A TODOS LOS AMIGOS Y AMIGAS, CONOCIDOS Y CONOCIDAS, SEGUIDORES Y DETRACTORES, A LOS QUE NOS HAN ACOMPAÑADO EN LAS COSAS BUENAS Y EN LAS COSAS MALAS, MIS MEJORES DESEOS PARA EL AÑO 2014, QUE LOS VIENTOS DE CAMBIO POSITIVO PARA LAS ARTES SIGAN SOPLANDO CON FUERZAS HURACANADAS.
UN GRAN ABRAZO PARA TODOS Y TODAS.
martes, 31 de diciembre de 2013
viernes, 20 de diciembre de 2013
5.000 VISITAS EN DESDE LA KVERNA!!! GRACIAS, MUCHAS GRACIAS!!!
HOLA TODOS,
DESDE LA KVERNA HA LLEGADO A 5.000 VISITAS. SI, DESDE EL 28 DE AGOSTO A ESTE 20 DE DICIEMBRE, HAN ENTRADO 5.000 VECES AL BLOG. MUCHAS GRACIAS A TODOS POR SU ACEPTACIÓN Y PARTICIPACIÓN.
ESPERO ME SIGAN ACOMPAÑANDO, DISCUTIENDO Y DISFRUTANDO.
UN GRAN ABRAZO,
CARLOS FERNANDO QUINTERO VALENCIA
DESDE LA KVERNA HA LLEGADO A 5.000 VISITAS. SI, DESDE EL 28 DE AGOSTO A ESTE 20 DE DICIEMBRE, HAN ENTRADO 5.000 VECES AL BLOG. MUCHAS GRACIAS A TODOS POR SU ACEPTACIÓN Y PARTICIPACIÓN.
ESPERO ME SIGAN ACOMPAÑANDO, DISCUTIENDO Y DISFRUTANDO.
UN GRAN ABRAZO,
CARLOS FERNANDO QUINTERO VALENCIA
Joseph Mallord William Turner, Staffa, Fingall's Cave, 1831-1832
lunes, 16 de diciembre de 2013
DIEGO POMBO Y EL NEO-ROMANTICISMO TROPICAL
Por: Carlos Quintero
Hace más o menos tres siglos,
la humanidad comenzó un proceso de cambio de paradigma que aún no se cumple en
su totalidad. Este cambio implica la transmutación del modelo social, político,
económico, ambiental y cultural, del cual las artes han sido testigos y
cómplices. Como todos los fenómenos de la historia, el inicio de este proceso
es casi imposible de ubicar o de señalar con exactitud. Un antecedente puede
ser el Renacimiento, con el retorno al antropocentrismo, o el advenimiento de
las academias modernas, por los lados del reinado de Luis XIV, o el surgimiento
del libre pensamiento y la enciclopedia en la época de la Ilustración, o todas
las anteriores y otras que olvido. También, a estas causas se pueden unir el
mercantilismo producto de la nueva concepción y comunicación del mundo después
de Colón y la industrialización.
Las primeras consecuencias de
estas hipotéticas causas fueron las revoluciones del siglo XVIII y del XIX, así
como las grandes guerras del siglo XX, desde la Independencia de los Estados
Unidos, la primera Revolución Francesa, los procesos de Independencia en
América latina, la Revolución mexicana de 1910 (aún espero la otra), las dos
Guerras mundiales, Corea, Viet Nam, la Guerra de los Balcanes, los constantes y
continuos conflictos de África, la Independencia de la India, Irak, hasta el 11
de septiembre. Los conflictos bélicos marcan los momentos culminantes de los
cambios políticos, sociales y económicos. Entre estos cambios está el regreso
al estado republicano, o sea a un estado basado en tres poderes, que ha ido
desplazando los regímenes totalitarios monárquicos, y al mismo tiempo este
proceso marca el nacimiento de los actuales estados nacionales. El proceso aún no
termina.
Las artes han registrado o han
acompañado este proceso de tres o más siglos. Así, Renacimiento, Rococó,
Neoclásico y, de manera especial, el Romanticismo, se pueden asociar
directamente al proceso antes mencionado. De esta manera, la actual exposición
de Diego Pombo en Casa Proartes, adquiere un sentido inusitado y una
pertinencia inaudita, ya que, en medio de los actuales procesos de paz, las
primaveras capitalinas que se asemejan a las tradicionales pugnas decimonónicas
entre el clero (la actual Procuraduría) y el pensamiento libre (el alcalde
Progresista), se convierte en fuente de reflexión ante las situaciones que
parecen dar continuidad a la conformación del estado nación que con la fe del
carbonero llamamos Colombia.
Diego Pombo.
Sandro Botticelli. Marte y Venus. 1483.
Así parece evidenciarse con
muchas de las obras de la exposición, con sólo la presencia protagónica de
Simón Bolívar, héroe romántico por excelencia. También en el hecho que muchas
de las obras son citas de piezas importantes y sobresalientes de autores
ubicados en los períodos antes mencionados. De esta manera, Pombo nos presenta
sus versiones de Marte y Venus,
aparentemente tomada de Botticelli o de la Isla
de la muerte de Arnold Böcklin, entre otras citas a la historia del arte
universal. En Pombo, estas obras sufren una significativa transformación. Por
un lado, se da un fenómeno de “tropicalización”, es decir de traducción en
términos de las culturas nuestras, evidenciadas en los colores fuertes y planos
y la aparición de elementos iconográficos que rompen con la “lógica” de la
representación occidental y genera un quiebre humorístico y crítico. A esto lo
podemos llamar Neo-Romanticismo Tropical.
Diego Pombo.
Arnold Böcklin. La isla de los muertos. 1886.
Las citas aparecen en otras
obras, más cercanas a nuestras tierras. Así aparece una obra que hace
referencia a Currulao en Buenaventura,
de Dolcey Vergara, primera obra y primer vallecaucano a quienes se otorgó el
Primer Premio del Salón Nacional de Artistas. En esta obra de Diego Pombo se
destaca la presencia del maestro Hugo Candelario González, en la marimba, entre
otros personajes (en muchas de las obras también aparecen Jovita y "Guerra", los locos emblemáticos de la Cali de las últimas décadas del siglo XX, interactuando con los personajes históricos y sociales). Esta obra marca otra serie en donde personajes de la vida
nacional y local aparecen en escena, como si se tratara de una continua y
constante representación. Así, Pombo parece evidenciar una condición ficcional
de la realidad política, social y económica de nuestro acontecer diario, casi
que a la manera de los mejores exponentes del Rococó francés (por ejemplo, Watteau
y Fragonard), que con sus obras de poses exageradas y ambientaciones ilusorias,
parecen criticar la teatralización de la corte francesa de los luises.
