domingo, 2 de noviembre de 2014

ARTE... DE NORTE A SUR

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

¡Sorpresas te da la vida! Dice la canción de Rubén Blades. Y, ¡sorpresas te da Cali! ¡Gratas sorpresas!

Al norte…

Hacía días no recibía noticias ni pasaba por la Galería del Club de Ejecutivos, espacio tradicional del arte caleño. Así que, aprovechando que estaba cerca y tenía algo de tiempo, decidí acercarme y visitar la sala. La verdad, poco tiempo me queda para visitar exposiciones, así que aprovecho cualquier momento para escapar de las ocupaciones laborales y cotidianas.

Llegando al piso 9° de La Pasarela, Centro Comercial donde está el club y la sala, me sorprendió el anuncio de la exposición de las obras del maestro Enrique Grau, uno de los artistas colombianos más reconocidos e importantes del siglo XX. El anuncio de la cartelera del club, a la salida del ascensor, se ratificó con la presencia de una Mariamulata, escultura emblemática del artista.

Obras de Enrique Grau en el Club de Ejecutivos de Cali.


Ya en la sala se encuentran una serie de obras gráficas realizadas por Grau entre los años de 1940 (1942 si no recuerdo mal el primero) hasta la década del 1990, fecha cercana al final de la vida del artista. Las gráficas, que se componen de xilografías, aguafuertes, litografías (en piedra, así suene redundante) y serigrafías, están acompañadas de esculturas de pequeño y mediano formato. Las obras hacen parte de la colección de la Fundación Enrique Grau, que tiene como misión preservar y difundir las obras del maestro.

La exposición permite apreciar la trayectoria artística de Grau, desde sus inicios hasta casi el final de su vida. En ella se condensan cerca de 70 años de producción artística, de vivencias, sentires e ideas, de uno de los artistas destacados del arte colombiano del siglo XX. Permite conocer su proceso productivo, pasando de una figuración sintetizada compuesta por planos geométricos, a una figuración mimética, de figuras rotundas, cargadas de detalles y de elementos decorativos.

Obras de Enrique Grau en el Club de Ejecutivos de Cali.


Al sur…

En la Sala Mutis de la Biblioteca Central de la Universidad del Valle se inauguró el pasado viernes 24 de octubre la exposición retrospectiva del maestro Roberto Molano, como parte del programa de exposiciones de artistas vallecaucanos y que al mismo tiempo da título a la revista, ¿Qué está mirando? Este programa y publicación, que ya tiene varias versiones y por dónde han pasado artistas como María Teresa Negreiros y Ever Astudillo, hace una necesaria e importante revisión de las producciones artísticas locales.

Obras de Roberto Molano en la Sala Mutis de la Universidad del Valle, Cali.

La exposición del maestro Molano se compone de pinturas de diferentes dimensiones, soportes y materiales desde 1969 hasta la actualidad. Recorre los diferentes períodos productivos del artista caleño, desde las figuraciones expresivas de los años setenta y ochenta, su proceso abstracto lírico y telúrico de los años noventa, y los procesos pictóricos entre figurativos y abstractos de la última década.

Con esta exposición se pone en evidencia la rica e importante producción de Roberto Molano. Se destaca inicialmente la calidad de su pintura, caracterizada por una mezcla de recursos pictóricos como manchas, líneas y signos, que se conjugan de manera acertada. Su trabajo recuerda las soluciones de los grandes maestros del arte. Las estructuras caógenas de sus pinturas, conformadas en su mayoría por planos de color y manchas expresivas, son las bases para las figuras que en la mayoría de las veces se resuelven a partir de líneas y gestos gráficos.


Obras de Roberto Molano en la Sala Mutis de la Universidad del Valle, Cali.

Los personajes de sus primeras épocas son el reflejo de los tiempos pasados. Parecen ser testigos mudos de los acontecimientos. Son retratos que desde lo íntimo proponen un comentario sobre la sociedad de épocas pasadas y actuales. Las abstracciones de Molano refieren a un sentir febril, a una sensibilidad extrema y a flor de piel, de un ser que se enfrenta al mundo. Un ser inquieto, crítico frente a las realidades y situaciones del mundo contemporáneo, las cuales se manifiestan de mejor manera en sus obras más recientes.

Detalle obra de Roberto Molano en la Sala Mutis de la Universidad del Valle, Cali.


Al norte y al sur… Dos grandes artistas colombianos que nos acompañarán con sus obras, Roberto Molano hasta los primeros días de diciembre, Enrique Grau hasta el mes de enero de 2015. Dos propuestas cercanas y disímiles. Dos artistas de tiempos cercanos y diferentes. Dos exposiciones para disfrutar, gozar y sorprenderse.

lunes, 27 de octubre de 2014

MAREMAGNUN ARTÍSTICO EN BOGOTÁ (2)

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

El crítico de arte francés, Guillaume Désanges, en su corto taller en Cali afirmó que no hay obras de arte malas sino mal vistas. Me acordó de una afirmación similar de Marcel Duchamp en su famosa conferencia The creative act (El acto creativo) cuando planteaba que había arte “bueno, malo e indiferente” pero a pesar de todo, sigue siendo “arte”. Y puede pasar y ha pasado. Es posible que uno, como simple espectador, no alcance a apreciar la dimensión de las obras y los esfuerzos de los artistas. También, que estas dimensiones o esfuerzos se nos escapen por aquello de lo sutil, de lo delicado, de lo imperceptible.

