domingo, 3 de noviembre de 2013

COMO SI SE TRATARA DE UNA PELÍCULA DE SERGIO CABRERA O UNA RUMBA DE SALSA EN BOGOTÁ

Por: Carlos Fernando Quintero

Los casi desaparecidos taurinos(por fortuna) tenían un dicho: Corrida de gran expectación, corrida de gran decepción. Lamentablemente, es el sabor que me queda después de visitar la exposición Protografías de Oscar Muñoz, en el Museo La Tertulia. ¡Tenaz! ¡Muy tenaz! Me duele en el alma. Quedé deprimido. Incluso he pensado en cerrar este espacio virtual, porque cabe la duda que sea muy bruto (favor no aplaudir) o demasiado godo y tradicional (la sospecha tiene que ver con el afiche de Godofredo Cínico Caspa que cuelga en mi oficina). En mi desesperanza en contemplado la idea de distanciarme definitivamente de las artes y dedicarme a otra de mis pasiones, como ser técnico de fútbol o al negocio inmobiliario (claro, como negociante y no como inversor, aún). De pronto haría mejores cosas o, al menos, molestaría menos.

Me duele mucho porque desde 1987 sigo las obras del artista. Eso fue antes de que incluso pensara en estudiar artes, si es que algún día lo pensé en serio. Mi primer contacto fue con las Cortinas de baño, en la desaparecida sala del Banco del Estado de Popayán. Yo pasaba por casualidad por allí y algo me hizo entrar a la sala. Cuál no fue mi sorpresa al ver las obras de Oscar. De primera mano me encantaron. Recuerdo que el montaje era impecable. Las cortinas cumplían con el efecto de generar lo que más adelante me dijeron era el continuo de espacio, con una representación entre icónica y fantasmal. Recuerdo que el efecto óptico me llevó a tratar de comprobar si de verdad había alguien desnudo, bañándose atrás. Claro, comprobé que era obra del artista, lo que me llenó de emoción y admiración. Por eso, cuando la vida me llevó a estudiar artes plásticas, entendí que se trataba de generar actos mágicos, que rompieran con verosímil y que fueran más allá de lo real.

Años después pude asistir a las exposiciones de Oscar en La Tertulia y una en Bellas Artes, donde todavía era maestro, nuestro maestro. Recuerdo sus estupendas obras, dibujos cargados de sensibilidad, emoción y fuerza, donde se recreaban baños, pisos, espejos de agua. Algo se alcanza a ver en la exposición. También vimos con fascinación los primeros Narcisos, obras inverosímiles, dibujos sobre el agua, lo impensable. Siempre, siempre, con Oscar Muñoz sabíamos que habría una grata sorpresa, una nueva lección, un riesgo salvado.

Por eso la decepción. La exposición curada y montada parece desangelada, con obras dispersas e inconexas y en, en muchos casos, con obras que se pierden en el espacio, no porque este sea muy grande sino por la falta de tensión, de escenificación, de relación entre las obras y el espectador. Por ejemplo, Ambulatorio, una obra que debe abarcar el espacio, generando la tensión entre ella y el espectador, casi que retando a este último a pisarla, ha sido ubicada como un tapete de bienvenida que todos pisan y nadie ve. Y las Cortinas (¡¡¡por favor!!! ¡¡¡¡Las Cortinas!!!!) han sido ubicadas como en una venta de cachivaches del centro, acabando con su encanto y con su magia, aquel que hizo sonrojar toda la jornada de la tarde de un colegio de monjas, el día de su inauguración. Hay que anotar que los primeros dibujos de la años 70 están en la misma sala de Ambulatorio, Los tiznados (en versión pequeña) de los 80, dibujos al carbón de los 90 (que están mal fechados en 1976, aun cuando abajo aparecen firmados en 1992, lo que ya no es raro en museo) y los proyectos fotográficos y de video del 2000 en adelante, se encuentran apiñados en la primera sala, como “versiones de ciudad”, pero la verdad resultan inconexos, además de dudosamente montados.