Diego Pombo
Dolcey Vergara. Currulao en Buenaventura. 1946.
La exposición de Diego Pombo se
propone así como una versión humorística y crítica del complejo acontecer
nacional y local. Con las obras del arte mundial nos genera reflexiones sobre
la guerra (Marte descansando y Venus dispuesta) y la muerte (el viaje en globo
a la isla). También, sobre la ficción de lo real y lo real de lo ficticio, al
ubicar sus escenas en entornos teatralizados y festivos. Con todo, la actual
exposición se propone como una mirada a la situación actual y al posible
futuro, con la esperanza, con los cuadros de Pombo, que el Pos-Conflicto sea un
carnaval.
Nota: Las imágenes de Botticelli y Arnold Böcklin son tomas de www.wikipedia.org, la de Dolcey Vergara de banrepcultural.org y las de Diego Pombo son de mi autoría fotográfica.
Nota: Las imágenes de Botticelli y Arnold Böcklin son tomas de www.wikipedia.org, la de Dolcey Vergara de banrepcultural.org y las de Diego Pombo son de mi autoría fotográfica.
lunes, 9 de diciembre de 2013
ESPACIOS, TIEMPOS Y DINÁMICAS DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CALI: SALDO EN ROJO…
Por: Carlos Fernando Quintero V.
Hace alrededor de cuarenta años, el panorama
artístico de Cali y Colombia, parecía absolutamente envidiable, incluso para
cualquier país del primer mundo. Entre más o menos 1968 y 1976, lo que llamamos
hoy el sistema de las artes en Colombia funcionaba con una cantidad enorme de
eventos artísticos que permitía cubrir las necesidades de muchos de los
artistas de la ciudad (Cali), la región (Sur Occidente de Colombia) y el país.
Para mostrar lo anterior, hagamos un breve y
pequeño recuento de los eventos artísticos, tipo salones o bienales, que
sucedieron en ese período histórico. Debo, antes de comenzar, hacer una
salvedad o advertencia. En lo que llevo indagado, no hay un documento o un
libro que recoja la historia de los eventos realizados en Cali, como salones de
arte y bienales (si existe, les rogaría el favor me hagan llegar esa
información). Incluso, no se habla mucho de estos eventos y la información está
fragmentada o “desaparecida”, así que es posible que me falten datos. Algo
similar sucede a nivel nacional (la falta de datos concretos y, sobre todo, mi
ignorancia), aunque tengo entendido que por los lados de Medellín y Bogotá hay
mayores datos y documentos. Esta situación es bastante curiosa ya que el
sistema de las artes en Colombia basa su crecimiento e importancia en estos
eventos artísticos.
Bueno, sin más preámbulos, echémosle una mirada
a estos eventos. En cuanto a las Bienales de arte, en Medellín y Cali se
realizaron, en su orden, la Bienal de Arte de Coltejer[1]
y la Bienal
Panamericana o Iberoamericana de Artes Gráficas[2].
La primera tuvo tres versiones (1968, 1970 y 1972). La segunda tuvo cinco
versiones, aunque en períodos mayores a los dos años de lapso para ser “bienales”
(1971, 1973, 1976, 1981 y 1986). Hasta donde tengo entendido, estas bienales
eran internacionales, o sea, con participación de artistas, curadores, críticos
y públicos extranjeros. Esto permitió un posicionamiento de muchos de nuestros
artistas en el ámbito internacional, especialmente en el circuito
latinoamericano y de Estados Unidos. Los resultados aún se ven. El caso más
evidente y sobresaliente, aunque no el único, es Oscar Muñoz, que participó en
muchas de las versiones de la Bienal de Artes Gráficas de Cali, al inicio de su
carrera artística.[3]
Paralelo a estos eventos (inter)nacionales,
se realizó el Salón Nacional de Artistas, que fue la vitrina natural de los
artistas del país y, como lo planteó Marta Traba, era el “termómetro” de las
artes del país. A mí me tocaron los salones de los años de 1980. Si bien
siempre generaban polémicas, su apertura y diversidad daban cuenta de las
múltiples posibilidades de las artes del país, además de ser la oportunidad de
ver las obras de recientes de artistas nacionales importantes, lo que no sucede
con facilidad.[4]
Si este era el panorama de las artes en
cuanto a eventos nacionales e internacionales, en las regiones se daban otra
cantidad de eventos menores que permitían la visibilización de proyectos
locales y regionales. Recuerdo desde mi memoria los Salones de Arte Joven de
Santafé de Bogotá, si mal no estoy derivados de los Salones Atenas de los años
70. Igualmente, el Salón de Arte Joven Arturo y Rebeca Rabinovich, que se
realizó en Medellín desde la década de 1980 y tuvo más de diez versiones[5].
En el caso de Cali, además de la Bienal de
Artes gráficas y el Festival de Arte que se realizó desde los años de 1960 y
dónde había un espacio importante para las exposiciones de arte, se realizaron
los salones de arte que tuvieron una importancia a nivel local y regional. Uno
de estos fue el de la Sociedad de Mejoras públicas de Cali, que tuvo quince
versiones entre los años de 1984 y hasta 1998. Otro salón importante fue el
Salón de Octubre, en torno a la Cámara de Comercio de Cali. Este también inició
en 1984 y, hasta su séptima versión en 2005, funcionó de manera autónoma. Luego,
por razones que no conozco, fue fusionado con el otro escenario importante
local y regional, el Salón Regional de Artistas.
Carlos Quintero. Tigre con piel de oveja. 1996.
Presentada en el Salón de la Sociedad de Mejoras públicas.
Con todo lo anterior, creo que es evidente
que, entre las décadas de 1960 y 1990, las artes plásticas en Colombia tenían
escenarios suficientes para los artistas y los públicos de las artes. El
sistema de las artes, si bien no se pensaba o se había contemplado en su
momento como tal, tenía un funcionamiento dinámico, que iba desde lo local y
regional, a lo nacional e internacional. Hoy todo ese panorama suena muy
idílico y bucólico, aunque faltaría una revisión más juiciosa e intensa de los
eventos mencionados.