Una situación similar me pasó en carne propia hace ya muchos años, cuando alguna personalidad de nuestro arte comparó mi trabajo de artista con uno de los “monstruos” globales y lo descartó por una “aparente similitud”. Yo sigo considerando que mi trabajo era bastante diferente al referido por aquel personaje. Por lo menos, surgió de inquietudes y desarrollos completamente diferentes a los planteamientos del “gran artista” (y realmente es un gran artista).

Por otro lado, siempre me ha llamado la atención la idea del “encogimiento cultural” que planteó ya hace unas décadas Robert Hughes en la introducción de A toda crítica. En palabras de Hughes,

…el encogimiento cultural consiste en asumir que cualquier cosa que se haga en el campo de la literatura, la pintura, la escultura, la arquitectura, el cine, la danza o el teatro carece de un valor conocido en tanto no sea juzgada por personas ajenas a la propia sociedad. La esencia del colonialismo cultural es exigirse a uno mismo un trabajo a la altura de unos valores, que no es posible compartir o debatir donde se vive. a través de la manipulación de dichos valores casi todo puede aparecer como un fracaso, no importa la sensación de delicadeza, conocimiento y deleite que se pueda provocar en el propio entorno.[1]

Todo esto porque lejos de mí ser injusto e irrespetuoso con los artistas, sobre todo con los nacionales. Desde hace mucho tiempo he pensado que hacer en Colombia es, por un lado, un privilegio, porque implica una ocupación del tiempo en algo “improductivo” (al menos así lo hacen saber amigos, familiares y la sociedad en general) y por otro, un compromiso con la vida, con altos contenidos éticos, sociales (de esos de lo sociológico), culturales y políticos. Porque hacer arte en este país, es hacer algo “improductivo” en medio de la guerra, o sea de la muerte. Por lo tanto, pintar así sea un bodegón, hacer una flor, fotografiar un atardecer, registrar en video el vuelo de un pájaro o repetir indefinidamente una acción anodina y superflua, puede ser visto, todo esto, como un acto de vida y de resistencia frente a la muerte. Por todo esto me preocupa caer en juicios injustos, en valoraciones rápidas, en comparaciones odiosas, en el “encogimiento cultural”.

Sin embargo, y a pesar de las prevenciones, de la revisión de la propia posición, hay cosas que son inevitables de ser mal valoradas, no porque se valoren mal (puede suceder) si no porque no pasan los mínimos de lo pretendido o exigido. Claro, debo advertir que fui formado dentro de un modelo en donde se valoraba aún el rigor académico y la exigencia técnica en el trabajo, lo cual parece no importar mucho hoy. Hoy como que todo es más laxo, más arbitrario, más superfluo. No sé qué tan bueno sea esto, y creo que no lo es. Me resisto a pensar que lo banal, lo chévere, lo wow (o guau) sean criterios o argumentos que soporten lo artístico y estético.

Por eso, enfrentado a la mayoría de obras de la Feria de Espacio Odeón, no puedo más que expresar mi desencanto, mi disgusto, mi aburrición. Todo parece funcionar como un disfraz de lo mediocre, de propuestas de un rasero muy bajo, muchas de ellas ramplonas, facilistas en cuanto que no proponen ni siquiera una sonrisa, menos una reflexión. Salvaría dos o tres, quizás cuatro o cinco, nombres y propuestas, de las más de cien que estuvieron en este espacio.

Algo similar sucede en ArtBo. Especialmente Artecámara, la sección de los jóvenes artistas está plagada de propuesta que parecen ejercicios de clase de academia o de obras derivativas, que rayan en el plagio. El espacio de Proyectos parece más el muestrario de un almacén de muebles. De las galerías, la cuota colombiana, en especial El Museo, Alonso Garcés y León Tovar, así como una de las españolas, salvan el costo de la boleta y las horas interminables de caminada. Rescato el proyecto Vu y Tiravanija, por sencillo y sentido. Y el Espacio Referente, donde las galerías colocaron sus mejores obras.

Pero más allá de cuestionar a los artistas y hacer los listados respectivos de los “buenos, malos e indiferentes”, y de continuar la diatriba en contra de las otras “ferias” donde también llovió y no escampó (literalmente hablando, hasta el punto que la Sincronía se inundó) lo que valdría la pena pensar es si este maremágnum de arte tiene sentido, vale la pena y puede sostenerse por mucho tiempo. ¿Será que hay la suficiente cantidad de artistas para tener una oferta atractiva y de calidad? O, como aparentemente sucede con la finca raíz ¿será ésta una “burbuja” artística? ¿Se estará sobrevalorando y sobreestimando el valor y/o los valores del arte colombiano? ¿Los del arte global, presentes en estas ferias?

Los primeros balances de los eventos, en términos económicos, parecen muy alentadores. Se ha vendido mucho, y eso es lo que busca una feria. Es algo importante y muy bueno. Se está alcanzando un reconocimiento de la labor de los artistas y eso está muy bien. Lo que preocupa es que sea sólo un proceso pasajero, como sucedió hace unas décadas. De aquello, de esa oscura historia que todos más o menos conocemos y de la que muy poco se habla, no es que haya quedado mucho, mejor dicho, nada bueno.