De ahí en más, el mal sabor me impidió seguir disfrutando de la exposición. Debo aclarar que no es culpa de Oscar Muñoz. Él sigue siendo un excelente artista, con excelentes obras (así no me gusten todas). Parece ser que hay un grave problema curatorial y museográfico, lo que ya se hace común en el museo, lamentablemente. Aquí la responsabilidad debe recaer en José Roca y María Wills o en las personas encargadas en el museo para esta exposición. Y la verdad, ¡no hay derecho! Esto mismo sucede con la colección, que también está pésimamente curada y montada. Los errores son enormes, desde obras puestas en sitios inadecuados como las esculturas de Edgar Negret o la Flor de Felisa Burstyn, que hasta un niño sabe que deben estar exentas para poder ser apreciadas por todos sus lados. La curaduría además presenta una visión estúpidamente taxonómica, que parece hacer carrera en la capital. Y hay olvidos que deben ser considerados con alevosía y ventaja, como la ausencia de José Horacio Martínez, ganador de numerosos premios nacionales y con presencia internacional, artista de vigencia inusitada (más de tres exposiciones al año, en promedio, en los últimos quince años, dentro y fuera del país, salones y bienales incluidas). Y hay más…

La verdad y desde mi paranoia cotidiana, esto parece ser un complot orquestado desde Bogotá, para acabar de terminar con lo poco o mucho bueno que hay en Cali. La víctima no es sólo Oscar Muñoz sino el público de Cali. Parece que los venidos de la capital piensan que somos estúpidos o tontos o se las dan de chistositos, por ser “provincia” o “tierra caliente”. Pues señoras y señores, sus trabajos curatoriales y museográficos dejan mucho que desear en esta caliente provincia. ¡Cojan juicio y seriedad! Aquí el público merece ver a uno de sus artistas históricos en mejores condiciones y con mejores luces. Así que me niego a pensar que esta exposición es el homenaje que Oscar merece. Yo espero más, lo justo en su dimensión de gran maestro.

En definitiva, hoy salí de La Tertulia como cuando salía de las películas de Sergio Cabrera. Recuerdo que cuando terminé de ver Ilona llega con la lluvia, declaré a Cabrera como un “mago del cine” porque logro convertir un buen libro en una mala película. También salí como cuando salía de las rumbas de salsa en Bogotá: Como que es la misma música que se baila, pero, la verdad, no ser rumbea; como que falta el tambor, el sabor y la temperatura de Cali.

sábado, 2 de noviembre de 2013

DOS Y TRES EXPOSICIONES EN CALI

Por: Carlos Fernando Quintero

Las primeras dos exposiciones que se realizan en Cali, no serán comentadas por el momento. La primera es la exposición Viacrucis del maestro Fernando Botero, que se realiza en la Biblioteca Departamental de Cali, en el marco de la celebración de los 25 años del noticiero de televisión regional Noti 5. La verdad no creo que la vaya a ver, ya que no me parece importante, al menos para mí, ver al maestro Botero con un tema de Semana Santa en vísperas navideñas. También, porque ya he visto suficientes obras del maestro en mi vida. Eso sí, lo considero un artista admirable y fundamental.

La otra exposición que tampoco comentaré en este momento es Protografías de Oscar Muñoz, con curaduría de José Roca y María Wills, y que se encuentra en el Museo La Tertulia y el Área cultural del Banco de la República de Cali. Hasta el momento no la he visto, pero lo que me han comentado es que es estupenda, no sólo por la calidad y cantidad de obras presentadas por Muñoz, sino por la curaduría y la museografía. Seguramente amerita un comentario aparte.

Las tres que sí comentaré son Nieve de Pradera de Fabio Melecio Palacios, en la Sala de exposiciones del Instituto Departamental de Bellas Artes; -20%; -30%, -50%; -70% de Juan David Medina, que está en la Galería del Centro Cultural Colombo Americano y la exposición colectiva Obras Apócrifas, en el Museo de Arte Religioso de Cali.

Fabio Melecio Palacios, con su Nieve de Pradera, presenta una instalación con dibujos/pinturas en donde utiliza ceniza caña de azúcar y que dispone sobre soportes de lienzo e icopor, formando una línea de horizonte. Estos están acompañados por la intervención del piso de la galería con ceniza de caña, hasta cubrirlo de forma regular, casi en su totalidad, formando un tapete negro, que contrasta con el blanco de los muros y techo.

Palacios pone así de manifiesto la contaminación de la quema indiscriminada y continua de los cañaduzales, que realiza la industria del azúcar. La Nieve de Pradera no es más que la pavesa o la ceniza volátil de la caña que cae, cual copos de nieve negra sobre los campos y las poblaciones aledañas a los cultivos, lo que afecta de manera negativa, las propiedades y la salud de los habitantes de la zona. Con su instalación, el artista logra además la intervención del público asistente, que se hace partícipe de la obra al pisar y alterar el tapete negro de ceniza y llegar hasta el punto de utilizar la nieve negra como soporte para realizar dibujos o para escribir. El proceso de ingreso y egreso de los asistentes logró además que la nieve se esparciera por las diferentes instancias del instituto y llegó incluso hasta la calle, mostrando lo invasivo y contaminante que puede ser este indeseado material.