Entonces, ¿qué pasó con el sistema de las
artes en Colombia? ¿Por qué y cómo se cerraron los espacios de las artes
plásticas? ¿Qué impactos tiene para el sector de las artes, tanto para los
artistas, como para el público y la economía del país, esta disminución o
desaparición de los espacios?
Lo curioso del fenómeno de desaparición de
espacios tiene que ver con la aparición del Ministerio de Cultura y el
establecimiento del Sistema Nacional de las Artes, como política del mismo. Con
el paso de los años, lo que parece o lo que se evidencia es que el Sistema
gubernamental, no sé si de manera peligrosa o perversa, coadyuvó al detrimento
y a la pauperización del sector de las artes nacionales, concentrando los
recursos y las actividades artísticas locales, regionales y nacionales. Lo que
ha sucedido, con esta concentración, es el control de la difusión y promoción
de las artes, lo que, por antonomasia, termina en un control de la producción
artística. Mejor dicho, antes los artistas, de diferentes tendencias y
formaciones tenían los espacios para presentar a los diferentes públicos sus
obras. Hoy, aparentemente, sólo lo que se avala desde la oficina de artes del
Ministerio tiene la visibilidad y, al no ser visibles muchas producciones
artísticas “diferentes” e incluso contrarias a las políticas gubernamentales, o
sea, al no ser observadas, criticadas, coleccionadas o consumidas por sus
públicos, los artistas pierden reconocimiento social y económico, quedándoles
muy difícil seguir con su trabajo.
Desde esta kverna, la situación se percibe
como lamentable y triste. Incomprensible que se aplauda la
inter(nacionalización) del 43 salón, por ejemplo, que rompe con la idea de “sistema
de la artes” (la cadena que conectaba salones regionales con el nacional),
cuando en Colombia, en este país y antes del Ministerio de Cultura, existió un
sistema dinámico y articulado, más allá de lo gubernamental nacional. Entonces,
¿será necesario revisar a fondo este “sistema de las artes”? ¿Será posible
regresar, al menos de manera parcial y con ajustes, a la situación de las artes
de hace 40, 30, 20 años?
[1] En https://www.museodeantioquia.co/exposicion/68-70-72-bienales-de-arte-de-coltejer/
se puede encontrar información sobre las bienales de Coltejer se pueden
encontrar
[2] Sobre las bienales de artes gráficas
de Cali hay muy poco escrito. En Tres sucesos nos acercan de María Teresa
Guerrero encontramos mención de las diferentes versiones. Esta se puede
consultar en http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/mariate/tres.htm
[3] Frente a las bienales de arte,
recomiendo la lectura de La producción simbólica de Néstor García Canclini,
donde analiza el caso de la bienal de arte en Argentina, contemporánea a las
colombianas. Allí plantea el auge de las bienales atadas a las políticas
económicas de USA y la llegada de multinacionales a los países
latinoamericanos.
[4] En http://universes-in-universe.org/esp/bien/sna_colombia/salon_nacional_colombia_historia
se puede ver una reseña sobre los salones nacional en Colombia.
[5] Insisto que estos datos salen de mi
precaria memoria, así que pueden ser otras fechas o más y menos versiones.
lunes, 2 de diciembre de 2013
ESPACIOS, TIEMPOS Y DINÁMICAS DE LAS ARTES PLÁSTICAS EN CALI: BLOC NO ES EL PROBLEMA.
Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
En los últimos tres años, sin falla y sin
falta, cuando salen los resultados de la convocatoria BLOC (Becas Locales de
Creación de Cali) y cuando se realizan las respectivas exposiciones, llegan a
mis correos, se comenta por Facebook e, incluso, llegan a casa los dolientes y
quejosos. La situación es normal y no es para alarmarse. Siempre ha sucedido y
sucederá. Es parte de nuestra natural condición animal y humana. Lo mismo
sucedía cuando se realizaban los salones de arte con premios. Nunca había un
consenso sobre los premiados. Incluso, para el pasado Salón (Inter)Nacional de
Artistas, muchas fueron las quejas y las demandas, encabezadas por prestigiosos
actores del medio artístico nacional, antes beneficiarios del evento. Por eso,
casi me atrevería a decir que el volumen de críticas y cuestionamientos, antes
que alarmar, debería convertirse en un indicio positivo, que determinaría que los
proyectos o los programas tienen impacto y relevancia. Si no fuera así, nadie
diría nada.
La diferencia este año ha sido que las
manifestaciones de descontento y rechazo se han hecho públicas y evidentes, lo
que parece indicar que algo está pasando, al menos en cuanto a la actitud de
los actores del medio de las artes en Cali. Creo que se está llegando a una
situación hartazgo, que superaría con creces la situación de descontento e
inconformidad general, por las faltas y carencias del medio local. Desde hace
unos años se presentan cada vez más iniciativas privadas, pequeños espacios y
eventos se han dado en la ciudad, sobre todo gestados por jóvenes artistas.
Esto pone en evidencia que muchos son los actores actuales y cada vez parecen
menos los espacios y recursos destinados a las artes. Igualmente parece indicar
que hay serios vacíos en cuanto a las calidades y cualidades de los actores
culturales, sobre todo en cuanto a los encargados de las entidades
gubernamentales (o sea, Secretarías de Cultura). Y mucho falta desde la
academia, que se ha limitado a replicar un modelo de formación artística (que
ya huele a caduco), sin pensar ni proponer en la formación de cuadros
directivos para las artes, que potencien y dinamicen el medio artístico local.
Lo fácil es echarle la culpa al BLOC y a sus
organizadores. Sí, creo que hay cosas por revisar y ajustar, como sucede con
cualquier proyecto o programa (nada y nadie es perfecto). Sin embargo, el
programa y sus eventos responden a las expectativas e intereses de un sector de
las artes plásticas y visuales de la ciudad. Y el problema parece ser este, que
es el único programa con estas características, en un medio cada vez más
deprimido e ignorado. Es muy difícil que un solo programa abarque en su
diversidad, multiplicidad y complejidad, todos los fenómenos artísticos
locales. Lo anterior, seguramente, sucede en cualquier medio artístico dinámico
y activo. Faltaría entonces mayor apoyo a las artes locales, involucrando los
diferentes sectores y las diferentes prácticas. En definitiva, al final de
todo, no estamos hablando de arte sino de derechos ciudadanos.
