata a los lectores.

Teniendo en cuenta lo anterior es que aplaudo la aparición de La letra pequeña y Elhenocontraproducente. Considero que son espacios que se comienzan a consolidar como espacios críticos importantes, aunque siento que aún falta por construir. También hay qué advertir, y sobre todo Elheno… en sus últimas apariciones creo que se está dejando llevar o está cayendo en la trampa de lo panfletario.

Por otro lado están los panfletos difamatorios a los que me referí anteriormente. Estos carecen de rigor crítico, así esbocen algunos preconceptos. Los que conozco se quedan en la superficialidad del ataque sin justificación, gratuito y sin argumentos. Casi que lo único que plantean es un lloriqueo maluco, algo así como “¿por qué a ellos sí y a mí no?” o, peor aún, lamentando que hagan, como para no dejar hacer. Mejor dicho, ni hay argumentos de peso, ni hay aportes. Todo lo contrario, contribuyen a enrarecer más este raro medio y apuntan a acabar lo poquito que hay. En definitiva, si bien hay una motivación al cuestionamiento, esta se diluye en el lagrimeo y la congoja de vieja plañidera.


Lo que sí es preocupante es que se repliquen y difundan este tipo de comentarios por parte de personas del medio de las artes de Cali. Debo confesar que los primeros me llegaron y ni siquiera puse en conocimiento a los interesados e interpelados. Y creo que me los enviaron con el interés de que sirviera de medio de difusión, como “idiota útil” (tacaron burro, prefiero ser un “idiota inútil”). Lamentablemente, muchas personas cayeron en el juego. Lo otro preocupante, más preocupante aún, es que el eco de estos panfletos sí parece indicar que el malestar continúa. Es decir, hay más tela para cortar.

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