De esta manera, Fabio Melecio Palacios continúa con su serie de obras que, de manera poética y sutil, plantea los problemas sociales, políticos, culturales y económicos de las poblaciones menos favorecidas, sobre todo en relación con el cultivo de la caña de azúcar (principal producto de explotación agroindustrial del Valle del Cauca).

Juan David Medina propone una serie de pinturas al óleo sobre vidrio, con un efecto de tridimensionalidad, que parece referirse a efectos 3D de la televisión y el cine. Con esta propuesta pictórica, el artista descompone y fragmenta cada una de sus imágenes, con lo que pone de manifiesto el carácter espectacular de lo real actual.

Los temas de Medina hacen referencia a los problemas o circunstancias del mercado global, a las transferencias económicas, sociales y culturales que se hacen cada vez más evidentes en los procesos locales, y que están al inicio de las marchas y protestas sociales, en los diferentes países y regiones del mundo.

Obras apócrifas se presenta como la primera exposición formal e institucional del colectivo Circular contemporáneo, que promete seguir interviniendo e insertándose en los espacios institucionales de las artes en Cali y, ojalá, en Colombia. Esta primera exposición deja un muy buen sabor. La presentación de la exposición, el montaje, la curaduría, casi que se podrían considerar impecables. Además, las obras arman un grupo coherente en cuanto calidad y propuesta artística. Con todo se destacan las piezas de Adrián Gaitán, Sergio Zapata y Herlyng Ferla, jóvenes artistas que comienzan a consolidarse en sus propuestas artísticas personales.


Estas tres exposiciones parecen marcar nuevos y diferentes rumbos para las artes en Cali. Las tres plantean obras de artistas que se consolidan en la escena local, nacional y, en el caso de Fabio Melecio Palacios, internacional. Además, las exposiciones surgen de una actitud propositiva de los artistas. En los casos de Juan David Medina y Circular contemporáneo, son los mismos artistas que gestionan y generan los recursos para el desarrollo de sus muestras, con el apoyo de las instituciones que los acogen. Se rompe así con la aparente hegemonía de la institución y del gestor externo. Los artistas se están tomando los espacios. Y hay mucho para ver y disfrutar.

martes, 29 de octubre de 2013

LAS FERIAS DE ARTE DE BOGOTÁ 2013.

Por: Carlos Fernando Quintero V.

La verdad es la primera vez que voy a Bogotá a las ferias de arte. Siempre se me presentaban inconvenientes o compromisos que me impedían venir. Así que este año puse la cita en la agenda mental desde enero y compré los tiquetes desde junio. Además de los preparativos anticipados, también hice mis actos de preparación mental, para enfrentar la avalancha de imágenes, obras y personas que se pueden encontrar en las ferias. Pero la verdad, creo que en las preparaciones me quedé corto. Faltó tiempo y físico para poder cumplir con todas las citas, ver todos los eventos e ir a las fiestas. Por eso este informe es absolutamente parcial y, además, parcializado.

Hay que entender que las ferias de artes, si bien son de arte, no son los espacios para ver “lo mejor” del arte. Lo que se puede apreciar en las ferias son obras arte variopintas, muchas de ellas “no tan buenas”, pero que marcan la tendencia del mercado del arte, en este caso en Colombia y sus alrededores. Los eventos donde se debería ver “lo mejor” del arte serían los salones, las bienales, las trienales, las documentas y los museos. Sin embargo, la queja continua de algunas personas es que estos últimos eventos se parecen cada vez más a las ferias, o sea, que parecen determinarse más por las tendencias del mercado que por las ideas que los deben convocar.

En Bogotá, el pasado fin de semana hubo tres ferias, con diferentes características. La primera, más tradicional y rimbombante, fue ArtBo, que ya lleva varias versiones (no sé cuántas; creo que nadie lo sabe a ciencia cierta). Esta se lleva a cabo en Corferias, centro natural de los grandes eventos expositivos nacionales y de las convenciones y ferias. Paralelo a ArtBo se realizó la Feria Expopan (de panes y panaderías, por si hay alguna duda) y el sábado se realizó la convención del movimiento Uribe Centro Democrático. Mejor dicho, pan y circo.