Obras de Juan Melo y Precarius tecnologicus. Casa Proartes. BLOC, 2013.
Y si vamos a hablar de arte, ya entrados en
el siglo XXI, debemos ir más allá del mainstream
o la corriente principal y comenzar a valorar y apoyar a sectores que, bien sea
por desconocimiento, negligencia o algún(os) terrible(s) acto(s) de discriminación
(racial, social, sexual, de género, económica o política, o todas las
anteriores y más). Lo que también se parece cuestionar, en el fondo de las
discusiones, tendría que ver con cambios de modelos de las artes, de cómo,
quién, por qué se producen las obras y cómo, dónde, cuándo, a quién y por qué
se difunden estas obras. Porque todo parece indicar que ya no estamos en un
modelo centrado y único, sino más bien en un modelo abierto y diverso. Sería
como pasar de un medio que piensa en el juicio estético, como eje principal de
sus valoraciones, a un medio que hable de prácticas y fenómenos culturales y
artísticos, donde el juicio sea una parte y no el centro de la reflexión.
En síntesis, las quejas sobre el BLOC parecen
más sobre la situación local de las artes, que sobre el mismo programa y sus
eventos. Por eso, más allá de cuestionar o criticar al BLOC y las actuales
exposiciones, se debería revisar el modelo y el sistema de las artes en Cali y
ver si responde o no (estoy casi seguro de lo segundo) a las condiciones y expectativas
del sector en general. Una de las vías, es haciendo una revisión crítica del
pasado de las artes locales (y por extensión nacionales y, por qué no, globales)
en cuanto a la cantidad y calidad de espacios y tiempos para las artes
plásticas y las posibles o potenciales relaciones con el público. Esta revisión
se propondrá, al menos de manera parcial, en los artículos siguientes en Desde la Kverna.
lunes, 25 de noviembre de 2013
¿GRAVES FALLAS EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE ARTE LA TERTULIA? LAS TAPAS DE LAS OLLAS Y UNA OBRA SEMI-PERDIDA
Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
Siguiendo con esta incómoda labor, este
último artículo pretende presentar lo que considero fallas en cuanto a la
curaduría, la museografía y el montaje de las obras del tercer piso de la
colección del Museo La Tertulia. No abordaré el segundo piso por dos motivos.
El primero, para no cansarlos con esta perorata. El segundo, porque creo que
queda suficientemente ilustrado lo que quiero señalar.
Antes de comenzar, me parece importante y
relevante anotar lo que implicaría una curaduría y museografía serias, como
debería ser para el museo. Lo primero es que el museo es un patrimonio
invaluable para los caleños, vallecaucanos y colombianos (para no hablar de
América Latina). Allí se encuentran obras importantes que hacen parte o dan
testimonio no sólo del acontecer artístico de la región o el país, sino que
además nos plantean una evidencia de los que somos como cultura y sociedad. En
síntesis, y por este motivo nacen los museos, los museos son la respuesta o
aporte de las artes a la construcción de las identidades nacionales y regionales[1]. Eso es lo que en
definitiva está en juego. No sólo si la exposición quedó bonita o fea o si las
obras están bien puestas y con las normas técnicas. Esto sería muy formal.
La situación debe ir más allá. Ese más allá tiene
que ver con la curaduría, que es la que debe velar por la “buena salud” de las
obras. La curaduría debe plantear una lectura acorde con las piezas de la
colección, abordando problemas y contextos, permitiendo que se enriquezcan en
sus lecturas y discursos. Con la actual disposición, dudo mucho que eso suceda.
Primero porque la misma parece una propuesta taxonómica formal, a la manera de
gabinete de curiosidades del siglo XVII. Por ejemplo, en la primera sala del
tercer piso han sido acomodadas obras dispares y diversas, de artistas de
diferentes contextos e intereses plásticos y conceptuales, bajo el “tema” de El cuerpo. Así, los Hombres maíz de Pedro Alcántara Herrán está acompañada de Figura de Santiago Cárdenas, una
reproducción de una obra de Botero (creo que es un afiche; ya he visto varios),
Los suicidas del Sisga de Beatriz
González, Los narcisos de Oscar
Muñoz, Teresa la mujer mesa de
Hernando Tejada, una Histérica de
Felisa Burstyn, entre muchas más obras de insignes artistas. Y no es que piense
que alguna no valga la pena o no merezca ser exhibida. La cuestión es ¿qué tipo
de lecturas sobre las obras puede plantear tal aglomeración? ¿Cuáles son los
compromisos estéticos, artísticos y éticos, para no hablar de los políticos,
culturales y sociales, de los curadores? Lo mismo sucede con la sala que tiene
como “tema” Los animales o la de
esculturas. En fin, o las relaciones que se plantean entre las obras y las
salas son de una complejidad inaudita e indescifrable (sólo para eruditos) o se
cae en la más absoluta banalidad y formalidad[2]. Siendo esto último, ¡esto
sería la tapa de la olla! La primera…
Desde los griegos, y creo que hasta hoy,
existe una gran distinción o diferencia entre el tema o la forma y las ideas o
conceptos que encierran las obras. Es decir, y casi que citando desde
Aristóteles a Burke y, por qué no, hasta Danto, las obras no son importantes
por lo bonitas, o bien hechas, o porque tengan un tema en especial (su
formalidad) sino por lo que ellas implican, por lo que pueden inferir o
permitir descifrar, por sentidos que están más allá de su superficie. Si esto
aplica aún, ubicar por su forma o tema una colección es matar la riqueza
discursiva y poética de las obras, o sea acabar con la colección. Por eso, para
mí es inexplicable que se acomoden las obras por sus formas o técnicas.
Esto es tan inexplicable como que en una sala
metamos indiscriminadamente, obras de Giotto, Diego Rivera, Jean Michel
Basquiat bajo el tema-título de Grafitti… O a la Venus de Willendorf, con los esclavos de Miguel Ángel, con obras de
Naum Gabo y Anton Pevsner, el Circo
de Alexander Calder y la Bachué de
Rómulo Rozo, bajo el tema-título Tridimensional. Claro, las primeras pueden ser
consideradas grafittis y las segundas son tridimensionales, pero ¿qué aporta
esto a su lectura y contextualización?