[1] Robert Hughes. A toda crítica. Barcelona: Anagrama, 1992. P. 12.

domingo, 26 de octubre de 2014

MAREMAGNUN ARTÍSTICO EN BOGOTÁ (1)

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Domingo por la noche. En menos de 72 horas he visitado las ferias de arte de la capital de la república: Odeón, ArtBo, Sincronía y la Feria del Millón. Calculo haber visto cerca de tres o cuatro mil obras de más de un millar de artistas, de diferentes partes de Colombia y del mundo. Y la conclusión preliminar, rápida, en caliente, es que el nivel es muy pobre en términos generales, que se están exhibiendo y comercializando objetos decorativos que tienen mayores profundidades y propuestas. Cosas a veces no sólo superfluas, banales, ligeras, anodinas, sino, además, en algunos casos pobres de calidad y hasta mal hechas. Claro, en términos generales y con algunas excepciones, que salvaron en el mejor  de los casos el costo de las excesivamente caras boletas (caras no por el precio, sino por el pobre y deprimente espectáculo que implicaron).

Claro, es obvio que una feria de arte es un espacio de comercialización de lo artístico, que no necesariamente responde a los criterios académicos y estéticos. Los criterios tienen qué ver más con las fluctuaciones de los mercados del arte global y local, con los gustos veleidosos de los públicos, los intereses de negocios de los galeristas y dealers y la especulación de algunos coleccionistas. Por tal motivo, más que ver “arte”, lo que importa es ver “cómo se comporta” el medio y el mercado del arte. El balance artístico parece ser muy pobre y deficiente. El balance económico parece ser importante, aunque creo que no al nivel de años anteriores (todos estos juicios están basados en la percepción y son a priori. Después, imagino, se publicarán los resultados y ya se podrán evaluar los alcances de los eventos).

Mejor dicho, las propuestas artísticas parecen ir mal, y los negocios parecen ir bien, aunque no tan bien. En cuanto a las primeras, en todas las ferias hay obras derivativas, casi plagios, que no tienen ni rigor ni compromisos serios ni investigativos, ni éticos, ni sociales, ni políticos. Como que la mayor parte de lo exhibido parece plegado al gusto burgués ramplón. Las obras no ofrecen ni siquiera una resistencia técnica, ni siquiera proponen una tensión en la imagen. Son obras fáciles y superficiales, sin ningún reto, propias de un arte aburrido y decorativo.

Muy pocas cosas se salvan. Por citar un ejemplo, el espacio de Referencia de ArtBo, donde curiosamente se exhiben piezas de artistas de décadas anteriores y que sí plantean retos desde la producción de la obras, hasta en lo temático, muchas de ellas implicando el riesgo vital de los artistas. Se salvan los artistas ya conocidos y amplia trayectoria, que hacen parte de las muestras de las galerías nacionales y una que otra internacional. Se salva un video en Sincronía y algunas piezas de una artista de Bucaramanga en Odeón. Se salva Juan Melo en la muestra de arte tecnológico Textura (y otra artista que no recuerdo ahora su nombre)… Y una cosa que otra más, y no más.

En los siguientes artículos, se comentarán las ferias y los artistas descatados…


Lo que salvó el viaje a Bogotá, no lo quiero decir, primero porque va a sonar a tendencioso, acomodado y falto de criterio y postura crítica. Pero qué se puede hacer. Las cosas son como son, y si no, que vayan, vean, comente y critiquen. Lo que colmó con creces la expectativa, es la exposición de artistas de Popayán, titulada Cauca: pacífico e indómito, gestión realizada por el artista y docente Guillermo Marín, de común acuerdo y hombro a hombro con los artistas Fernando Pareja, Leydi Chávez, Alex Rodríguez y Sandra Navia. Esta exposición reúne obras de egresados y estudiantes de la carrera de Artes Plásticas de la Universidad del Cauca. La exposición estará abierta hasta este lunes 27 de octubre, aunque ya hay el rumor que se va a dejar unos días más. Se puede visitar en la Diagonal 25bis (o 24bis) # 20-76, en el edificio más moderno de la cuadra. Vale la pena verla.

miércoles, 15 de octubre de 2014

INVERSIONES & VALORES: OBRAS RECIENTES DE JUAN DAVID MEDINA EN LA TERTULIA

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Como parte de la programación del Salón Regional de Artistas, Juan David Medina inauguró, el pasado viernes 10 de octubre, la exposición Inversiones & valores, en el Museo La Tertulia de Cali, Colombia. Los trabajos presentados son una continuación de su investigación de los últimos años, una continua reflexión sobre el estatuto de la imagen en las artes, poniendo en crisis la ilusión, además del sistema de valores del arte en relación con el sistema de valores de la economía local y global.

Valga la pena anotar que la inauguración de la exposición contó con una buena cantidad de público, entre los cuales se encontraron muchos artistas y personalidades del medio local. La exposición se encontrará abierta hasta el próximo 2 de noviembre.

A continuación publico el texto que acompaña la exposición, que tuve el gusto de escribir, por invitación del artista.