ArtBo aglutinó más de trescientos stands entre espacios gubernamentales e institucionales como el Ministerio de Cultura y los museos de arte nacionales, destacándose la presencia de los museos de Bogotá y Medellín, así como el Museo Rayo de Roldanillo, y con la no “extraña” ausencia del MAM La Tertulia. También hubo stands de editoriales como la editorial La silueta y proyectos de arte independientes.

Ya en cuanto a las obras y los artistas, Artecámara, con curaduría de Juan Sebastián Ramírez, propuso obras de una nueva generación de artistas que presentaron en su mayoría instalaciones y objetos. Hay algunas pinturas y dibujos y una que otra escultura. La muestra está bien presentada, aunque, por fortuna, de pronto se sale de los parámetros de la feria, o sea del problema de marcar tendencias de mercado y consumo de arte. Parecía haber algo más riesgo y menos compromiso económico, que es lo que al parecer, al final marca el derrotero de lo que se exhibe.

Otro grupo de espacios interesante tiene que ver con los proyectos individuales de los artistas. Relacionados con las galerías, estos espacios presentan proyectos de un solo artista por espacio, lo que permite ver obras o conjunto de obras de manera cercana o coherente.

Por otro lado, los stands de las galerías, algo así como doscientos, presentaron obras muy variadas tanto en tendencias como en calidad. ¡Hubo de todo! Desde pintura abstracta convencional a figuración expresiva, en el caso de la pintura, la escultura y el dibujo; hay objetos, instalaciones y algo de video (muy poco). Lo que más se destaca es la fotografía. Esta parece marcar la tendencia actual, al menos a nivel de mercado.

El fenómeno de la proliferación fotográfica también se da en Odeón, la otra feria que convocó la atención. Odeón es el antiguo y desmantelado teatro del mismo nombre, donde funcionó por muchos años el Teatro Popular de Bogotá (TPB). En los diferentes niveles del edificio en ruinas, apenas acondicionado para recibir a las galerías, se pueden apreciar obras desde artistas muy jóvenes a consagrados como Marina Abramovic. La fotografía está presente de manera significativa, pero igual hay pintura, dibujo y escultura.

Vale la pena destacar la presencia de algunos de los artistas de Cali en las ferias de arte. En ArtBo, en el stand de Galería Museo, se podía apreciar una excelente pintura de José Horacio Martínez. En Artecámara se presentaba el video de Lina Rodríguez y David Escobar, sobre la vida y obra Hernando Guerrero. En Odeón, en el espacio de la Galería Juan Salas, se destacaban las ollas con huesos y cenizas y los dibujos de Fabio Melecio Palacios que fueron adquiridos en su totalidad por la Saatchi.

Por fuera de la ferias, el sábado se realizó la apertura de los talleres de los artistas en el Espacio cultural de Las nieves, un edificio del centro de la capital, donde tienen sede importantes artistas nacionales. Así, se pudo apreciar el proceso de artistas como Carlos Blanco, con sus interesantes obras de papeles de colores y esculturas, las obras del pintor colombiano de Luis Luna, los trabajos de Jaime Franco, quien se destaca por su propuesta de murales con imágenes de arquitecturas virtuales en movimiento, las cuales registra en fotografía. Se destacó el espacio de José Horacio Martínez, con una serie impecable y muy interesante de pinturas y dibujos, realizados en los últimos años.


En síntesis, y con el marco de las ferias, en la capital hay mucho qué ver en cuanto a las artes plásticas. También estuvo la Feria del millón, otro espacio alterno y el Premio Luis Caballero que para este año cambió su formato y presenta en simultánea las exposiciones de los seleccionados (¿Coletazo del premio otorgado a Fabio Melecio Palacios y que al parecer aún tiene sus “consecuencias” entre polémicas y reclamos de los otros artistas?). También interesantes exposiciones como Ruda, amansaguapos y abrecaminos, con obras de artistas cercanos a nuestros afectos como Lina Hincapié, Alex Rodríguez, Fernando Pareja y Leidy Chávez y William Bahos (esta se inauguró el sábado en el barrio San Felipe, Carrera 23 # 76-74 y estará hasta el 8 de noviembre). Finalmente, la exposición ya tradicional de Tesis del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, con la presencia de los mejores trabajos de grado de las más importantes universidades del país, en donde exponen los recientes egresados de la Universidad del Cauca de Popayán, con un merecido premio al trabajo de grado de Angela Maya. En fin, lo que faltó fue tiempo y estado físico.