Más inexplicable es, aún aceptando la
taxonomía formalista de la colección, es que ubiquen obras que no corresponden
al criterio simple. Hay un caso que me conmueve, seguro por lo inocente. En la
sala que corresponde a lo Abstracto, rodeada por el Enchape de Danilo Dueñas y las maravillosas obras de David Manzur y
Carlos Cruz Díez, se encuentra La caja de
cartón de Santiago Cárdenas… ¡Y aquí si entiendo menos! Pues la obra, por
sus características formales, la reproducción casi fidedigna de la parte
superior de una humilde caja de cartón, corresponde no a lo que comúnmente se
llama abstracción, sino más bien a la figuración hiperrealista, con la que
además se asocia este artista. ¿Será que la estructura geométrica de la pintura
confundió a los que pusieron allí? ¡Otra tapa para la olla!
Dejando de lado las consideraciones “curatoriales”,
la museografía genera también dudas. Por ejemplo, hay obras que se exhiben en
posiciones diferentes a como fueron vistas por primera vez. Es el caso de la
escultura en piedra y vidrio de Hugo Zapata, cuyo título es Geografía. Ahora se exhibe horizontal y
yo la recuerdo vertical. Así se evidencia en la revista Credencial del 10 de
mayo de 2012, cuando se hace la reseña de la re-apertura de la colección del
Museo La Tertulia, cuyo título es ¿Y
quién dijo que Cali es solo salsa? Como parte de esta publicación se
encuentra una imagen de la obra del artista antioqueño. La foto es de archivo,
estoy casi seguro, ya que la obra aparece ubicada de manera vertical, como se
exhibió originalmente, a principios de los años de 1990, en la sala alterna del
museo[3].
Sin embargo, esta puede ser una situación
menor, comparada con la disposición de las esculturas del maestro Édgar Negret.
Algo que se aprende en cualquier formación en artes medianamente aceptable, es
que las esculturas deben ser vistas por todos sus lados para ser apreciadas
adecuadamente. Más si estas fueron pensadas así[4]. Cuando usted vea obras de
Auguste Rodin, Alexander Calder, Henry Moore o Negret, o sea de escultores
modernistas, gire alrededor de ellas, mirándolas, y se dará cuenta de algo
extraordinario: ¡la escultura se mueve! Claro, si es que puede darles la
vuelta, lo que jamás va a suceder con la disposición en altarcito posmoderno
donde al condenado al estatismo las obras del maestro del Popayán. ¡Tapa pero
de olla pitadora!
Mejor no hablar de la posición y altura de
las obras bidimensionales, unas demasiado altas y otras muy bajas, lo que
impide ver sus detalles, cuando no fueron pensadas para estas alturas… Y sólo
mencionar que, hasta donde entiendo, los colores del Enchape de Dueñas están pensados para jugar con los colores
tradicionales de las paredes de los lugares de exhibición, donde la obra se
mimetiza o se funde (así sucedió con Enchape 16, ganadora del regional en
Bogotá, en la década de 1990). ¿Por qué entonces ponerla sobre una pared roja,
que la resalta y la enmarca? ¿Museografía o decoración de interiores? ¡Tapa,
tapa, tapa!
Finalmente, y para no cansarlos más, hay una
obra exhibida y que posiblemente esté semi-perdida. Me refiero a la de Carlos
Salas, que se encuentra en uno de los accesos. Esta obra es una pintura sobre
madera de la cual sobresalen otros fragmentos de madera, a la manera de
repisas. Originalmente, sobre estas repisas descansaban pequeñas pinturas
rectangulares, las cuáles invitaban a la posible y potencial interacción del
espectador, el cual, al moverlas o intercambiarlas, conformaría otra pintura,
al menos otra imagen. Pues las pinturas pequeñas, que dan sentido a la pieza en
general, no están, al menos exhibidas.
Sería muy extenso continuar y este ejercicio
ya lo creo más que suficiente e ilustrativo. En definitiva, todo parecería indicar
que hay muchas fallas en la exhibición de la colección de La Tertulia. Esto,
más allá de si se ven bien o mal, si se conservan de manera preventiva las
obras, implica el detrimento de la fortuna crítica de las mismas (su buen
nombre, por decirlo de manera coloquial), las relaciones variadas y diversas
con los diferentes públicos y, mucho más grave, la construcción de nuestro
territorio físico y mental, como cultura y sociedad. Lo que parece evidenciar
este cúmulo de situaciones, es la crisis institucional que atraviesa el museo.
Ojalá, y lo digo de corazón, el de alguien que creció con el museo, vengan
mejores tiempos para esta querida y necesaria institución.
[1] En especial, recomendaría el libro La création des identités nationales: Europe
XVIIIe – Xxe siècle, de Anne-Marie Thièse. A lo largo del texto la autora
presenta los aportes de las artes a estos procesos culturales y políticos.
[2] Esto me recuerda del artículo Disposición estética y competencia artística
de Pierre Bourdieu, donde en una parte del mismo se plantea la dificultad de la
lectura de los eruditos y, al mismo tiempo, de los no eruditos, casi planteando
un punto medio entre los dos.
[3]
La publicación se puede ver en http://www.revistacredencial.com/credencial/content/museo-la-tertulia-y-qui-n-dijo-que-cali-s-lo-es-salsa-web. Esta obra se encuentra en el
conjunto de obras que correspondería a la sección Abstracción. Debo anotar que
hace poco una funcionaria del museo me informó que la obra se ubicó de manera
horizontal con el visto bueno del maestro Zapata.
[4] No sucede lo mismo con las esculturas
de bulto de los retablos y los nichos de las iglesias, que fueron diseñadas
para ser vistas desde un solo punto y por lo cual, en muchos casos, no fueron
trabajadas en su totalidad.
lunes, 18 de noviembre de 2013
¿GRAVES FALLAS EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE ARTE LA TERTULIA?: ¡COMO UNA BOFETADA!
Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
En ese día aciago (el de mi primera visita a
la nueva exhibición de la colección de La Tertulia), y cualquier otro día que
he visitado las salas, me he sentido disgustado, indignado y hasta ofendido, al
llegar al hall del ascensor del tercer piso. Incluso, cuando por algún motivo
tengo que ir, trato de pasar rápidamente, sin mirar a los lados, por no entrar
en un estado de enojo, muy cercano a la rabia, a la ira, a la furia.