JUAN DAVID MEDINA: INVERSIONES & VALORES

Las obras de Juan David Medina se ubican en el centro de la tensión entre el sistema de las artes y el sistema económico local y global. Aparentemente, el artista no toma posición ni a favor ni en contra, dejando a los espectadores la posibilidad de reflexionar y recrear las múltiples relaciones y situaciones a las que se refieren sus obras. Sin embargo hay un punto crítico, que son las obras en sí mismas, que proponen un límite entre diferentes realidades y contextos. Ese límite es la superficie de la pintura, donde se plantea un antes y un después, un allá y acá, una realidad y una irrealidad, la ilusión y la desilusión.

Juan David Medina. Serie Descuentos. Oleo sobre vidrio. 2014

La serie de los Descuentos está compuesta por ocho pinturas sobre vidrio, que van del 10% al 80%. Medina reproduce los anuncios de los porcentajes de los almacenes, cada vez más comunes y frecuentes. Los números que aparecen en cada una de las obras, resultan del espacio vacío dejado por la pintura. Sobre estos números ha yuxtapuesto el símbolo de “por ciento” (%) repetido de manera sistemática y modular. La operación financiera, el descuento, se convierte en lo representado, en el producto en sí mismo, que al mismo tiempo es el vacío. El juego se cerrará al hacerse efectiva la operación financiera, ya que en el momento de la posible compra de las obras, el descuento anunciado se hace efectivo.

Juan David Medina. Serie Descuentos. Detalle. 2014

Tres pinturas figurativas siguen a Descuentos. Son representaciones miméticas de objetos relacionados con el pasado y el presente de la economía local y global. Por un lado, el maniquí de un niño de la segunda mitad del siglo XX, presencia común en los almacenes de otras épocas, nos refiere a los inicios de la sociedad de consumo luego de la posguerra. Un festivo asno mecánico, que tuvo como hábitat natural los primeros grandes superficies, nos trae a la memoria los juegos de la infancia, que se activaban con monedas y que servían de momentánea distracción en medio de las compras. Finalmente, el conteiner plantea el cambio a la sociedad globalizada, marcada por el traslado indiscriminado de mercancías. Cada una de estas obras marca un momento histórico, económico, social y cultural. El primero hace referencia a lo particular y lo hecho a mano, el segundo habla de la estandarización y de lo general, el tercero de lo hiper industrial y global.

Juan David Medina. Barricadas. Oleo sobre vidrio. 2014.

Completan esta exposición tres pinturas que representan las barricadas de las manifestaciones populares realizadas por todo el mundo en los últimos años. Son un revival de las manifestaciones revolucionarias desde la Revolución francesa, símbolos del cambio planteado desde el Romanticismo de Goya o Delacroix. Pero a diferencia de las anteriores, aquí se pone de manifiesto la ausencia de los combatientes, quedando la barricada como símbolo de la lucha y, al mismo tiempo, ¿ofreciéndose como parapeto para que tomemos posición?

Juan David Medina. Vista general de la exposición Inversiones & Valores. Museo La Tertulia. 2014.

El artista despoja a sus pinturas de la ilusión al utilizar el vidrio como soporte. Estas parecen ser el producto de actos marcados por un sentido elevado de la ética y la honestidad artística, además de un pensamiento refinado y complejo, develando y poniendo al frente a la ilusión en sí misma. Al utilizar el vidrio, un soporte ya presente en la historia del arte desde los vitrales de la Edad Media, en la pintura europea de siglos anteriores y, sobre todo, siguiendo un referente inmediato como parece ser La mariée mis à un par ces célibataires, même, popularmente conocido como el Gran vidrio de Marcel Duchamp, Juan David Medina plantea una transparencia que devela el dispositivo ilusorio de la pintura, desnudándola. Dejar ver la parte de atrás, inhibiendo el efecto ilusorio de ventana, eliminando la ficticia espacialidad y profundidad, es un acto de verdad del artista, de presentar de manera descarnada lo que es, sin la ilusión mimética, sin la representación directa del objeto, sino poniendo en evidencia lo que podemos considerar una presencia fantasmal, su huella mínima sobre la débil y quebradiza superficie. Esta toma de posición, también se acerca a los Conceptos espaciales de Lucio Fontana, quien rasgó y perforó sus lienzos para dejar en evidencia el verdadero espacio de la pintura o el Distanciamiento de Bertold Brecht, quién rompió la ilusión de la representación teatral al dejar en evidencia el montaje o a los actores.

Juan David Medina. Burro. Oleo sobre vidrio. 2014.

En las obras de Juan David Medina, la ilusión tiene una presencia trágica. Si bien, la representación se distancia de la mímesis naturalista, las obras refieren a la ilusión del consumo, del mercado, de la economía. La lucha del individuo frente al sistema económico global parece perdida. Las barricadas se levantan para reclamar los derechos, para oponerse a las fuerzas. O ¿ni siquiera hay lucha? ¿Sólo un frenesí? ¿Un delirio? Lo que sucede es que los valores se invierten. El objeto y el sujeto desaparecen de la escena y sólo queda el dispositivo económico, el sistema. En síntesis, sólo queda el vacío señalado, como producto, como valor. Valores e inversión.