EL ROBO AL MUSEO EFRAÍM MARTÍNEZ EN POPAYÁN

Por: Carlos Fernando Quintero V.

Si algo aprendí con la historia del arte es el valor de las obras, los documentos de los artistas y de los museos. A veces no somos tan conscientes de esto. Pero cada pedazo papel, cada dibujo, cada lienzo, cada escultura, cuentan al momento de hablar de historia, así sea para revisar la vida de un artista, la comunidad y el entorno social en el cual vivió o las ideas y tendencias de un momento histórico. Es por esto que el robo de arte debería ser considerado, más que un problema de orden legal, social, civil o penal, como un crimen de lesa humanidad. Mejor dicho, al robarse una obra de arte no se está robando simplemente un bien, una cosa, un utensilio, una decoración. Cuando se roba una obra de arte o un objeto que perteneció a un artista, se está robando un pedazo de historia, no sólo de esa persona, sino de toda una comunidad, de toda una sociedad.

Por lo anterior, el robo de las obras y bienes de la casa museo del maestro Efraím Martínez Zambrano, pintor de principios del siglo XX de Popayán (Colombia), es uno de los peores sucesos de este tipo sucedido en Colombia, ya que no sólo se robaron todo lo que pudieron, según sus propietarias y herederas del maestro, sino que además han privado a la comunidad en general de un patrimonio invaluable, de un acervo histórico único e incomparable. Esta situación es peor que el robo del grabado de Picasso del Museo Negret, también repudiable.


Ya han pasado casi dos semanas y del caso se sabe poco. Ojalá pronto se encuentren los culpables y, sobre todo, las obras, los documentos y demás bienes sustraídos del museo. También, ojalá, el caso no caiga en el olvido y permita que las obras y el museo del maestro tomen, nuevamente, la relevancia que merecen.

jueves, 17 de octubre de 2013

PETICIÓN RESPETUOSA: APLAZAMIENTO DE LA EXPOSICIÓN DE ÓSCAR MUÑOZ EN CALI.

Por: Carlos Fernando Quintero Valencia

Lamento mucho el aplazamiento de la inauguración de la exposición Protográficas de Óscar Muñoz, en el Museo La Tertulia. Y lo lamento no sólo porque imagino toda la molestia y el desbarajuste que genera tan difícil situación, sino además porque por mucho tiempo se ha esperado esta exposición en La Tertulia y en Cali, la ciudad y el museo que ha sido testigo del devenir de las obras del artista.

Sí. Porque durante las décadas de 1980 y 1990 las exposiciones de Óscar Muñoz y de otros artistas de la ciudad, eran frecuentes y periódicas. Así, los que estudiábamos artes y la comunidad en general teníamos el privilegio y la primicia de sus obras recientes, casi de primera mano. Y siempre había sorpresa y gozo. Recuerdo con mucho aprecio y cariño, por ejemplo, los dibujos de los baños o Los narcisos, así como Ambulatorio. Claro, el museo era de la ciudad y, sobre todo, de sus artistas, lo que ya no es o difícilmente acontece. Porque, lamentablemente, en la última década, el museo ya no es el museo que conocimos.

Lamento además que hayan pospuesto la fecha de inauguración y los eventos académicos que la anteceden (conferencias del artista y los curadores) para el 25 de octubre. Es una lástima porque sé que muchos de los que hubiéramos querido asistir y acompañar a Óscar en estos eventos, estaremos en Bogotá, asistiendo a las inauguraciones de las ferias de arte (y por derecha, a los muchos buenos amigos que viven en la capital).

Por eso, porque este evento reviste de la mayor importancia, porque es un evento único e irrepetible, porque Óscar Muñoz merece que lo acompañemos multitudinariamente en su exposición retrospectiva, en su ciudad y en su museo, solicito a los organizadores y al mismo Óscar Muñoz, que la inauguración se aplace unos días más. 

RIKRIT TIRAVANIJA EN EL COUVENT DES CORDELIERS.

Por: Carlos Quintero
(Publicado originalmente en el site www.platanal.org, ya desaparecido, 2005).

UBICACION HISTORICO-POLITICO-ARTISTICO-GEOGRAFICA.