No sé por qué, qué mente inocente o
perturbada, ha tenido la oscura idea de condenar una de las obras emblemáticas
y fundamentales del museo, a una esquina que corresponde más al tarro de la
basura. La verdad ¡no entiendo! ¿Será acaso que los que hicieron el guión
curatorial o la propuesta museográfica desconocen por completo la historia del
museo y su colección? O, ¿será que algún daño les hizo la artista o se siente
ofendidos por sus obras? Sigo sin entender.
Me refiero a la obra Flor, de Felisa Bursztyn, obra que originalmente se encontraba en
el acceso exterior del museo y que dio la bienvenida a los visitantes de todos
los tiempos, junto con la obra de Edgar Negret[1].
En Cali, ¡todos los que
íbamos a La Tertulia de los buenos tiempos las recordamos con cariño y
veneración! Tengo entendido que estas obras fueron hechas para
el museo y encargadas a los artistas.
En el caso que ahora me ocupa y preocupa,
Felisa Bursztyn fue y es una de las artistas colombianas más reconocidas de la
segunda mitad del siglo XX[2], en parte por ser una de
las primeras artistas en trabajar materiales de desecho, metálicos en su caso,
y movimiento en sus esculturas, casi a la par o al mismo tiempo que artistas
como Jean Tinguely o los Póvera italianos desarrollaban propuestas similares.
Por eso es inexplicable el mal trato, la
pésima ubicación, el desconocimiento de una obra y una artista de la talla y la
importancia de Flor y Felisa Bursztyn. En las fotos que siguen se ve no sólo lo
mal ubicada que está la obra, sino cómo la silla del guía de exposiciones, que está justo en la pared del frente y que la ocupa por completo, tiene
una mejor y digna posición. ¡Una bofetada a la historia, al museo, a Cali! ¡Una
bofetada al sentido común y la inteligencia!
Claro, se dirá que por seguridad y
preservación de la obra esta se colocó en el interior. Pero la seguridad y preservación
de una obra no es sólo meterla en cualquier rincón, sin ningún tipo de contexto
y orientación. La preservación y cuidado de una obra tiene que ver, sobre todo,
con las lecturas y apreciaciones que genera. Y estoy seguro, que hay muchos
mejores sitios en el museo para ponerla.
[1] La foto del Museo La tertulia, con el
emplazamiento original y tradicional de la pieza en cuestión, está tomada de http://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Museo_La_Tertulia.jpg.
[2] Se puede evidenciar su importancia al
ser entrevistada en 1976 por Gloria Valencia de Castaño, “primera dama” de la
televisión colombian. http://www.youtube.com/watch?v=arx6kUjm8vg.
sábado, 16 de noviembre de 2013
¿GRAVES FALLAS EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DE ARTE LA TERTULIA? (PRIMERA PARTE)
Por: Carlos Fernando Quintero Valencia
A MANERA DE INTRODUCCIÓN Y ACLARACIÓN.
La verdad no es grato, al menos para mí,
ir a exposiciones, eventos o instituciones de arte y tener que escribir sobre lo que no
está bien, lo que falta, lo discutible o lo equivocado. Sería mucho mejor ir y
escribir sobre lo bueno, lo completo, lo indiscutible y lo certero o cierto. Y
sería mucho mejor, no sólo para mí, sino para los artistas, las instituciones,
las obras y los públicos. Las artes tienen como cierto fin el goce estético, el
cual, hasta donde mis entendederas alcanzan (aclaro que entendederas no son
posaderas), se llega por placer o por displacer, o sea por contemplación de lo
bello o por enfrentamiento con lo no bello. Pero el disgusto no lleva al goce
(hasta donde entiendo). El disgusto sería lo contrario. Sería algo así como un “disgoce”.
Lamentablemente, me sucede muy frecuentemente
lo contrario al goce. Puede ser que sea una circunstancia o situación personal. Me lo
he preguntado. Pero la verdad, revisando los diferentes momentos de este
disgusto creo que hay cosas que se caen por su propio peso y no hay prejuicios
personales que medien. Por eso entonces, casi que como un deber civil, como
ciudadano de las artes, como un espectador más, con cierto conocimiento de
causa, me tomo la triste y difícil tarea de señalar estas circunstancias, con
los únicos propósitos de generar algún en torno a estos fenómenos que considero
anómalos y ver si de alguna manera se permean las rígidas estructuras y mentes
institucionales y se enmendan de alguna manera las posibles (a veces muy
evidentes) fallas.
En este caso, por ser más cercano, más
frecuente y muy importante, el motivo de mi disgusto es la colección de Museo
La Tertulia. Cercano, porque vivo en la misma ciudad. Frecuente, porque ya en
más de una ocasión he tenido que dirigirme a algún funcionario o colaborador de
la institución para señalar errores tan tontos y garrafales como que confundan
un grabado de Ed Ruscha con una obra de Carlos Rojas, en la exposición de arte
colombiano de la colección del Banco Popular o como en la actual exposición de
Oscar Muñoz, cuando ponen en la ficha técnica (cédula de obra) una fecha que no
corresponde (1976) , a una obra firmada y fechada por el artista (1992).
La importancia tiene que ver con el hecho que
el Museo La Tertulia es la institución más importante de las artes del Sur
occidente colombiano, por su historia, colección y reconocimiento social y
cultural. Además, es el sitio donde generaciones de artistas y espectadores han
tenido contacto directo con las obras, por lo cual se convierte en un
instrumento indispensable para lo formación artística y estética de los actores
del medio y campo de las artes. De ahí entonces la importancia del museo y sus
exposiciones. Importancia que parece no es clara para la administración y los
funcionarios primer nivel del museo y que se evidencia en los errores
mencionados y en la actual disposición y presentación de la colección.