Juan David Medina. Hecho en PRC. Oleo sobre vidrio y arroz. 2013


Carlos Fernando Quintero Valencia
Artista e historiador del arte

lunes, 6 de octubre de 2014

SOBRE LA PINTURA EN LA CONTEMPORANEIDAD: 20 AÑOS DEL PREMIO DEL SALÓN NACIONAL A JOSÉ HORACIO MARTÍNEZ

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Desde hace ya unas dos décadas y, en especial, frente a las obras de José Horacio Martínez y otros artistas de su momento (en 1994 nuestro querido amigo gana el Primer Premio del Salón Nacional), incluso, con relación a mis propias obras de la época y después, me he planteado una reflexión discontinua sobre la pintura al final del siglo XX y hasta hoy. La reflexión se retoma por la efemérides anunciada en el título de este corto artículo, ante las exposiciones que se avecinan o están en la ciudad de Cali en estos momentos (el viernes 10 de octubre se inaugura la exposición de Juan David Medina, en el Museo La Tertulia, están terminando la exposición de Wilson Díaz en Proartes y la de Lina Hincapié en la Alianza Colombo Francesa). También, por la revisión y la relectura de algunos textos escritos y publicados entre las décadas de 1960 y 1980, y que establecen posiciones antagónicas sobre el arte de ese momento y creo se pueden aplicar hoy. En primer lugar y como dirían los narradores de boxeo, en esa esquina estarían Dos décadas vulnerables en las artes de América Latina de Marta Traba y Del arte objetual al arte del concepto de Simón Marchan Fiz (en especial, la parte que dedica a la pintura Hiperrealista) y en la otra esquina estaríanLa obra abierta de Umberto Eco y Más allá de la caja Brillo de Arthur C. Danto. Estos cuatro documentos coinciden en el tiempo y se refieren, desde ópticas diferentes, a lo que se puede llamar (o se llama) el ascenso del “arte contemporáneo”. No podré ni siquiera plantear la discusión entre estos autores, en este momento. Y sin embargo atravesarán lo que sigue…

Lo que me planteé desde mediados de la década de los años de 1990, hasta hoy, es que hay al menos dos posiciones o posturas frente a la pintura al final del siglo XX. La primera es heredera, sin rubor ni estupor, de la milenaria tradición artística. La denomino “pintura en sí misma”. La segunda puede ubicarse también en la tradición, pero más del lado del oficio pictórico, sin querer ni pretender demeritarla. La llamo “pintura como medio”. Ambas implican posiciones o posturas de los artistas frente a la pintura. Si bien pueden considerarse antagónicas, ninguna prevalece sobre la otra. Coexisten a pesar de su diferencia. Incluso se dan en un mismo artista, en momentos diferentes de su producción, como en el caso de Martínez.

Eritis sicut deis. 1994.

José Horacio Martínez se gana el Premio del Salón Nacional de 1994 con Eritis sicut deis (Seréis como dioses), una obra en técnica mixta sobre lona, de 179,2cm x 275cm. La obra es casi monocromática, predominando los colores claros, muy cercanos al blanco. Se destacan cuatro elementos figurativos: la silueta de un personaje que está gateando, dos brazos (recortados y pegados) y una silla dibujada. Unos leves contrastes entre planos pictóricos, nos dan cierta orientación espacial, a la manera de la perspectiva cromática, configurando una etérea arquitectura.


Eritis sicut deis. Detalle.


Nada mejor que para ejemplificar a “la pintura por sí misma” que las obras de José Horacio Martínez de hace 20 años. La obra impacta e inquieta, aún hoy y después de dos décadas. Como la mayoría de las obras del artista, Eritis sicut deis plantea una serie de recursos pictóricos, propios de la comprensión y el goce de la pintura en sí misma. Esto se aprecia en el tipo de soluciones plásticas que propone el artista, en ese momento. La obra está hecha a partir del encuentro inverosímil de diferentes materiales, como son el óleo y el acrílico, el dibujo y el collage. Sin embargo, no se trata sólo de lo técnico. Las soluciones formales y técnicas están en consonancia con el ser y devenir de los elementos representados, e implican una serie de conceptos e ideas del artista, en torno al espacio, lo real, lo verdadero y el ser, que deberíamos como espectadores descubrir y discutir (ese es el juego que propone el arte). De ésta manera, las técnicas y los materiales, las formas y elementos representados, los recursos pictóricos, que implican a su vez los conceptos del artista, son producto de esa esquiva conciencia artística y se desarrollan y se definen en la superficie pictórica. La amalgama lograda en estos elementos es producto del tiempo, el trabajo y la sapiencia de un artista que parece concebirse como un alquimista. Este, como que ya encontró la piedra filosofal de lo pictórico por sí misma. Así, “la pintura en sí misma” es aquella pintura autorreferencial, que se cuestiona sobre sí misma y que desborda sus límites sólo de manera poética y por el encuentro creativo con los espectadores.