La sede principal MAM ARC de la ciudad de París se encuentra en cerrada en estos momentos, supongo que por labores de mantenimiento y remodelación. Sin embargo, como institución sigue funcionando en sedes alternas por todo París y zonas aledañas. En una de estas sedes, el antiguo Couvent de Cordeliers, más exactamente en el templo ruinoso y despojado, último vestigio de su existencia, se encuentra actualmente la exposición retrospectiva de Rikrit Tiravanija.

LA VISITA.

Al llegar al sitio, una mujer de rasgos orientales y humor parisino informa, amparada por el grueso vidrio de la taquilla, que adentro no hay nada. Luego del extraño anuncio extiende un plano de la edificación con el menú de 3 visitas posibles. Sin discusión hay que pagar la entrada. Ella insiste sobre la decisión de entrar ya que adentro “no hay nada”. Dudas, desconciertos… ¡Caramba, es Tiravanija!

Al cruzar la puerta un parisino con mejor humor que la señora se acerca y explica nuevamente todo, con una actitud que denota cierta pena y temor del enfrentamiento del incauto espectador ante el vacío.

La primera mirada sobre el espacio demuestra que la advertencia era cierta: ¡No hay nada! (Ya hemos pagado y posiblemente perdido nuestros escasos euros).

Para realizar la visita hay que cumplir con un ritual y someterse al exigente horario de los recorridos propuestos. El primer recorrido es sonoro. El segundo es con un “fantasma” o mejor, con un actor. El tercero es con una guía. Las fotografías están prohibidas. Todos debemos esperar en la antesala hasta que se cumpla la hora del inicio del primer recorrido. De pronto, a la hora señalada, del muro del frente se escucha una voz. Inicia el recorrido sonoro. Cada espectador tiene en su mano una hoja impresa, con el texto de los parlamentos de los registros sonoros. Termina la primera grabación, se escuchan pasos y de pronto la voz se oye desde el interior de la iglesia. La grabación continúa en un segundo ambiente. Luego se vuelven a escuchar los pasos y todos corremos a donde creemos escuchamos la voz. La situación es a la vez confusa y divertida.

El espacio de la iglesia está dividido por paneles de madera sin pintar. A la entrada hay un cuarto con puerta y ventana de vidrio en el frente. A cada lado hay un corredor que conduce al fondo de la sala. En la parte posterior del cuarto hay un espacio más grande con una pared que forma un arco (luego nos enteramos que Tiravanija ha reconstruido a escala el espacio del MAM de París, que tiene un arco como característica fundamental). Al final tres espacios. En cada espacio hay una grabación diferente. En las paredes, impresas en vinil de corte, en letras oscuras que no llegan al negro, están los títulos y las fechas de las “obras” que componen la exposición.

Cuando finaliza el recorrido sonoro se alcanza a escuchar una voz en la parte delantera. Es el actor que ya ha comenzado su relato. Vestido de blanco, con una hoja en su mano y con los ojos cerrados, como en profundo trance, lee con voz fuerte el corto texto, que si mal no estoy es el statement del artista.

Terminado el acto, aparece una mujer de proporciones que superan la perfección y de lo cual es absolutamente conciente. Es nuestra guía. Ella, con un tono dulce, conduce al grupo obnubilado, por toda la sala, deteniéndose en cada una de las cédulas o fichas técnicas de las obras que están ausentes. De manera casi angelical, explica cada una de ellas. Más que explicarlas, se podría decir que las actúa.

La visita termina. Todos los asistentes, al menos en el grupo en que me encontraba, tienen una sonrisa de satisfacción. Todos, incluido yo, caminamos hacia el exterior de la sala, con un andar tranquilo, con aires de alegría, con gesto de plenitud. Y sin embargo, como nos lo advirtieron desde el principio, ¡no había obras!

TRIPLE RELATO.


La exposición de Tiravanija se convierte en una espléndida metáfora o comentario crítico, del arte actual, donde, al parecer, la obra ya no importa. Luego de salir de la sala, me entero que el relato sonoro es obra de un autor de historias de ficción, aparentemente amigo del artista. Éste ha escrito “un cuento” sobre Tiravanija y sus obras, a manera de primer texto, documento o discurso. El segundo texto sí es del artista, pero este no está presente. Es el texto más corto y de pronto el más simple. Finalmente, la guía quien sería al mismo tiempo la institución o, por qué no, una personificación de la historia, explica y nos hace ver y creer en las obras, de las cuáles no hay más que otra textualidad, que es la cédula o ficha técnica de las mismas. ¿Acaso entonces el arte no se vuelve en sí mismo un problema documental y discursivo? …

