jueves, 17 de octubre de 2013

RIKRIT TIRAVANIJA EN EL COUVENT DES CORDELIERS.

Por: Carlos Quintero
(Publicado originalmente en el site www.platanal.org, ya desaparecido, 2005).

UBICACION HISTORICO-POLITICO-ARTISTICO-GEOGRAFICA.

La sede principal MAM ARC de la ciudad de París se encuentra en cerrada en estos momentos, supongo que por labores de mantenimiento y remodelación. Sin embargo, como institución sigue funcionando en sedes alternas por todo París y zonas aledañas. En una de estas sedes, el antiguo Couvent de Cordeliers, más exactamente en el templo ruinoso y despojado, último vestigio de su existencia, se encuentra actualmente la exposición retrospectiva de Rikrit Tiravanija.

LA VISITA.

Al llegar al sitio, una mujer de rasgos orientales y humor parisino informa, amparada por el grueso vidrio de la taquilla, que adentro no hay nada. Luego del extraño anuncio extiende un plano de la edificación con el menú de 3 visitas posibles. Sin discusión hay que pagar la entrada. Ella insiste sobre la decisión de entrar ya que adentro “no hay nada”. Dudas, desconciertos… ¡Caramba, es Tiravanija!

Al cruzar la puerta un parisino con mejor humor que la señora se acerca y explica nuevamente todo, con una actitud que denota cierta pena y temor del enfrentamiento del incauto espectador ante el vacío.

La primera mirada sobre el espacio demuestra que la advertencia era cierta: ¡No hay nada! (Ya hemos pagado y posiblemente perdido nuestros escasos euros).

Para realizar la visita hay que cumplir con un ritual y someterse al exigente horario de los recorridos propuestos. El primer recorrido es sonoro. El segundo es con un “fantasma” o mejor, con un actor. El tercero es con una guía. Las fotografías están prohibidas. Todos debemos esperar en la antesala hasta que se cumpla la hora del inicio del primer recorrido. De pronto, a la hora señalada, del muro del frente se escucha una voz. Inicia el recorrido sonoro. Cada espectador tiene en su mano una hoja impresa, con el texto de los parlamentos de los registros sonoros. Termina la primera grabación, se escuchan pasos y de pronto la voz se oye desde el interior de la iglesia. La grabación continúa en un segundo ambiente. Luego se vuelven a escuchar los pasos y todos corremos a donde creemos escuchamos la voz. La situación es a la vez confusa y divertida.

El espacio de la iglesia está dividido por paneles de madera sin pintar. A la entrada hay un cuarto con puerta y ventana de vidrio en el frente. A cada lado hay un corredor que conduce al fondo de la sala. En la parte posterior del cuarto hay un espacio más grande con una pared que forma un arco (luego nos enteramos que Tiravanija ha reconstruido a escala el espacio del MAM de París, que tiene un arco como característica fundamental). Al final tres espacios. En cada espacio hay una grabación diferente. En las paredes, impresas en vinil de corte, en letras oscuras que no llegan al negro, están los títulos y las fechas de las “obras” que componen la exposición.

Cuando finaliza el recorrido sonoro se alcanza a escuchar una voz en la parte delantera. Es el actor que ya ha comenzado su relato. Vestido de blanco, con una hoja en su mano y con los ojos cerrados, como en profundo trance, lee con voz fuerte el corto texto, que si mal no estoy es el statement del artista.

Terminado el acto, aparece una mujer de proporciones que superan la perfección y de lo cual es absolutamente conciente. Es nuestra guía. Ella, con un tono dulce, conduce al grupo obnubilado, por toda la sala, deteniéndose en cada una de las cédulas o fichas técnicas de las obras que están ausentes. De manera casi angelical, explica cada una de ellas. Más que explicarlas, se podría decir que las actúa.

La visita termina. Todos los asistentes, al menos en el grupo en que me encontraba, tienen una sonrisa de satisfacción. Todos, incluido yo, caminamos hacia el exterior de la sala, con un andar tranquilo, con aires de alegría, con gesto de plenitud. Y sin embargo, como nos lo advirtieron desde el principio, ¡no había obras!

TRIPLE RELATO.


La exposición de Tiravanija se convierte en una espléndida metáfora o comentario crítico, del arte actual, donde, al parecer, la obra ya no importa. Luego de salir de la sala, me entero que el relato sonoro es obra de un autor de historias de ficción, aparentemente amigo del artista. Éste ha escrito “un cuento” sobre Tiravanija y sus obras, a manera de primer texto, documento o discurso. El segundo texto sí es del artista, pero este no está presente. Es el texto más corto y de pronto el más simple. Finalmente, la guía quien sería al mismo tiempo la institución o, por qué no, una personificación de la historia, explica y nos hace ver y creer en las obras, de las cuáles no hay más que otra textualidad, que es la cédula o ficha técnica de las mismas. ¿Acaso entonces el arte no se vuelve en sí mismo un problema documental y discursivo? …

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