Para los años de 1999 y 2000, Martínez realiza dos series de obras, donde destacaré en este momento El público. El público parte del fragmento de una imagen fotográfica de la década de 1940. La imagen de un señor aplaudiendo es repetida por el artista de manera obsesiva, en un número casi infinito. Todo parece comenzar como el ejercicio de calistenia de un artista pintor. Martínez emplea todo su conocimiento artístico para no repetir ni colores, ni soluciones, ni técnicas. Sin embargo, con esta serie, no se trata de la demostración de la habilidad o el conocimiento artístico. Aquí el juego es otro. Las imágenes de El público confrontan a los espectadores, aplaudiendo eternamente. Pero, ¿qué aplauden? ¡Ese es el juego! ¿Qué se puede aplaudir en este país, en este planeta? ¿La existencia? ¿El devenir? ¿Al ser? ¿La muerte? ¿La nada? La imagen ya no se resuelve sólo en su superficie, ante los ojos atentos del espectador. Por el contrario, la obra está más allá de la superficie. En la interacción que se propone desde ella, que, cómo espejo, nos refleja y nos confronta. Así, la obra es un catalizador que precipita reacciones. Es “la pintura como medio”.

El público. 2000.

Estas dos posturas parecen haber sido registrados por los autores mencionados al inicio de este escrito. Los dos primeros (Traba y Marchan Fiz) parecen sorprendidos y "se quejan" por algo que los toca de manera negativa. Detectan una posible pérdida del carácter poético, simbólico, metafórico, de las obras y el arte. Los otros dos (Eco y Danto) “celebran” lo que detectan como una nueva manera de hacer y de ser en las artes. Hoy, aparentemente, atestiguamos el encuentro de estas dos posiciones casi sin oposición.

sábado, 20 de septiembre de 2014

LA REINVENCIÓN DEL FESTIVAL MUNDIAL DE SALSA

Por Lily Sandov (*)

Fotos: AYMER ANDRÉS ÁLVAREZ - Cortesía Secretaría de Cultura y Turismo de Cali


Pasada la euforia del IX Festival Mundial de Salsa de Cali es momento, con cabeza fría, de pensar qué vamos a hacer con el evento para su edición de 2015, donde cumple diez años. La idea es que la actividad tenga un toque especial, diferente y de paso le demos una bocanada de aire fresco para seguir aportando en la cultura de la salsa y liberarnos de esa incómoda sensación de que el Festival es lo mismo de siempre cada año.


Aquí van algunas apreciaciones muy personales y respetuosas que espero sean escuchadas por el colectivo de amantes y seguidores de la salsa, para que sean analizadas; y si calan, hacer una minga para que la Secretaría de Cultura y el Comité del Festival las tengan en cuenta para próximas ediciones.
  1. Revaluar si seguimos llamándolo 'Festival Mundial de Salsa': Si queremos insistir con este nombre creo que es momento de hacer promoción del evento en escenarios internacionales. En esta edición ya llegaron participantes del Ecuador, pero el espectro debe ampliarse más. ¿Se imaginan a nuestros bailarines en duelo con participantes de Puerto Rico, República Dominica o Cuba? Solo de esta manera mediríamos en qué nivel estamos. Es dejar de vernos al espejo los mismos con las mismas.

  1. Hay que innovar con temas de salsa: El repertorio de la salsa es amplio y rico, pero de verdad, nueve años apreciando coreografías grupales o de parejas con temas como 'Bemba colorá', 'Estudio de la revolución' o 'Welcome to the party', ¡aburren! Una buena opción es que anualmente rindamos culto bien sea a un compositor, una agrupación o un cantante, eso permite explorar, conocer, difundir y enriquecer el legado de la salsa.
    Y si quisiéramos ser más ambiciosos, crear una categoría más: mejor interpretación, o mejor montaje/ coreografía con la obra del autor y/o cantante elegido como homenajeado.
  2. Poner restricciones al uso de ciertas bandas sonoras: En aras de aportar más a la cultura de la salsa, es momento de que en la competencia no se repitan bandas sonoras en los participantes. Considero que es momento de exigir que previamente presenten los temas. Es incómodo para el espectador, además de soportar las maratónicas jornadas de eliminación y final (que toman entre 4 y 6 horas), escuchar siempre los mismos temas.
  3. Reducir el número de finalistas: Creo que el número de finalistas por categoría (que son siete en la actualidad) debe reducirse a cinco o tres para la noche final. Con esto se logra una reducción notable en el tiempo de duración de esta gala y permitirá que al final, la premiación sea más organizada y no a las patadas y a la carrera como ocurrió en la pasada edición, pues en cinco minutos entregaron trofeos y cortaron la transmisión por TV.

  1. Promover el Festival entre los universitarios: Debo confesar que este año me encantó la idea de que los grupos universitarios tuvieran un lugar en las eliminatorias y que su talento diera para llegar a la final. La presencia de un grupo en la modalidad 'Ensamble' con Unicesi Baila y la orquesta Son de Icesi son el mejor ejemplo de que los universitarios también pueden ser un buen semillero de la cultura de la salsa en Cali.
  2. Hacerle reingeniería a Exposalsa: Es un espacio que funciona muy bien en la parte de talleres y exhibiciones de salsa; pero adolece en la parte comercial. Este espacio es perfecto para que las academias le cuenten al público caleño de sus actividades, de sus clases, talleres y shows en los que toman parte.                                                                                                                                          
                                                                                                     