domingo, 6 de octubre de 2013

GUERRA DE TITANES

Por: Carlos Quintero

Hace poco vi por ese vademécum global que es el Facebook, una frase atribuida a Noam Chomsky, que decía algo así como que “la gente no sabe lo que pasa y además ni siquiera sabe lo que no sabe”. En fin, mi pretendida cita no es fidedigna (la recuerdo del Facebook) pero más o menos el sentido es que los seres humanos de a pié, normalitos como todos nosotros, desconocemos qué es lo que pasa a nuestro alrededor y ni siquiera sabemos ni imaginamos qué tanto no sabemos. Esto abre la puerta de las teorías del complot, tan discutidas como (in)ciertas. ¿Será que hay fuerzas oscuras, suprahumanas o maquinarias maquiavélicas, que están dirigiendo los destinos de la humanidad, sin que lo sepamos o podamos hacer algo? A veces pienso que sí, muchas veces, y cada vez con más frecuencia. Es posible que ande neurótico, paranoico y esquizofrénico, todo al tiempo. Pero la verdad, hay momentos en que esas “fuerzas oscuras” parecen revelarse y nos dejan atisbar por los resquicios y los pliegues de sus pomposas cortinas, su poder inimaginable y oculto.

Para no referirme a la política nacional e internacional, plagada de “centros democráticos” y congresos (in)operantes que dejan sin dinero a sus gobiernos, qué mejor que echar un vistazo a dos acontecimientos de la vida artística local, con proyección nacional. A veces creo que las instituciones artísticas son remedos o engendros de la vida nacional, como parece demostrarlo, por ejemplo, el nuevo round de la ya amplia pelea entre Gloria Castro (Incolballet) y Amparo Sinisterra viuda de Carvajal (ProArtes, Fundación Carvajal, Carvajal y Compañía y, por qué no, Ministerio de Cultura). La pelea es de vieja data. Las buenas lenguas viperinas alguna vez hablaron de un lío por el ballet, que se zanjó en favor de la señora Castro, por allá en la adolescencia de las damas, hace mucho, mucho, mucho tiempo. No sé si sea cierto o sea un chisme de esos mal intencionados (ahí disculparán y espero que no me demanden, que tan de moda está). La cuestión es que doña Gloria tiene a Incolballet, el instituto que creó en el seno del Instituto Departamental de Bellas Artes y que de manera muy hábil sacó de la institución para convertirlo en una entidad educativa autónoma y de gran nivel. Que ha hecho su trabajo no se le puede negar. Por el otro, la señora Sinisterra, sin mal no estoy, tiene academia propia que se llama Ana Pavlova, también con gran trayectoria, pero sin los reconocimientos de la otra.

Más allá de esto, lo que se pone en evidencia con el florero de la Bienal de Danza de Cali, es la pugna de poderes de dos bandos de las artes y la cultura de Cali y del país. A alguno de mis correos llegó hace unos días un primer bombazo, a manera de anónimo, en dónde se solicitaba la salida de Gloria Castro de Incolballet y el regreso de la institución al seno de Bellas Artes. A los pocos días estalló el escándalo, con andanada de artillería articulista desde el otro lado. Los poetas se pronunciaron en contra de la salida de doña Gloria de su querida institución y se fueron lanza en ristre de la Ministra de Cultura, muy de la casa de la señora Sinisterra. Exigieron y exigen revisar las decisiones y los dineros entregados por el Ministerio de Cultura a Proartes, entidad que regenta Amparo Sinisterra, para la realización de la Bienal de Danza de Cali. El lío va mucho más allá. Los artículos periodísticos y demás escritos ahora parece que hacen parte de querellas legales por difamación en contra de la ministra, lo que ya se ha comentado en la prensa nacional.

La verdad, y como lo indica Chomsky, no sé, ni sé qué no sé. Pero lo que se alcanza medio a percibir es que esto parece bastante delicado y complicado. Es un lío grande. No sólo por la bienal, Proartes, Incolballet y Bellas Artes, sino por las estrategias, tácticas, ataques y demás que se evidencian o se perciben en el ambiente. Como que lo que están en juego es mucho más de lo que se dice, y en definitiva, al menos yo, no soy más que un espectador que se divierte viendo como estas fieras se destrozan a dentelladas o se sacan los trapos al sol. De todos modos, al final de esta pelea entre la vieja intelectualidad y la rancia aristocracia, no sé quién gane, pero seguramente, las artes y los artistas, como siempre, saldremos perdiendo.