LA RE-APERTURA DE LA COLECCIÓN
Cuando en el 2012 se anunció la reapertura de
la colección del Museo La Tertulia, luego de más de cinco años de inexplicable,
inexcusable y triste cierre, me dio una gran alegría. Los museos, este y todos,
son fundamentales para la constitución y fortalecimiento del medio, el campo y
el sector de las artes, no sólo porque es un espacio de sano esparcimiento,
sino porque a su derredor se construyen las alianzas entre artistas, públicos y
obras. Para los primeros son fundamentales porque ahí se pueden evidenciar sus
procesos creativos-investigativos y, además, pueden recibir una retroalimentación
necesaria de los espectadores (no hay artista sin público). Estos últimos,
además de formarse (no sólo informarse), pueden generar procesos de apreciación
crítica, más allá del “me gusta - no me gusta”, construcción de nuevos saberes
sensibles y cognitivos e incluso, la modificación de algunos comportamientos
individuales y colectivos. Para las obras, el museo abierto es como el necesario
oxígeno que les permite vivir eternamente. Nada mejor para una obra que ser
vista, apreciada y discutida. Si no, mueren de soledad y olvido.
No pude asistir la noche de la inauguración,
ya que me encontraba en otro compromiso igualmente importante (la inauguración
de la primera exposición de la Galería R&M). Sin embargo, mi alegría y
emoción fue creciendo en la medida en que llegaron conocidos y amigos con los
mejores comentarios sobre la reapertura del museo y su colección. La felicidad
colmó el ambiente. La inauguración de R&M se convirtió en una fiesta, en el
momento que se auguraba un nuevo renacer de las artes en Cali.
Por ese motivo, y con la mejor disposición de
ánimo, alegría y gran expectación, el fin de semana siguiente me dirigí a ver
la colección. En la entrada se veía un ambiente agitado, inaudito para La
Tertulia, al menos en muchos años. La gente entraba en cantidades
significativas. Desde el acceso contemplé el nuevo ventanal, que corregía el
pésimo diseño arquitectónico de la nueva sede, que sepultó en la inutilidad las
paredes del costado izquierdo del edificio. Como siempre, y ojalá por siempre,
la sonrisa de bienvenida de Luz Dary y el saludo respetuoso de Claudia. Todo
presagiaba una fiesta de arte.
¡HORROR! ¡DECEPCIÓN!
Al entrar a la primera sala me encuentro con
una serie de obras gráficas que pretendía hacer un reconocimiento de las
bienales de artes gráficas de otros años. Gráficas de artistas de diferentes
contextos, tendencias y épocas se encontraban colgados en las paredes, con la
misma altura y sin ninguna distinción. Si mal no recuerdo, entre las gráficas
había obras de Diego Rivera, el artista mexicano que dudo mucho haya venido a
las bienales, ya que falleció en la década de 1950 y las primeras bienales son
al menos 20 años después de su muerte. También se encontraba una gráfica de
José Horacio Martínez, quien apenas era un párvulo cuando los magníficos
eventos de otros tiempos se realizaron. En esta primera sala, las gráficas de
diferentes artistas, de diferentes países, de diferentes contextos, con
diferentes procedencias, con diferentes temas, ideas y conceptos, se alineaban
sin que hubiera mayor relación que el hecho que son gráficas que pertenecen a
la colección del museo. Entonces, ¿dónde está el rigor histórico, el riesgo
conceptual, la apuesta curatorial? ¿Qué responsabilidad moral, ética, social y
artística tiene un museo que muestra su colección como una acumulación de
cosas, como si se tratara de un gabinete de curiosidades de hace tres o dos
siglos?
Una mirada rápida puso en evidencia el
problema fundamental, no sólo de esta sala, sino de toda la exhibición de la
colección. Todo se aplanó, se generalizó, en un acto de estúpida taxonomía
curatorial y museográfica, donde la técnica, el lugar común, el banal
formalismo parecen ser la norma. Lo anterior se evidencia al leer los títulos o
nombres de cada sala, sobre todo en los pisos superiores. En el segundo piso,
las salas tienen como nombres Los objetos,
El paisaje, Los espacios interiores, La
ciudad. En el tercer piso descuellan títulos y temas como Los animales, El cuerpo, Las máquinas y
La abstracción.[1] Si bien, a primera vista,
suenan bien y atractivos, estos son tan amplios y ambiguos que puede caber de
todo y se puede caer en una generalización que le disminuye e incluso suprime
los sentidos diversos de las obras, lo cual es la esencia de estas. Mejor
dicho, lo que han hecho, los curadores y museógrafos que “acomodaron” la
colección de La Tertulia, es algo así como un intento de asesinato de las
obras; una masacre artística, en donde hasta las más mínimas reglas de
museografía y montaje se infringieron. Esto lo veremos en detalle, en una
próxima entrega de Desde la Kverna.
[1] Se pueden ver los planos de la
colección del Museo La Tertulia en su portal, http://museolatertulia.com/coleccion-permanente/
miércoles, 13 de noviembre de 2013
PABLO VAN WONG POR SIEMPRE
Por: Carlos Fernando Quintero V.
Hace ocho meses partió de este mundo Pablo
Van Wong. Con su partida no sólo hemos perdido a un gran amigo, una gran
persona (de esas honestas, trabajadoras y comprometidas), un gran docente (dedicado
mil por ciento a sus estudiantes y sus clases) sino, y sobre todo, a un
excelente artista. Desde mi punto de vista, Pablo es la persona más talentosa
que he conocido y he conocido muchas. Tenía una manera muy especial de abordar
los materiales, de hacer con ellos lo que él quería, cosas inverosímiles, casi
que imposibles.
Alguna vez, después de la exposición Con qué objeto en Galería Jenny Vilá, a
mediados de los años de 1990, lo visité en su apartamento. En la charla que
teníamos surgió la necesidad de escribir o dibujar algo y Pablo fue a su
taller, para mí una sagrada habitación a la cual jamás me atreví a entrar, por
temor a perturbar las energías creativas del maestro. De allí trajo una gran
lata en la que guardaba con celo, orden y cuidado, como casi todo con Pablo, los
lápices y marcadores. Despreocupado sacó uno de la lata y comenzó a dibujar. Yo
puse atención no en lo que estaba él haciendo sino en la lata en cuestión.
Sobre su irregular e industrial superficie se veían unas marcas sutiles,
precisas, decididas. De pronto le pregunté a Pablo por el dibujo sobre la lata
y él, sin demostrar ningún interés, casi con desprecio, me dijo que ahí había
comenzado a experimentar con el motor tool, que luego lo utilizaría para alguna
de las obras de la exposición antes mencionada. ¡Yo no salía de mi asombro!