    Si vivimos en Cali y nos preciamos de ser amantes de la salsa y de la cultura que hay tras ella, por favor, no tengamos miedo de dar a conocer nuestro punto de vista, no nos quedemos en la crítica destructiva y malsana, aportemos nuevas ideas, demos luces a sus organizadores para que el evento se fortalezca porque nuestros bailarines y las escuelas de salsa se han ganado a pulso ese espacio que tienen en la programación cultural de Cali.
 (*) Comunicadora social adoptada por Cali para su ejercicio profesional, espectadora y amante del arte local. Fotógrafa por puro hobby. Integrante del Colectivo 4 Gatos, gestores del proyecto (en construcción) Zona C.  
Correo electrónico:  informacionzonac@gmail.com En Twitter: @RevistaZonaC

sábado, 13 de septiembre de 2014

LA CRISIS DE LAS INSTITUCIONES CULTURALES... (PARTE 2)

Por: Carlos Fernando Quintero V.

Lo otro que me llama la atención es la vinculación o contratación de docentes, en especial los salarios de los profesores. En la última convocatoria para docentes de la Facultad de Artes Visuales y Aplicadas, los valores de los contratos por asignatura oscilaban entre $1’045.000.oo y los $2’950.000.oo aproximadamente, ¡por semestre! (US$500 – US$1.500 aproximadamente). El tipo de contratación es por Prestación de servicios, es decir, que el empleado-profesor debe pagar de su salario mensual el 10% de impuesto de retención en la fuente, 12% de aportes a salud, 16,5% de aportes a pensión obligatoria, 5% de riesgos laborales, para poder cobrar su salario mensual (mejor dicho, primero paga y luego cobra). Así las cosas, el profesor que recibe el primer monto de contrato deberá dividir su ingreso semestral en los cuatro meses del contrato, recibiendo cerca de $260.000.oo (no llega ni a la mitad del salario mínimo legal vigente en Colombia), de los cuáles le descontarán $26.000.oo de Retefuente (quedándole $234.000.oo) y con anterioridad ha debido pagar cerca de $170.000.oo de salud, pensión y riesgos profesionales, quedándole al final la suma de $64.000.oo, lo justo y exacto para ir en servicio público a su lugar de trabajo y para que se tome un café sin derecho a empanada, por cada sesión. A ver, esta pobre persona, que al menos ha dedicado años de su vida a estudiar, de donde paga renta, servicios públicos, comida y demás “gastos superfluos”. Eso sí, que ni piense en comprarse un libro o en ir a cine, menoS ir a una Feria de Arte, ni siquiera ArtBo, ni mucho menos producir una obra (que ni para papel higiénico queda).

En el segundo caso, el profesor deberá dividir el valor de su contrato en los mismo 4 meses, debiendo cobrar $750.000.oo al mes (apenas superando el valor del salario mínimo legal vigente). El descuento mensual debería ser de $75.000.oo de retención en la fuente y los mismos $170.000.oo de salud, pensión y riesgos laborales. O sea que le quedarían $505.000.oo por mes para cubrir sus gastos. Más holgadito el asunto, si no fuera porque este ingreso corresponde a cada uno de los 4 meses del contrato del semestre y los profesores tienen la fea y mala costumbre de vivir 6 meses por semestre (obvio, ¿no?).

Claro esto se resuelve asignándole al menos dos o tres cursos, o sea contratos, a cada profesor y así el ingreso neto mensual del profe sube a $700.000.oo o hasta $1’500.000.oo, lo que, con todo respeto, sigue siendo un salario muy bajo para un profesor universitario en este país y en la mayoría de países del mundo.

Sin embargo, mi inquietud no es sólo por el bajo nivel salarial sino que tiene que ver más bien con el tipo de vinculación o contratación que se hace en el IDBA. Lo primero que hay qué aclarar es que los profesores no tienen escalafón docente, así que no es valorada en su contratación ni la experiencia profesional y en docencia, ni sus investigaciones o producciones intelectuales. En términos laborales y contractuales, da lo mismo contratar a un gran maestro o profesor que un chaval que se acaba de graduar, ya que su vinculación no corresponde a los costos de la docencia de nivel superior, sino que es valorada al nivel de un administrativo de rango medio gubernamental (incluso creo que gana más un ascensorista del edificio de la Gobernación que un profe del IDBA). Y lo que no se valora tiene que ver con los años de estudio y trabajo, lo que redunda en la calidad del profesor. Además, está juego la estabilidad laboral que implica el compromiso con la institución (así no tendría que emplearse en otras instituciones, por ejemplo, y se puede dedicar más al instituto), la posibilidad que el profesor siga investigando y desarrollándose profesionalmente, así como poder tener una calidad de vida (así sea lo básico).

De lo anterior siempre se me han presentado al menos dos dudas. La primera es ¿cómo es posible que el IDBA tenga una acreditación de calidad del MinEducación, cuándo las condiciones laborales son tan malas, sin hablar de las carencias, deficiencias y malas condiciones de espacios, insumos y equipos? La segunda es ¿cuánto vale, realmente, una planta profesoral nombrada y con escalafón docente? Dejaré en el aire la primera (no tengo una respuesta lógica y dentro de los parámetros legales, morales y éticos) y le meteremos el diente a la segunda.