El otro caso, mucho más local pero no menos divertido y fascinante, es la próxima elección de rector(a) en el Instituto Departamental de Bellas Artes. Estas elecciones de rector en las instituciones educativas son momentos de nervios crispados, en donde se exacerban los ánimos y se evidencian todos los vicios de la politiquería (inter)nacional. Debo confesar que estuve hasta último minuto tentado a candidatearme para este honroso cargo. Ya en varias ocasiones me lo han propuesto y me he negado. Esta vez, me lo impidió el hecho, la posibilidad, remota por cierto, que pudiera ser elegido. Elegido y no electo. Ahora explico por qué. Primero explico por qué no candidatearme: simple y llanamente, por miedo a ganar. La verdad, no tengo ningún interés en asumir ese cargo. Creo que la actual situación de la institución es insalvable, a menos que algo extraordinario ocurra (como por ejemplo, se acabe la corrupción). Por otro lado, contemplé la candidatura sólo para ver sufrir a mis posibles contrincantes y sus séquitos y evidenciar sus prácticas, en primera fila y palco de honor. En estas campañas pasa de todo y ya se comienzan a ver situaciones insospechadas e impensables. Por ejemplo, uno de los candidatos, después de muchísimos años, ha sido visto en una inauguración, saludando a diestra y, sobre todo, a siniestra. Por otro lado, se está realizando sobre la marcha y sin los mínimos protocolos del caso la “celebración” de los 80 años de la institución (¿acaso no son 79 o 78?). Y digo sin los mínimos protocolos porque recibí invitación verbal e informal de varios funcionarios, hace unos días, en términos muy curiosos. Me dijeron algo así como: “A ver si te dictas una charla o haces algo… eso es dentro de 15 días”. ¿Acaso celebrar semejante efeméride no amerita una mayor y mejor organización? ¿No será parte de la plataforma de campaña del actual rector?

Lo de divertirme evidenciando este tipo de situaciones lo hice en 1998, cuando al ser acosado laboralmente por la administración de la época, me vi obligado a renunciar a mi nombramiento de profesor. Cómo último acto de “venganza”, me candidatee como representante de los egresados al Consejo Directivo, sin decirle prácticamente a nadie. Al ver mi nombre entre los aspirantes, funcionarios de Bellas Artes, desde administrativos a vicerrectores y desde los teléfonos institucionales, llamaron a cuántos egresados pudieron, para solicitarles que votaran en mi contra. La cosa llegó a tal punto que llamaron a amigos y compañeros de generación, que al saber la noticia, iniciaron una campaña en mi favor, la cual tuve qué parar, porque si no hubiera ocurrido lo que temíamos administrativos y yo, que hubiera ganado. Con todo, trasteo de votos en mi contra incluidos, casi gano. ¡Qué horror!

Extraoficialmente me enteran que hay tres candidatos para esta contienda: el actual rector Fernando Charria, el exrector Ramón Daniel Espinosa y otro del cual no me dieron mayores datos, ni siquiera su nombre. Incluso mis fuentes me dieron datos de esos que no sabemos, que ni siquiera sabemos o que mejor no deberíamos saber, de los dos primeros candidatos, y que tiene que ver con eso que el rector es elegido y no electo. Sí, elegido porque, a pesar de la consulta institucional, disfrazada de elecciones, quien elige al rector es el Consejo Directivo, en cabeza del presidente o su representante o del gobernador o su representante y donde hay muy pocas sillas para la academia (profesores y estudiantes). Mejor dicho, mientras los miembros de la comunidad educativa hacen y deshacen y hasta se sacan los ojos por unos votos inservibles (consulta de opinión no es elección), la decisión final la toman otros. La cuestión no es académica, ni artística, es politiquera. Según mis informantes, al señor Espinosa Rodríguez lo apoyan las huestes conservadoras de Carlos Holguín Sardi y al rector Charria dicen que lo apoya ni más ni menos que el Honorable senador Roy Barreras. Si esto es cierto, la decisión se toma en una pugna de poderes por fuera de la institución.


Halaga saber que las artes y la cultura tienen tanta importancia, que se vuelven hasta problemas de estado nación. Pero, ¿cuál será la causa real? ¿Será por los cuantiosos presupuestos que se asignan y reparten? O, ¿será porque en definitiva las artes y la cultura sí importan? O, ¿será que somos tan peligrosos que nos tienen qué controlar? Quién sabe. Yo no sé. Yo no sé ni lo que no sé.