Había reproducido sobre esa superficie cilíndrica, marcada por surcos
continuos, un grabado oriental de autor para mi desconocido, con trazos firmes,
cuidado y minucia extremas, y precisión inaudita. Si mi memoria no me falla, la
reproducción era perfecta. Y él “sólo estaba experimentando”.
Ese manejo del material se ve en sus primeras
obras, como en Disolventes como sudor son
sus altos clamores, que se puede apreciar en la colección del Museo La
Tertulia de Cali. Esta obra, realizada cerca de 1991, es un ejemplo importante
de las primeras obras de Pablo y es una muestra clara y contundente del trabajo
minucioso y asombroso de este artista. Toda la obra está hecha en metal, con
unos elementos vegetales, las semillas que están como suspendidas en el centro
de la pieza. La característica especial de esta y las demás obras de este
momento productivo de Van Wong es la manipulación del metal como si se tratara
de un tejido o de un telar. Por lo general el metal se suelda o se perfora y
atornilla. Lo que sorprende es que Pablo, al parecer, prescindió de estos
procesos y construyó casi la totalidad de la obra tejiendo o cosiendo la malla
de metal y el fragmento de tinaja oxidada, con alambre dulce y con clavos.
Lo que también sorprende son las texturas y
sensaciones que logró en esta obra. Los clavos ubicados estratégicamente y en
conjunto, se convierten como una especie de superficie orgánica y aparentemente
suave y homogénea que casi invita a tocar, a acariciar. La sensación orgánica y
suave, que se opone a la frialdad y dureza tradicional del metal, se refuerza
por el óxido de los materiales, producto parte del paso del tiempo y la acción
de los elementos y parte de la acción del artista que los trató con ácidos.
Además, la oxidación recordaba a Pablo su Buenaventura natal. Se acordaba,
alguna me contó, de los cascos de los barcos avejentados, de los metales
herrumbrosos dejados a merced de la salinidad y del clima. Esas sensaciones y
emociones, que aún hoy se perciben en su obra, eran impregnadas en los
materiales en estas obras tempranas y las siguientes, por la manipulación que
hacía el artista de los materiales. Sólo lo podría comparar con la magia, con
la transmutación y transusbtanciación que propone Marcel Duchamp en su famosa
conferencia de los años de 1950.
Así, Pablo Van Wong sigue aquí, con nosotros.
Está en sus obras, materializado en sus materiales, en los gestos y
manipulaciones sutiles y claras, en lo sorprendente de sus piezas, como la que
podemos disfrutar en La Tertulia, las del Museo de Arte Moderno de Bogotá o las
que tenemos sus amigos o coleccionistas. A pesar de su ausencia física, de la
falta que nos puedan hacer sus comentarios cínicos o sabios, su aparente mal
genio (mecanismo de protección de su desarrollada sensibilidad), sus
cigarrillos y sus tintos, sus conversaciones extensas, tenemos, con sus obras,
Pablo por siempre.
domingo, 10 de noviembre de 2013
UNA OBRA DE DAVID MANZUR EN LA TERTULIA
Por: Carlos Fernando
Quintero V.
Hace una pocas
semanas, pasó por Cali el crítico de arte y curador francés Guillaume Désanges,
quien ofreció un corto y sustancioso taller de crítica de arte, en el MAM La Tertulia.
A continuación, como resultado del taller, un texto sobre una de las obras del
museo…
Dos espacios en equilibrio es una pintura
abstracta geométrica del artista colombiano David Manzur, realizada en 1969. La
obra es casi monocroma (roja) con unos puntos en gris oscuro, aparentemente
producto del encuentro de dos complementarios (rojo-verde o azul-naranja). El
plano rojo varía sutilmente por la incidencia de la luz sobre los accidentes de
la superficie, como las texturas de la misma pintura, los relieves geométricos
que van de los bordes hacia el centro y el ensamblaje que parece unir los dos
elementos. Entre el color rojo que cubre toda la obra y los puntos grises se
produce un efecto óptico que atrapa. Si el espectador se detiene a mirarla, a
más o menos metro y medio y mueve su mirada alternando los puntos grises, podrá
observar el cambio de tonalidad de los colores de estos últimos hacia azules o
verdes brillantes. Este es el primer indicio de la energía contenida en esta
obra.
Los planos
geométricos parecen encontrarse en el centro, en un relieve que funciona como
un acoplamiento de dos elementos mecánicos, arquitectónicos, anímicos y
simbólicos. También son como dos cabezas de animales fusionadas. Casi se podría decir que representan a dos seres. El que viene de
la derecha sería la serpiente y el de la izquierda pareciera ser un ave. Los
dos seres están en contraposición. En pugna. Pero al mismo tiempo se
encuentran, se enlazan, se acoplan. Es una especie de acto amoroso, de coito de
fuerzas supremas, que se equilibran. Son al mismo tiempo dos espacios míticos.
El cielo representado por el ave, la tierra con el agua representado por la
serpiente.
La época en que ha
sido realizada esta obra es significativa. Muchos artistas colombianos y
latinoamericanos están trabajando sobre los valores identitarios de la cultura
a la que supuestamente pertenecemos, pero con elementos simbólicos y abstractos.
Es posible que esto derive de Joaquín Torres García y su Universalismo constructivo, el libro, método y filosofía que
sustenta no sólo sus obras desde los años de 1930, sino las de sus estudiantes
y seguidores al sur del continente. Algo similar sucede con Rufino Tamayo en
México, quien hablará, con Octavio Paz, de un “mexicanismo universal”, que se
opondrá a la tradición muralista y literaria precedente. También, la idea de
acoplamiento recuerda a una serie de obras de Edgar Negret, realizada entre las
décadas de 1960 y 1970. En ella, como en la obra de Manzur, aparecen volúmenes
hechos en metal, que se asemejan a máquinas o a naves espaciales. Son también
dos fuerzas que se trenzan en una lucha y que parecen estar en reposo durante o
después de la batalla. Es también el acoplamiento sexual, el penetran el uno en
otro, donde el dominado y dominante se confunden. La idea-forma de serpiente y
de ave son referencias al pasado prehispánico, a las culturas ancestrales. Son
los dos espacios-tiempos que se unen y se relacionan en la batalla: El cielo y
la tierra-agua. Los símbolos del pasado toman vigencia en el presente, en este
eterno presente del arte.
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