Tomemos el caso de la carrera de Artes Plásticas. En la página web se anuncia que programa ofrece 160 créditos. Cada crédito académico corresponde a 48 horas de trabajo, 16 presenciales (o sea clase) y 32 autónomas (las que debe dedicar el estudiante a su trabajo y desarrollo educativo). Por lo tanto, los 160 créditos deberían corresponder a 7680 horas, de las cuales 2560 corresponden a docencia directa (la clase que dicta el profesor).

Los profesores no sólo destinan su tiempo a la docencia directa. La docencia universitaria contempla, además de las clases, la investigación y la proyección social. Además, las categorías de los profesores implican 4 niveles, que son: 1. Profesor auxiliar. 2. Profesor Asistente. 3 Profesor Asociado. 4. Profesor Titular. Pero, ¿auxiliar, asistente, asociado o titular de qué? Pues de los grupos de investigación que se deben conformar y a los cuáles los profesores se deben suscribir, conformando una estructura piramidal, donde los auxiliares son la base y los titulares son la punta. Así, los profesores auxiliares deberían asumir buena parte de la docencia directa (que no debe ser más de la mitad de su labor académica), los asistentes un poco menos, los asociados menos y los titulares, muy poca. Los titulares ocuparán la mayor parte de su tiempo en investigación, seguida la dedicación a los asociados, luego los asistentes y por último, y con poco tiempo para esta labor (un 25% a lo sumo), los auxiliares. Por otro lado, los ejes o los núcleos del programa deberían corresponder a los grupos de investigación. Así, cada núcleo tiene un grupo de profesores asignado y que cubren todas las necesidades de su área. Claro, así debería ser, pero no se cumple, creo que ni se piensa y creo que tampoco lo saben.

Volvamos al caso de nuestro querido programa de Artes Plásticas y a la pregunta inicial ¿cuántos profesores nombrados se necesitan y cuánto costarían esas vinculaciones con escalafón docente? Si son 2560 horas de docencia directa y los profesores destinan el 40% de su labor a esta, entonces se requeriría contratar 6400 horas por semestre, o sea, 12800 horas al año. Cada profesor de tiempo completo trabaja cerca de 850 horas al semestre, o sea 1700 horas al año. Así que, con otra simple operación de división (12800/1700) nos da la suma de 7 profesores de tiempo completo y 1 de medio tiempo. Aclaro que es el tiempo y no el número de profesores lo que se cuenta. Estos tiempos se pueden subdividir en los profesores, así que pueden haber pocos con vinculación de Tiempo completo y varios de Medio Tiempo, así como contratados por Hora Cátedra. 

Y, ¿cuánto vale en promedio un profesor universitario de tiempo completo? Incluidas prestaciones y demás impuestos y arandelas (que se pagarían entre la institución y el profesor), cerca de $3’500.000.oo ¡al mes! ¡No el semestre! (¿ven la diferencia? Por lo tanto, contando los 12 meses del año (y no los 8 actuales), el profesor costaría, $42’000.000.oo. Y si esto lo multiplico por los 7,5 tiempos completos, el costo total de la nómina de profesores para la carrera de Artes Plásticas sería de $315’000.000.oo (trescientos quince millones de pesos).

Ahora calculemos, a los costos de Bellas Artes, con cuántos estudiantes, cuyo costo anual lo calculamos antes en 12 millones, se requieren para cubrir esta nómina. Operación sencilla (315’000.000/12’000.000 o, mejor aún, 315/12)… ¡¡¡Ta táaaann!!!  ¡Sólo con 26! Así es, con 26 estudiantes se cubren los costos de la nómina ideal de profesores, con escalafón docente y todo. Pero, ¿la carrera de artes no tiene un poco más de 100 estudiantes matriculados? Y, ¿qué pasa con el resto de la plata, si ni siquiera hay escalafón docente? Porque lo que se gastan hoy en salarios de profesores, sin el mentado escalafón, no creo que llegue ni a la cuarta parte de lo que costaría este.

Es muy posible que la carrera de Diseño Gráfico necesite igual número de tiempos completos (estoy hablando de ocupación del tiempo y no de personas), que Artes escénicas necesite uno o dos más y que Música necesite el doble. Así, en total estaríamos hablando de cerca de 40 tiempos completos, que siguiendo con mis alegres estimados, le costarían a la institución cerca de $1.680’000.000.oo al año, o sea, ¡el 15% del presupuesto anual de Bellas Artes, si es que es de 12 mil millones! o el ¡25% de lo que le gira el Departamento del Valle Cauca!

Claro, todo esto es un estimado y seguro tendrá variaciones en términos de lo real. Pero las diferencias son abismales. En el primer caso son más de  10 mil millones de pesos. En el segundo, sólo con los aportes del Departamento, son más de 5 mil 300 millones. Y claro, en mi ejercicio, que podrá ser muy discutible, hay escalafón docente y en la realidad no. O sea que en la realidad las diferencias entre lo que ingresa al IDBA y uno de los destinos posibles y deseables de los recursos (los pagos de los profesores) es más que abismal.



Ahí les comparto mis dudas y estas reflexiones. Ojalá sirva para que mis compañeros, colegas, amigos y demás abran un poquito los ojos. Yo los abrí hace rato.